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Amando de Miguel

Cuestiones personales

En la tradición de los Estados Unidos los "libertarios", más que un cuerpo de doctrina, es una actitud que se opone a la preeminencia del Estado y que fomenta el desarrollo pleno de la libertad.

En principio, el asunto del idioma es eminentemente objetivo, impersonal. Pero la práctica demuestra que se impregna continuamente de subjetividad, personalismo. Después del nombre propio, la lengua que hablamos es lo que define mejor nuestra personalidad. Es asombroso el monto de pasiones que levanta la discusión sobre estos asuntos aparentemente gramaticales. Los hombres están dispuestos a todo con tal de tener razón, de imponer sus metáforas.

Jorge Eixeres (Barcelona) dice que le gusta mucho el término "libertario" que aquí empleamos para calificar a "los que creemos en la libertad", así como "hace pocas décadas se usaba para ensalzar la figura de asesinos como [Ernesto] Guevara". Tengo que matizar, una vez más, que esa etiqueta de "libertarios" la utilizamos aquí como un neologismo festivo para indicar los que participan en esta seccionilla de Libertad Digital. La bondad de esa palabra "libertario" está precisamente en su polisemia. El significado histórico europeo se asocia al anarquismo. A fines del siglo XIX, dado que no se podía utilizar legalmente la voz "anarquista", los anarquistas fundaron la Revista Blanca y adoptaron ese neologismo de "libertario". Con ese término, los anarquistas pretendían desvincularse de sus conexiones con otros grupos revolucionarios, como los socialistas o los comunistas. Frente a la dictadura del proletariado, los anarquistas exaltaban la libertad plena.

En la tradición de los Estados Unidos los "libertarios", más que un cuerpo de doctrina, es una actitud que se opone a la preeminencia del Estado y que fomenta el desarrollo pleno de la libertad. Es casi lo opuesto de la tradición de los "libertinos", una secta que pretendía borrar la frontera entre el bien y el mal.

Pero lo mejor será olvidarse de todos esos precedentes, pues lo de "libertarios" es aquí un neologismo festivo. Naturalmente, hay que conocer lo mejor posible las palabras que vienen en los diccionarios; pero, cuando no vienen, se inventan. La lengua es un continuo fluir de la corriente de neologismos que la alimenta y de la de anacronismos que se quedan varados en el tiempo. Más que nuevas palabras, lo que alimenta al idioma es el caudal de los nuevos sentidos que se dan a los vocablos inveterados. Por eso la polisemia es la sal de los guisos léxicos.

Arsenio Arribas aporta un dato interesante sobre el cuentecillo de Navidad recogido en la red por Miguel A. Taboada. Por lo visto hay una versión de José María Javierre con el mismo argumento de la "carta a Dios". En este caso la carta se dirigía a San Martín de Porres para pedirle dinero. Los carteros, conmovidos, hacen una colecta entre ellos y le envían la suma recogida al autor de la carta. El cual le envía otra a San Martín con la sospecha de que los funcionarios de Correos se habían quedado con una parte del dinero pedido. Sospecho que alguna versión primordial de ese cuento proviene de la antigua Persia.

Tomás Jiménez contesta a mi crítica sobre la posible retractación de la Iglesia Católica española por la bendición que otorgó al régimen de Franco. Concluye: "Solamente le ha faltado poner su nombre; rasgo de humildad, al referirse a los españoles que no se sometieron al régimen de Franco y que por ello sufrieron cárcel o persecución". Hombre, mis prisiones fueron muy livianas. En la cárcel estuve de "caballista" (privilegiado) en la enfermería y encargado de censurar los libros y revistas que recibían los presos. Gran paradoja. Lo cuento en mi libro El final del franquismo. Testimonio personal (Marcial Pons). Tampoco es para colgarse medallas. Otra cosa es que la prisión me alterara profundamente y, como consecuencia, cambiase mi vida de modo radical. Pero eso es otra historia, desde luego. Sigo en mis trece (como los judíos delante de la Inquisición): Es una estupidez pedir perdón por los sucesos históricos. Tendríamos que empezar por pedir responsabilidades a Adán y Eva, y luego a Caín. ¿Habría que pedir una indemnización al Estado de Israel? Un disparate. El mérito de una persona talludita está en haber criticado al franquismo en vida del Caudillo; ahora, a toro pasado, no tiene gracia.

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