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Amando de Miguel

La conjunción republicana

No es posible ocultar el fracaso de las dos repúblicas que ha habido en España.

Nos encontramos los españoles en los albores de un nuevo régimen. ¿Cuál va a ser este? Lo más probable es que se forme por la triple alianza que va a acabar con el dominio del PP: la PSOE, las Podemos y (de forma tácita) la Esquerra. Como puede verse, se trata de una terna muy femenina. Estas formaciones pretenden ser la culminación del progresismo; no digamos si a la amalgama se unen las formaciones nacionalistas de Galicia, Teruel, las Canarias, la Montaña y las Vascongadas.

No creo que el progresismo vaya a ser el cemento aglutinador de tan heteróclita mezcolanza; entre otras razones porque no está claro en qué consiste hoy el progreso. Más bien lo que une a las tres formas que van a liderar la incruenta revolución es su alma republicana. La prueba está en que en los actos de dichos partidos coaligados (PSOE, Podemos, Esquerra) no suelen ondear banderas españolas. Se sustituyen por enseñan rojas, moradas o estrelladas.

Ni qué decir tiene que se trata de un republicanismo hispano, esto es, visceralmente antimonárquico, anticatólico y en el fondo antiespañol. Habrá que reconocer la consiguiente debilidad histórica de la Monarquía española. Baste recordar que, en la España contemporánea, todos los reyes han llegado del exilio o han acabado en él. Felipe VI puede romper esa maldición histórica.

La conjunción republicana que ahora se está formando no es una novedad. Es el equivalente de la que funcionó en 1936 con el marbete de Frente Popular, que precipitó el alzamiento de Franco y la guerra civil. Asoma otra vez el espectro de la troika separatista de Galeuzca (Galiza, Euskadi, Catalunya). La gran diferencia es que ahora la población civil no está armada y la militar no está para alzamientos.

Nada más llegar al Gobierno, la confabulación republicana de estos días va a necesitar una serie de decisiones simbólicas para afirmar su prepotencia. Por ejemplo, dinamitar la cruz del Valle de los Caídos y el Arco del Triunfo de la Moncloa. Sigo: otorgar a Cataluña la condición de Estado asociado o algo parecido; es decir, una independencia subvencionada. El País Vasco se apuntaría a la misma fórmula, siempre que se anexionara Navarra. Más decisiones radicales: eliminar la ayuda pública a las escuelas católicas y a la Iglesia Católica. Implantar la nueva bandera republicana en España (que se llamaría "Estado"), con su franja morada y acaso con una estrella. Por encima de todo: subir los impuestos a los "ricos" y las empresas multinacionales.

No es posible ocultar el fracaso de las dos repúblicas que ha habido en España. Pero, por eso mismo, "a la tercera va la vencida". Oiremos (ahora dicen "escucharemos") el estribillo (ahora dicen "mantra").

Se podría pensar que hay otras fuerzas nacionales que no son republicanas. Es cierto, pero (salvo la excepción de Vox, que bien podría ser ilegalizado) ninguna de ellas enarbola con decisión la bandera nacional o subrayan el fundamento monárquico de la Constitución de 1978. Es probable que la conjunción republicana, una vez que se haya instalado en el Gobierno, dicte una nueva Constitución al estilo de la vieja Yugoslavia. Sería la forma de dar contenido a las distintas naciones que han de confluir en el "Estado", pues ya no existirá propiamente la nación española; se dirá que es una reminiscencia de la vieja monarquía. El nuevo régimen será una especie de Confederación de Repúblicas Progresistas. Puede que haya de estatalizar los bancos e imponer muchos controles a las empresas multinacionales. Todo en aras de la igualdad de los españoles y las españolas, o mejor, de la gente.

Lo más probable para supervivencia del doctor Sánchez es que se forme un Gobierno en cohabitación con sus extraños aliados, los comunistas y los separatistas de toda laya. Lo malo es que ese resultado parece imposible en un país europeo. Claro que, en esta España mágica, lo que no puede suceder, sucede.

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