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Amando de Miguel

El duelo de los dos jayanes

Tenemos a cuatro gigantes rivalizando por el poder. Los cuatro alardean de que en sus respectivos partidos hay muchas mujeres, pero ellos (ay) son hombres.

El episodio del debate entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez podría recordar el cuadro de Goya Dos hombres riñendo a garrotazos. Se ha considerado como uno de los símbolos de las dos Españas. Pero se trata de un vano empeño para reducir la Historia a una consideración dual. Suele ser una simplificación excesiva.

Se dice que la fórmula política de la Transición ha sido el bipartidismo (más o menos corregido con el interesado apoyo de los nacionalistas). Ahora se nos abre el abanico para instalar un tetrapartido, además de otros grupúsculos. Hay cuatro candidatos que se autoproclaman como aspirantes a gobernar a España. Por tanto, se establecen cuatro posibles relaciones binarias: 1) Rajoy-Sánchez, que representan la confrontación derecha-izquierda de la vieja política de la Transición; 2) Rivera-Iglesias, que reproduce la misma oposición derecha-izquierda pero de la nueva política, la emergente; 3) Rajoy-Rivera, es decir, la discrepancia entre la vieja y la nueva política dentro de la derecha; 4) Sánchez-Iglesias, o sea, el antagonismo entre la vieja y la nueva política dentro de la izquierda.

Las parejas que digo son solo teóricas. En la práctica los de la vieja política no quieren reconocer que lo son. Lo más pintoresco es que los cuatro caudillos desean pasar por socialdemócratas. Claro es, ¿quién no va a pretender ser de inspiración demócrata y de vocación por el interés social?

Tenemos a cuatro gigantes rivalizando para llegar al poder. Los cuatro alardean de que en sus respectivos partidos hay muchas mujeres, pero ellos (ay) son hombres. Atención, detrás de cada uno de los cuatro líderes se vislumbran diversas mujeres. Por ejemplo, Soraya Sáenz de Santamaría, Ana Pastor, Cristina Cifuentes o Esperanza Aguirre, entre otras, detrás de Rajoy. Susana Díaz detrás de Sánchez, Inés Arrimadas tras de Rivera, Carolina Bescansa junto a Iglesias.

Está próxima la hora en la que al frente del Gobierno de España se sitúe una mujer. Ese será el verdadero indicio de la nueva política, del nuevo régimen. Pero ¿el sexo establece alguna diferencia en el estilo de gobernar? Creo que sí. Baste una sola ilustración. Las mujeres van a ser más sensibles no ya a proscribir la corrupción, sino a oponerse a un vicio más grave: el enriquecimiento legal a través de la política. Es claro que tal avidez crematística es primordialmente masculina. Lo siento si la aseveración anterior puede parecer sexista. Así veo las cosas.

En consecuencia, tras el debate entre los dos hombrones de la vieja política hay que imaginar las figuras femeninas que se encuentran detrás. Algo parecido ocurre cuando se enfrentan los dos mocetones de los partidos emergentes.

Solo una recomendación referida al lenguaje corporal. Procuren los descamisados ponerse una chaqueta en los debates. Es una prenda que se inventó para que no se notara el sudor de los sobacos. Recuerden que Nixon perdió el debate con Kennedy porque se le vio cómo le corría el sudor por el rostro. Aunque puede que en España no seamos tan exigentes con la pulcritud física.

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