Una cosa es lo que enseñan los gramáticos y otra lo que habla la gente. Cierto es que todos cometemos errores de sintaxis, y habrá que esmerarse para corregirlos. Pero dejemos que la lengua fluya sin demasiados diques en el habla corriente.
Jorge González y Argüelles de Miranda reconoce que hay algunos refranes muy pertinentes, pero muchas veces son contradictorios unos con otros. Eso es así, pero opino que es una bendición. Pasa lo mismo con las palabras: unas son admirativas y otras despectivas. Echamos mano de una y otra según convenga a nuestro argumento. Lo mismo hacemos con los refranes y los dichos. Sancho Panza era un maestro en ese difícil arte de recurrir a los refranes que le convenían.
Me escribe David, un barcelonés que estudió con los jesuitas de la calle Caspe, vivero de tantos escritores y otros hombres públicos. Recuerda que un profesor (nacionalista él) les dijo que llamar Raimundo Lulio a Ramon Llull era algo malintencionado. No lo creo. El nombre germánico Raginmund se latinizó como Ragimundus o Raimundus. En la antigua Corona de Aragón se utilizó la versión de Ramón o Ramon (catalán). En castellano se dijo Ramón o Raimundo. En el caso de algunas personas eminentes, su nombre original se traduce limpiamente al castellano cuando hablamos en ese idioma. Por ejemplo, Juan Jacobo Rousseau, Tomás Moro o Alejandro Magno. No hay ningún ánimo peyorativo en esa traducción. Por lo mismo, Ramon Llull es para los castellanoparlantes Raimundo Lulio, y no se hable más. No es un demérito para el famoso escritor, filósofo, franciscano y mallorquín; más bien todo lo contrario.
Pablo Barrantes Gordo da en el clavo al señalar que algunas expresiones correctas resultan estragantes cuando se repiten mucho en el habla pública. Por ejemplo, el "mire usted". Creo que lo lanzó en su día Aznar y ahora lo repite Rajoy y todos los hoplitas que le siguen. Otra muletilla es "la verdad que…". Reconozco que yo acudo a ella algunas veces. Don Pablo sostiene que es típica de las declaraciones de los futbolistas de renombre. Otra manía que señala don Pablo: el verbo acercarse para indicar desplazarse a un sitio. Efectivamente, es un abuso. Hay una versión más castiza y útil: la de llevar a alguien a un lugar favorable aprovechando un trayecto. Por ejemplo, yo puedo preguntar al final de una reunión: "¿Alguien me acerca a Moncloa?". Siempre hay alguien más elegante que contesta: "Yo te llevo donde sea. No soy de los que acercan sino de los que llevan".
Como ejemplo extremo del habla dislocada está el parlamento de un gitano que acude con su mujer al ginecólogo. Me lo envía un libertario que desea permanecer anónimo por el temor a que pueda pasar por "políticamente incorrecto". Pero el razonamiento del gitano no tiene desperdicio. Copio solo algunas frases. Debe respetarse la ortografía auténtica:
Ayy miíre, dotor, es que tenemo un problema: mi mujer y yo quereemo tener condescencia y no podeemo, pero no sabeemo lo que es. Porque o yo soy omnipotente o mi mujer es histérica. Otro dotor nos dijo que mi mujer tenía la vajilla rota y la emperatriz subida. A mí, hace años, me operaron de la protesta, y a lo mejor me han dejado escuelas en el cuerpo. A mi mujer le hicieron una coreografía y el médico nos dijo que hiciéramos el cojito a diario. Otro doctor nos recomendó hacer vida marítima más endeseguido, pero na de na. Además mi mujer hace tiempo tuvo un alboroto y le nació el féretro muerto. Yo creo que personarmente que tol problema es que mi mujer es frigorífica, porque nunca llega al orégano.
Creo que no hace falta traducir los tecnicismos que emplea el gitano.