A muchos nos interesa seguir las noticias. Antes nos podíamos maravillar de que todos los días hubiera sucesos nuevos. Ahora, con los medios digitales y electrónicos, el periodo es de horas, de minutos, instantáneo. Es lo que se llama (no sé por qué) "tiempo real". La mente humana no está preparada para ese ritmo diabólico.
No estaría mal que nos distanciáramos un poco de esa alocada sucesión de las noticias para recuperar el ciclo hebdomadario. Era el que tenían antes las revistas de opinión, hoy tristemente fenecidas. Esa cadencia semanal se mantiene un poco en los artículos de opinión, lo que tranquiliza un poco. En las tertulias políticas o deportivas de los medios audiovisuales se acortan los tiempos. Interesa lo que ha sucedido ayer, lo que va a sorprendernos hoy mismo o quizá mañana. Francamente, resulta un poco agobiante acomodarse a un ritmo tan veloz. No es solo una cuestión de tranquilidad psicológica. Los eventos diarios no se pueden explicar bien si no se distancia uno de ellos. El ojo humano no es el del insecto. Un exceso de detalles cercanos nos puede abrumar y entorpecer la visión.
Una vez bien informados de lo que pasa realmente, viene lo más difícil y necesario. Se trata de interpretar lo que pasa, otear el futuro inmediato para anticipar la posible evolución. Conviene ir un poco más allá de la mera previsión, que es la típica de los meteorólogos o los economistas. Lo que verdaderamente interesa es la explicación de los factores que intervienen para imaginar lo que va a suceder. Aquí se imponen plazos más generosos. De poco sirve asegurar el acontecimiento previsto en la agenda para mañana o los próximos días. Eso puede funcionar a escala individual. Los sucesos colectivos relevantes exigen tomar en consideración las líneas de tendencia. Ah, eso es muy difícil. Aquí es donde se nota la cualidad de los verdaderos estudiosos. Son los que llevan mucho tiempo analizando los hechos relevantes del pasado. De ahí que la auténtica realidad actual se extienda hacia atrás algunos días, meses e incluso años. En mi campo de la sociedad española, la verdadera actualidad empieza a contar hace más de un siglo. Por tanto, el conocimiento de lo que se llama "historia contemporánea" no es algo añadido por curiosidad, sino que se hace necesario tenerlo siempre presente.
No es este el único sesgo que se debe tener en cuenta a la hora de conocer bien lo que pasa. En el plano de las noticias políticas arrastramos el inconveniente de reducir los sucesos relevantes a las declaraciones de los hombres públicos, más concretamente de los que ostentan un cargo político. Si no se aportan más fuentes y puntos de vista, el resultado puede ser una caricatura de la realidad, algo lejos de su verdadera imagen. Por desgracia, es lo que ocurre muchas veces al tratar de hacernos con las noticias políticas. No es un sesgo estadístico. El problema es más hondo. Los notables de los partidos, los altos cargos y no digamos los portavoces dicen… lo que tienen que decir. No hay sorpresas ni opiniones válidas. Nos hallamos muy lejos de una suficiente objetividad.
Tampoco valen mucho las imágenes o los contenidos de las manifestaciones callejeras más o menos populares. Se suele considerar que son sucesos reseñables, pero no añaden nada a la comprensión de la realidad. El sesgo es todavía mayor cuando no se trata de manifestaciones parciales, movidas por un legítimo interés, sino de unanimidades. Por ejemplo, ¿quién va a estar contra la igualdad de derechos entre varones y mujeres? No nos dice nada una marcha multitudinaria en favor de tal deseo. En todo caso, tendría algún sentido si dejara ver que se trata de ir contra los musulmanes. Pero eso no sería socialmente aconsejable (ahora se dice "políticamente correcto"). Claro que hay un efecto más práctico de las manifestaciones gregarias de ese estilo: se trata de conseguir más subvenciones para los grupos feministas y similares. Ese es otro cantar.