Creía yo que habíamos acabado con las curiosidades referentes a esos dos números mágicos: el tres y el siete. Pero se inunda el correo con nuevas aportaciones. No tengo espacio más que para añadir algunas de las observaciones que me han enviado los curiosos libertarios. Añadiré yo también alguna coda.
José Luis Calle Tormo me dice que el nombre de la ciudad de Ceuta fue originariamente Septem Fratres, porque la ciudad, como la de Roma, estaba orlada por siete colinas. Luego acabó en Sebta y en Ceuta.
Juan Valentín-Pastrana me ayuda a interpretar el artículo que me envió de Miller sobre el misterio del número siete. La tesis de Miller es que la mente humana recoge muy bien un número de piezas de información que van de cinco a nueve. En cambio, si la lista está por debajo de siete, la información general sería peor recordada. Francamente, para ese viaje no necesitamos alforjas tan científicas. Es de sentido común que se retiene mejor una lista que no supere los nueve elementos. Por eso el equilibrio del siete (los siete pecados capitales, etc.). Claro que también están los 10 mandamientos, los 12 apóstoles, los 13 de la fama, etc.
Añado otra curiosidad sobre el siete. Los antiguos israelitas descubrieron el barbecho. Quizá por la similitud de que Dios había hecho el mundo en seis días y al séptimo descansó, el cultivo de la tierra debía seguir ese ritmo. Se labraba seis años seguidos y se dejaba descansar el séptimo. Más cosas. Los judíos de la Cábala determinaron que las edades que son múltiplos de siete son propensas a especiales crisis de enfermedad. Supongo que la cosa viene de Pitágoras. Me temo que los 77 años de edad pueden ser terribles.
Pedro Manuel Araúz de Robles reconoce con nostalgia el abandono de las tres clases en los trenes convencionales, pero descubre que han sido reconocidas implícitamente por el AVE. Así, las tres clases son ahora: club, preferente y turista. De paso me dice el manchego que los tres colores primarios no son el rojo, el amarillo y el azul (como yo decía y conmigo cientos de doctores) sino el rojo, el verde y el azul. Pues no, señor. Desde luego, son tres, y ahí está otra vez la magia del número, pero son el rojo, el amarillo y el azul. Recuérdese los cuadros de Mondrian. Las imprentas lo saben muy bien y también los pintores. Combinando los tres colores primarios se pueden obtener millones de colores diferentes, aunque el ojo humano no los distinga todos a primera vista. Los pintores impresionistas descubrieron que, si se pintan puntos azules y amarillos, el observador ve un plano verde. Poco después, los pintores puntillistas extremaron el invento. El asunto de los colores primarios viene de Newton y de Goethe.
Agustín Fuentes (tan facundo y dedicado como siempre) me envía una documentadísima información sobre el número tres. Hay que añadirla a lo que aquí se ha dicho. Es imposible comentar aquí todas las tríadas que ha recogido el infatigable don Agustín. Transcribo solo algunas: las 3 moiras griegas y las 3 parkas romanas, el sombrero de 3 picos, el tricornio de la Guardia Civil, los 3 sectores económicos, los 3 etcéteras, los 3 fines de la RAE (limpia, fija y da esplendor), no ver 3 en un burro, las 3 fases de la electricidad, las fiebres tercianas, los triduos y trisagios, los tres votos (pobreza, castidad y obediencia), las amonestaciones matrimoniales durante 3 meses, las 3 tentaciones de Satanás a Cristo, las 3 Marías, las 3 glorias de la España de Franco (una, grande y libre), los 3 palos de muchos buques clásicos, los 3 primeros premios de las competiciones. Me atrae especialmente la observación de que el tiempo aparece como lineal porque cualquier instante se sitúa entre el de antes y el de después. Ahora precisamente estoy enfrascado con un estudio sobre el tiempo, su consideración sociológica. Hay un libro precioso sobre el particular, el de Julio Iglesias de Ussel (La dimensión social del tiempo). He ahí a un sociólogo actual al que me gusta citar. Casualmente es también un libertario de los que se corresponden conmigo. Otro libertario al que leo con ganas es Jesús Laínz. Lo digo para que luego Daniel M. Schutt no me reproche que no cito a sociólogos o ensayistas más jóvenes que yo. Supongo que todos los libertarios y feisbuqueros que me envían mensajes son más jóvenes que yo. Es lógico.