Parece que la ideología solo se correlaciona con ella misma. Es decir, se mueve en una esfera peculiar que poco tiene que ver con la clase social, los estudios, los ingresos. Esto es nuevo. Sin embargo, la ideología se asocia con algo tan vulgar como la indumentaria. Es decir, dime qué ropa te pones y te diré cómo piensas en política.
Comentaba yo aquí esa constancia de los hombres públicos (los varones) de la izquierda por la que cuidan la apariencia de ponerse corbatas más claras que el color de la camisa. José Antonio Martínez Pons añade que la moda novísima en esos hombres que quieren pasar por progresistas es aparecer en público sin corbata. Da la impresión de que, si se pone uno corbata, puede ser tachado de fascista. Añado que se trata de una curiosa involución, pues los fascistas históricos aborrecían la corbata. Anota el mallorquín que puede suceder como con los primeros curas cuando se quitaban la sotana o el alzacuello. Se veía entonces con toda claridad que eran curas. Esa curiosa observación la tengo contrastada en el caso de los militares. Cuando van de paisano se nota a la legua que son militares. No sabría de decir por qué, pero no falla. En consecuencia, no es el hábito lo que hace al monje sino la manera de hablar o de gesticular.
José María Navia-Osorio aporta algunos matices a mi simplicísima teoría. Según su experiencia, lo que ha desaparecido es la camisa blanca. En su lugar, se prefieren las camisas de colores suaves. Por tanto, en ese caso la corbata exige ser oscura. Pero los progres se aficionan a la camisa gris oscura. Por tanto, la corbata tiene que ser necesariamente más clara. Si fuera negra parecería que van de luto. Sea como fuere, el resultado es una corbata más clara que la camisa. Ignoro por qué ese atuendo revela progresía, pero así es. Ese uniforme es casi obligatorio en el ramo de los cineastas, aunque también se prefieren los atuendos que llevan a prescindir de la corbata. Por ejemplo, un jersey de cuello vuelto o una camisa negra. Ese atuendo sí que recuerda la moda de los fascistas históricos, ahora en la grey antifascista por antonomasia.
Algo habría que decir también sobre la ilación entre la indumentaria femenina y la ideología. Sospecho que las mujeres progresistas han perdido el tradicional sentido del color, de saber conjuntar sus prendas. Es su marca de distinción. Por otra parte, sigue siendo una constante que las mujeres de cualquier ideología, con tal de que se esmeren por parecer jóvenes, muestren más parte de piel que los varones. En las progresistas, sobre todo vascas, se impone el peinado a lo garsón. El color preferido para la ropa de las mujeres que desean pasar por izquierdistas es el negro. Quizá sea una forma de coquetería, pues el color negro adelgaza la silueta. Esa moda tenebrista ha penetrado también en las filas de la derecha.