Alguna vez he comentado aquí la posible diferencia entre ignorancia y nesciencia. La "ignorancia" es el resultado del desconocimiento sin más. No podemos conocer todo, ni siquiera una parte del campo profesional que cultivamos. La "nesciencia" sería el desconocimiento de una persona cultivada que no se aplica lo suficiente. Así pues, muchos de los errores léxicos que aquí critico (empezando por los míos) serían más bien casos de nesciencia. Claro que hay otras opiniones sobre el asunto. Se abre otra vez la polémica.
Por ejemplo, José Antonio Martínez Pons me señala mi error de atribuir la letra del himno nacional a José María Pemán, esa que terminaba "Guerra, guerra contra Lucifer". A mí me parecía un verso ridículo. Pero don José Antonio me corrige. Pemán fue "un gran escritor y hombre de gran sensibilidad". Efectivamente, escribió una letra del himno nacional, que luego recibió una versión apócrifa, esa que yo decía de "guerra, guerra contra Lucifer". Don José Antonio la considera, con razón, un ñoñismo. La versión auténtica de Pemán (que yo desconocía) empieza así: "Triunfa, España,/ los yunques y las ruedas/ canten al compás/ un nuevo himno de la fe./ Gloria a la Patria/ que supo seguir/ sobre el azul del mar/ el caminar del Sol". Añade don José Antonio que l. Eduardo Marquina compuso otra versión, que empezaba así: "Alzad la frente/ hijos del pueblo/ español,/ que vuelve a resurgir./Gloria a la Patria/ que supo seguir/ sobre el azul del mar/ el caminar del Sol". Francamente, ninguna de las dos letras nos acercan a Quevedo o a San Juan de la Cruz, pero podrían pasar. La de Pemán me parece más airosa. Lo fundamental es reconocer mi nesciencia. Y eso que Pemán fue antiguo alumno de los marianistas, como yo. Claro que tampoco hay que llegar a la insistencia de Alberto Mallofré sobre el asunto. El hombre insiste en que "no tiene usted ni p... idea" sobre esta cuestión de las letras de los himnos. Al mencionar a Lucifer, se pregunta retórico: "¿O es que usted es uno de esos pobres ingenuos que creen que el Diablo no existe?". Le remito a mi última novela, Judíos en la ciudad de los ángeles, para que compruebe cómo el asunto gira en torno a los ángeles buenos y los ángeles malos. Lo de "pobre ingenuo" me gusta, aunque para don Alberto signifique un desprecio. El ingenuo era originariamente el nacido libre, el hidalgo, no el siervo.
José Antonio Romera subraya la "importancia de la lectura de los clásicos para comprender la sociedad actual". Cierto es. Los universitarios que no hemos seguido la carrera de Letras andamos bastante ayunos en la lectura de los clásicos, si por tales se entienden los de Grecia y Roma. Yo añadiría los clásicos del pensamiento occidental y, si me apuran, la Biblia. En el bachillerato di Griego y Latín, pero los tengo olvidados. Esa sí que es una nesciencia en toda regla. Mi pasión por el habla me lleva muchas veces a indagar el origen de las palabras y de las ideas. Indefectiblemente, esa exploración nos acerca al mundo clásico. Mi admirado maestro Román Perpiñá, economista de prestigio, que dominaba el latín y el griego, me aconsejaba que, sobre cualquier objeto sociológico que yo investigara, sería bueno explorar un poco el mundo clásico. Por cierto, a Perpiñá le dimos el premio Príncipe de Asturias un año en el que Juan Velarde y yo estábamos en el jurado. Fue una buena acción. Perpiñá inventó la Corología o ciencia del territorio. La palabra "cora" en griego y en árabe significa algo así como espacio abierto, territorio, región.