Comento un ramillete de reflexiones y aportes sobre el habla por parte de los libertarios estimulados por el calor. Por cierto, ¿no iba a ser este un verano particularmente fresco? Lo anticiparon así hace unos meses algunos científicos franceses. Para mí que es la envidia del turismo que se dirige a España. O también, que hay científicos cantamañanas. Pero sigo.
Julio Iglesias de Ussel no descansa; me envía uno de esos recortes suyos de voraz lector. En este caso se trata de un comentario de R. Hughes ("La cultura de la queja") sobre el origen de la voz gay. Por lo visto en el siglo XVIII inglés significaba algo así como “prostitución y vivir del cuento”. Añado algún matiz de mi cosecha. En una obra dramática muy popular, The Fair Penitent, de Nicholas Rowe (1703), el protagonista es el "gay Lotario". Es una especie de libertino o donjuán que seduce a las mujeres y las abandona. Lo que ignoro es por qué los homosexuales rescataron mucho después ese término. Sería más correcto llamarlos gayos.
No hay solución. J.M. Araúz Cimarra dice que le "subleva" la denominación de “la roja” para la selección nacional de fútbol. No está de acuerdo el manchego en que el rojo sea el color heráldico de Castilla, como yo decía. Opina, en cambio, que ese color es el carmesí, distinto del rojo. Bueno, galgos o podencos. Cuando se hacen pruebas psicológicas para ver el color preferido de la gente, sobresalen el azul y el rojo. Son los colores tradicionales, por otra parte, para las vestiduras, respectivamente, de la Virgen María y de Jesucristo. Sospecho que son los colores más repetidos en las banderas de las naciones del mundo.
Dionisio Pérez Villar reivindica el topónimo de "Easo" para la ciudad de San Sebastián o Donostia. Se llame como se llame, seguramente es la ciudad más hermosa del mundo.
José Luis García-Valdecantos ha descubierto un nuevo acrónimo oficial: COJO (= Comité Organizador de los Juegos Olímpicos). Se podrán hacer muchos retruécanos.
Jesús Laínz sostiene, en uno de sus artejos, que "hay palabras hermosas que pueden ocultar realidades espantosas". Una de ellas es progresista. Equivale a suponer que todos los cambios sociales son buenos. Por ejemplo, dice el montañés, “se podría recuperar la antropofagia” o, por la misma lógica, considerar al aborto como un derecho. Corrijo un poco la premisa. El progresismo equivale a suponer que son buenos todos los cambios promovidos por los progresistas. El argumento es circular, ya sé, pero el progresismo es así.