El Vaticano mostró desde muy pronto interés por el cine como medio de propagación de las ideas y las actitudes cristianas. En la Encíclica del Papa Pío XII sobre el cine, la radio y la televisión Miranda Prorsus (1957) se puede leer:
Los maravillosos progresos técnicos, de que se glorían nuestros tiempos, frutos sí del ingenio y del trabajo humano, son primariamente dones de Dios, Creador del hombre e inspirador de toda buena obra; "no enim solum protulit creaturam, verum etiam prolatam tuetur et fovet". Algunos de estos nuevos medios técnicos sirven para multiplicar las fuerzas y las posibilidades físicas del hombre, otros para mejorar sus condiciones de vida; pero hay aún otros que miran más de cerca a la vida del espíritu y sirven, directamente o mediante una expresión artística, a la difusión de ideas, y ofrecen a millones de personas, en manera fácilmente asimilable, imágenes, noticias, enseñanzas, como alimento diario de la mente, aun en las horas de distracción y de descanso. Entre las técnicas que se refieren a esta última categoría, han tomado un extraordinario desarrollo, durante nuestro siglo, como todos bien saben, el cine, la radio y la televisión.
Más recientemente se creó el Centro Superior de Producción Cinematográfica de Guadalajara. De patronazgo católico, se denomina "Filmar lo inefable". "Inefable", del latín ineffabilis, lo indecible, que no se puede explicar con palabras. Pero no por ello debemos resignarnos al silencio sino que si no es posible "demostrar" al menos podremos "mostrar". Y si las palabras no bastan, echemos manos de las imágenes en movimiento. Lo cinematográfico: palabra más imagen, donde la imagen es un multiplicador del significado y permite rozar lo trascendente, lo sagrado. El objetivo del CSPC se vio apoyado por Benedicto XVI que les animó a:
Desarrollar un cine de calidad que, evitando aspectos tantas veces reductivos, proponga valores universales y modelos de convivencia ciudadana, y favorezca también el diálogo entre los pueblos y una cultura de paz, presupuesto irrenunciable para la civilización del amor.
Durante esta semana que el Papa está visitando España con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, ofrecemos un breve catálogo de algunas películas de contenido cristiano y que expresan a la perfección esa ambición, tanto intelectual como estética, por tratar de mostrar lo inefable.
'Diálogos de carmelitas' (1960)
El lema de esta JMJ 2011 es un versículo de San Pablo, "Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe" (cf. Col 2, 7) No hay mejor película para ilustrar la cita paulina que esta obra de teatro de George Bernanos, inspirada en hechos reales y llevada a la gran pantalla por Philippe Agostini y Raymond L. Bruckberger, en la que unas monjas carmelitas enfrentan su fe en Dios al terror de la Revolución Francesa cuyo feroz laicismo republicano les exige que renuncien a sus votos monásticos. Jeanne Moreau y Alida Valli rivalizan en belleza, sentido y sensibilidad.
'El Mesías' (1975)
Son muchas las películas que han tomado a Jesús de Nazareth como protagonista. Y bastantes buenas en líneas generales. Desde las más ortodoxas (Jesús de Nazareth, Zeffirelli, 1977) hasta las más polémicas (La última tentación de Cristo, Scorsese, 1988) pasando por las más físicas (La pasión de Cristo, Gibson, 2004) o las más espirituales (El evangelio según San Mateo, Pasolini, 1964) pasando por... ¡un musical! (Jesucristo Superstar, Jewison, 1973). Mi favorita sin embargo es una película que hizo Rossellini en su etapa para la televisión (recientemente editada en DVD) en la que comenzó con un biopic inteligentísimo sobre Sócrates y terminó su carrera rodando la vida de Jesús. Sócrates y Jesús, dos hombres que transformaron la moral del mundo.
'Yo confieso' (1953)
El muy católico Hitchcock rodó grandes secuencias sobre la culpa, la fe, la redención y la gracia. En Falso culpable (1956) Fonda, el protagonista, como último recurso para su situación desesperada se pone de rodillas y reza. Este moderno Job, que ha sufrido todas las penalidades de un destino ingrato y caprichoso que se ha cebado gratuitamente con él, aún mantiene, entre tanto dolor y desesperación, la llama de la fe en Dios que, finalmente, aparece en la forma cinematográfica de una transparencia. Su película más explícitamente religiosa es Yo confieso (1953) con un extraordinario Montgomery Clift encarnando algunos de los problemas más acuciantes de las paradojas de la fe.
'Palabra y utopía' (2000)
Manoel de Oliveira está empeñado en desafiar las edades que la Biblia adjudica a los grandes hombres abrahámicos entre los que el más famoso es Matusalén. Lo que es una buena noticia porque aún le quedarían 860 años para proporcionarnos películas tan inteligentes, contundentes y combativas como Palabra y utopía, inspirada en la vida del Padre António Vieira, un jesuita portugués del siglo XVII aficionado a los sermones y a defender a los indios de San Salvador de Bahía. Benedicto XVI recuerda con insistencia que el Dios cristiano es Logos, lo que significa tanto "razón" como "discurso". Y el cristianismo se basa, como el judaísmo o el islam, en la palabra de Dios. Al mismo tiempo que su reino no es de este mundo, es una utopía. Por tanto, el título de la película de Oliveira es una definición del mismo cristianismo en su apertura racional y humanista, aunque trascendente, al mundo.
'Ordet' (1955)
O La palabra. De nuevo. A diferencia de la de Oliveira en la de Dreyer se habla poco. Pero se escucha el viento, un viento que es como el soplo del Espíritu Santo secando las sábanas blancas tendidas en lo alto de una colina. Y hay un loco, un pobre idiota, que se cree Jesús. Y una mujer joven que muere. Y de fondo, las palabras ante las que todo cristiano, más tarde o más temprano, se tiene que enfrentar en lo más hondo de su ser:
Yo soy la Resurrección y la Vida, el que cree en mí, aunque hubiera muerto, vivirá, y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees esto?
En Twitter inicié un hashtag sobre #peliculascristianas que puede consultar. Algunas de las más destacadas para un maratón de cine explícitamente espiritual: El proceso de Juana de Arco, tanto en la versión de Dreyer (1928) como en mi favorita de Bresson (1962); Andrei Rublev (Tarkovski, 1966); Bajo el sol de Satán (Pialat, 1987); Diario de un cura rural (Bresson, 1950); El fuego y la palabra (Brooks, 1960, ¡más palabras!); Los comulgantes (Bergman, 1963); 7 mujeres (John Ford, 1966); Los jueves, milagro (Berlanga, 1957); Rompiendo las olas (Trier, 1996); El jinete pálido (Eastwood, 1985)... Dios es Logos pero también es, en el muy icónico cristianismo, Imagen.