El ritmo diario de la producción de noticias resulta un tanto engañoso. Por fuerza hay que comentar lo que sucedió ayer mismo o va a ocurrir hoy o mañana. Los periodistas y los receptores de los medios vivimos de tal ficción. Todos los días tiene que acontecer algo relevante. Noticia es novedad. Pero la realidad nos dice que lo decisivo para la vida colectiva (y también la individual) no se asoma necesariamente con ese ritmo circadiano. Ni siquiera el tiempo meteorológico se ajusta a tal secuencia. Lo fundamental es la tendencia de los fenómenos discretos. Es su espesor lo que verdaderamente interesa. Su contrario es el titular de prensa, pero desgraciadamente es el que manda.
Algunas veces me dedico a leer periódicos de papel en la biblioteca municipal de mi pueblo. Es la ocasión de pegar un repaso tranquilo a los ejemplares atrasados. Me maravilla el hecho de que las noticias y comentarios de los días anteriores presenten una insospechada vigencia, precisamente porque hacen ver las tendencias. Me llama la atención lo que ya no interesa a los periodistas, obligados por la inmediatez. Ni siquiera les resulta atractivo el "hoy", sino "el día de hoy", un galicismo horrendo que ha hecho fortuna.
Otra convención periodística y política es que las dificultades colectivas todas exigen una solución. Sueños vanos. Hay problemas insolubles, aunque no los consideremos así. Obsérvese en la parla usual que ya nada nos parece "difícil". En su lugar decimos que es "complicado". Pero lo contrario de lo complicado es lo sencillo, así como el antónimo de lo difícil es lo fácil o hacedero. Son dimensiones distintas. En la práctica las mezclamos para no desesperarnos. Hay cuestiones muy sencillas que no son de fácil resolución. Hay también crucigramas complicados que tampoco plantean muchos quebraderos de cabeza.
No logro recordar un texto de un periodista, comentarista o político en el que se reconozca que un problema no tiene solución. Pero son abundantes tanto en las matemáticas como en la vida. Hay veces en que las hojas de los árboles no nos dejan ver el bosque. Una ilustración reciente. Se ha señalado como un triunfo que la mayor parte de los gerifaltes del PSOE se oponían a ir a unas nuevas elecciones generales. Es claro que, de haberlas tenido, aparte de perderlas, esos mandamases se habrían visto con la insospechada obligación de aumentar el número de fines de semana con sus respectivas familias. Habría sido atosigante. Una reunión o acto del partido político constituye la excusa perfecta para incumplir las obligaciones familiares.
Más incongruencias. Asombra que el presidente de la gestora del PSOE apelara al principio del mandato imperativo, por el que los diputados de su partido debían seguir las instrucciones de voto de sus gestores. Pero resulta que el mandato imperativo lo prohíbe expresamente la Constitución para la conducta de los diputados. Pelillos a la mar. No termina aquí la cosa. Los críticos dentro del PSOE solicitan la consulta a los "militantes". No han caído que, en buena doctrina, el PSOE no tiene militantes sino afiliados, que no es lo mismo. Además, la verdadera consulta debería ser a los posibles votantes, esto es, simpatizantes. Tal consulta vendría a ser el equivalente de las auténticas primarias. Todo lo demás son romances. Es otra prueba de que las verdaderas noticias no son siempre las nuevas, ni siquiera las que suceden.