Añoraremos el bipartidismo, vive Dios. Nos hemos instalado en el deseado multipartidismo y ahora toca pechar con el desgobierno. Es una experiencia. Se me dirá: "En Italia o Francia también han pasado por ella y ahí están tan pimpantes". Ya, pero esos otros países de la latinidad europea cuentan con una estructura funcionarial mucho más hecha. Es decir, los directores generales o equivalentes suelen ser funcionarios de carrera, ascendidos por sus méritos. Aquí nada de eso; no ya los directores generales, muchos otros puestos menores de los ministerios se nombran a dedo por el ministro correspondiente. Se cumple, entonces, que un equilibrio inestable de los Gobiernos significa en España la hecatombe administrativa.
No es que me deje llevar por mi pesimismo de natura, sino que la realidad es así de dificultosa. Claro es que todo se puede arreglar pactando entre los partidos llamados a gobernar de consuno. Pero resulta que los líderes de los partidos no se hablan, no pueden verse ni en pintura, se odian. De ahí la extraña condición de "yo pactaría con el otro partido, pero solo si quitaran a su presidente". No parece un juego político muy elegante.
Puede que el término desgobierno sea una exageración retórica por mi parte. Dejémoslo en equilibrio inestable. La consecuencia es la misma, a saber, que la experiencia nos va a costar mucho dinero a los contribuyentes. No importa que, para ocultarlo, nos llamen "ciudadanos y ciudadanas". Que no se me redarguya que nosotros lo hemos querido. No, señor. Uno vota a un partido como solución menos mala, pero confía al menos en que sus dirigentes sepan ponerse de acuerdo con otros para gobernar.
Una cosa va a ser interesante en el nuevo Congreso de los Diputados. Los debates nos van a parecer mucho más divertidos que los del régimen anterior de la Transición. No es un gran consuelo, pero al menos los plumíferos tendremos más tela que cortar. Veremos menos corbatas en los varones y más peinados a lo garsón en las mujeres. Habrá más atuendos atrabiliarios.
Es inútil discutir sobre la fórmula de la investidura para el nuevo Gobierno. Sea el que sea, no va a poder gobernar. Tendrá que convocar elecciones anticipadas. La fiesta no ha terminado.
En un caso se van a poner de acuerdo todos los partidos. Es cierto que se va a producir una cierta circulación de las elites (Pareto), aunque también se cumplirá la ley de hierro de las oligarquías (Michels). De ahí que vaya a ser muy fácil el acuerdo para que los diputados continúen con sus privilegios. Seguiremos teniendo periodistas, comentaristas y tertulianos al servicio de los partidos; "hoplitas" los he llamado yo para dignificar un poco su función.