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VILLANOS

¿Por qué Mourinho?

"¿Por qué?". Mourinho en rueda de prensa tras perder 0-2 con el Barcelona en la ida de semifinales de la Champions, abril de 2011.


	"¿Por qué?". Mourinho en rueda de prensa tras perder 0-2 con el Barcelona en la ida de semifinales de la Champions, abril de 2011.

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¿Por qué Mourinho
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¡Qué intuición la de Google! Porque no hay duda de que la luz blanca madridista se ha descompuesto al pasar por el prisma de Mourinho, que ya de joven experimentaba ciertos problemas de conducta que le llevaron a, por ejemplo, enfrentarse a su profesor de Matemáticas. Además, el hombre más poderoso actualmente del madridismo cada vez que abre la boca no es que haga llover es que desencadena tormentas, tsunamis y diluvios universales. Hay quien incluso sostiene que el portugués es un mutante, al estilo de Magneto, con el ADN formando una espiral especialmente retorcida.

Al parecer la Asociación de Revistas de Cómics de América tiene entre sus reglas que "los criminales no deberán ser presentados con aspecto glamuroso ni deberán ocupar una posición que cree entre los lectores el deseo de emulación". Pero en ocasiones los guionistas se rebelan contra esta pacata imposición y tanto en los cómics como en el cine cuelan a malvados, criminales, insanos, supervillanos varios, que le ganan la escena al bueno de turno. Darth Vader o Hannibal Lecter son los dos ejemplos paradigmáticos de la encarnación del Mal en el mundo de la ficción. En la vida real, y tras la desaparición de Bin Laden, solo queda un ejemplar de humano que pueda suscitar el odio y la animadversión de las almas bellas: José Mourinho.

El entrenador portugués reúne en su persona dos características cuya conjunción no se perdona fácilmente en una sociedad que ha hecho de la humildad y la solidaridad los valores fundamentales: la valía profesional por un lado y lo que Aristóteles llamaba magnanimidad. Porque lo que está llevando a cabo Mourinho es nada menos que un conflicto entre maneras de entender la virtud. Y es que las virtudes se definen en relación a una meta, un fin, un objetivo. En este caso, ¿cuál es la meta de un entrenador de futbol profesional? Evidentemente, la victoria. Y para conseguir dicho fin, la victoria, tendrá que emplear todos los medios a su alcance, combinándolos de la manera más pragmática posible.

Desde un punto de vista aristotélico no cabe duda de que Mourinho es un entrenador ejemplar. Por supuesto a Aristóteles no le hubiera caído bien, desde la perspectiva moral, ni Jesús de Nazareth, ni San Pablo ni, mucho menos, Guardiola, ese compendio de virtudes cristianas (fe, esperanza, caridad, humildad). Por el contrario, Mourinho responde a lo que Aristóteles llamaba "hombre de alma noble" que "pretende mucho y merece mucho" ya que pretender menos de lo que se merece es un vicio, en la misma forma en que lo es un exceso en las pretensiones. En el modelo sumamente soberbio de Aristóteles (que retomaría Ayn Rand en su ética individualista y egoísta reflejada en novelas como El manantial) el "hombre noble" expresa sus opiniones sin temores ni parcialidades porque, en palabras de uno de sus mejores intérpretes, Alasdair MacIntyre:"Tiene una pobre opinión de los demás y no se preocupa por disimular su opinión".

Aristóteles no atribuye al "alma noble" ningún sentimiento de su propia falibilidad en la medida en que lo concibe como carente de defectos. Las actitudes características del hombre de "alma noble" exigen una sociedad de superiores e inferiores en la que pueda exhibir su particular condescendencia, por lo que se basta a sí mismo y es independiente hasta la prepotencia. No da importancia a nada y solo comete un agravio intencionadamente. En el mejor de los casos, es un arrogante y condescendiente caballero inglés con trazas de esclavista portugués. En el peor, un pedante presumido.

Los aficionados del Real Madrid se han visto, por tanto, sometidos a un desafío sobre la estructura moral de su club: o bien plegarse a la añeja noción de "señorío cristiano", una especie de templarios avant la lettre, de monjes soldados, tal y como viene reflejado en su himno: "¡Hala Madrid! ¡Hala Madrid! Noble y bélico adalid, caballero del honor. A triunfar en buena lid, defendiendo tu color. Enemigo en la contienda, cuando pierde da la mano, sin envidias ni rencores, como bueno y fiel hermano".

O bien adherirse a la tradición chulesca y soberbia, aristocrática y elitista, que arranca de Di Stefano y llega hasta la Quinta del Buitre pasando por Benito, Juanito, Stielike o Hugo Sánchez. Florentino Pérez, que jugaba a la serenidad mayestática, parece que se ha rendido al plebiscito ganado por su entrenador. O bien puede ser que sea un maquiavélico estratega al estilo de aquel al que cantaba Julio Iglesias, "Soy un truhán, soy un señor", según sople el viento populista siguiendo la máxima Vox populi, vox Dei.

Por otra parte, Isaiah Berlin distinguía entre pensadores "erizo" y "zorro". Siguiendo a Arquíloco, que había establecido que "Muchas cosas sabe la zorra, pero el erizo sabe una sola, y grande", el filósofo liberal habría categorizado a Guardiola como un erizo porque posee una visión central, sistematizada, del fútbol, un principio ordenador en función del cual tienen sentido y se ensamblan los acontecimientos futbolísticos. Por el contrario, Mourinho sería más bien un zorro en cuanto que tiene una visión múltiple de su deporte y de los futbolistas, en el que el juego es una compleja diversidad en la que el todo es tumultuoso y caótico, por lo que en lugar de tratar de someterlo a un orden artificial de lo que se trata es de surfear el caos, incluso provocándolo para de esta manera dirigir él la gran ola que todo lo arrasa. Mientras que Guardiola todavía tiene que demostrar que sabe jugar de otro modo en que lo hace cuando los jugadores no tengan las características específicas de lo que ha venido en llamarse "jugones" (como le sucede a su jugador paradigmático, Messi, que ha fracasado fuera de la incubadora futbolística del Camp Nou), Mourinho ha demostrado su polivalencia, adaptándose a las circunstancias y los diferentes escenarios sin perder, eso sí, su sello particular. 

En El protegido, la gran obra de Night Shyamalan, el malvado criminal interpretado por Samuel L. Jackson le explicaba al superhéroe a su pesar encarnado por Bruce Willis que: "La auténtica razón de existir de un supervillano es sacar a la luz a un superhéroe".

Y viceversa. Porque el deporte o es competición o no es nada ya que la gracia reside precisamente en que simboliza la dinámica contradictoria de la realidad. "La contienda está en el origen de todas las cosas" sentenció Heráclito. Al menos, de las cosas grandes. Así los duelos entre Senna y Prost, Borg y McEnroe, los Lakers y los Celtics... en los que siempre un polo de la pareja de opuestos representaba el papel luminoso y alegre de Apolo mientras que el otro polo estaba monopolizado por la dimensión pasional y oscura de Dionisios. En este caso, el equipo que juega de oscuro tiene el corazón más blanco. Y al revés por lo que afecta al Madrid, en el que algún día es posible que veamos a Mourinho disfrazado de Darth Vader y a todos los aficionados madridistas vestidos con la armadura blanca de la infantería imperial del Emperador Palpatine.

Mientras, los aficionados puros del fútbol disfrutaremos de esta tensión de rango mitológico entre los dos más grandes clubes y los dos más soberbios entrenadores en esta guerra de las galaxias futbolísticas.

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