Ahmadineyad accedió al cargo hace dos años tras encabezar una campaña popular prometiendo compartir los ingresos del petróleo y el gas con el pueblo iraní. En palabras del eslogan de su campaña, Ahmadineyad "pone los ingresos del petróleo en las mesas de la gente". Pero tras dos años de mandato, la economía flaquea. Mientras que el gobierno sitúa la tasa de inflación en el 12-13%, Radio Farda informa de que el centro de investigación del Parlamento de Irán indica que la tasa se aproxima actualmente al 20%.
Entrevistado en esa emisora, el economista iraní Fereidun Javand ha explicado que la mayor parte de los problemas económicos de Irán son producto directo de las insensateces económicas de Ahmadineyad. La caótica situación económica, observó Javand, surgió después de que el presidente "traspasara la toma de decisiones económicas, que antes se tomaban entre el Ministerio de Economía y Finanzas, el Comité de Planificación y Gestión y el Banco Central de Irán, únicamente a manos de la administración presidencial".
La mala gestión económica de Ahmadineyad, que incluye disuadir la inversión internacional mediante la desestabilización política de la región mediante su retórica belicosa y su frenético impulso al programa de armamento nuclear de Irán y apoyo a la yihad global, le ha valido el oprobio de la élite intelectual de Irán. En junio, 57 economistas iraníes firmaban una carta abierta condenando las políticas de Ahmadineyad y acusándole de "ignorar los principios básicos de la economía". Los economistas advertían de que "la mala gestión gubernamental se está cobrando un precio enorme en la economía y contribuye a que los elevados ingresos petroleros de los dos últimos años solamente puedan retrasar la inminente crisis económica".
El problema básico de la economía de Irán es que el Gobierno gasta más subvencionando los precios de lo que ingresa de los beneficios del petróleo y el gas. El Gobierno vende gasolina al público a un quinto del precio de producción. Como informó Associated Press, en el 2006 Irán ingresó 50.000 millones de dólares en beneficios del petróleo y el gas. Pero gastó 60.000 millones de dólares en subvenciones a los combustibles y otros subsidios.
Irán podría tener más éxito en cubrir sus costes si fuera capaz de atraer a inversores extranjeros para explotar sus cada vez más anticuados campos de extracción de petróleo y gas. Pese al gran interés exterior en desarrollar los sectores petrolero y gasista de Irán, dos factores trabajan para desalentarlo. En primer lugar están los esfuerzos norteamericanos por desanimar a la inversión extranjera en el sector energético de Irán. En segundo lugar, como informó AP, es el propio Irán quien disuade a los inversores extranjeros ofreciendo acuerdos con bajos porcentajes de beneficio. Mikkal Herberg, un ex ejecutivo del sector del petróleo, declaró al servicio de información que Irán hoy ofrece unos márgenes a los inversores extranjeros de entre el 6 y el 10%. En palabras de Herberg, "en un entorno de bajo riesgo, quieres ver del 10 al 12% de beneficio. En un entorno altamente volátil [como Irán], se necesita más del 15% para que tenga sentido invertir".
Las ofertas de beneficio mínimo de Irán han desalentado a los inversores que no tienen problemas en poner dinero en un Estado criminal que intenta desarrollar armas nucleares. El acuerdo de Sinopec, de China, para explotar el campo de extracción petrolera de Yadavarán se está retrasando porque el margen de beneficio que Irán ofrecía a los chinos era demasiado baja.
Por su parte, Irán sostiene que la inversión extranjera es elevada. La semana pasada, el parlamentario iraní Ahmed Nejabat se jactaba de que Irán se había asegurado alrededor de 10.000 millones de dólares en inversión europea en sus sectores petrolero y gasista durante los últimos años. Irán anunció también que entre marzo de 2006 y marzo del 2007, su volumen comercial con el mundo árabe no relacionado con el petróleo rondaba los 16.000 millones de dólares.
Pero incluso si la imagen tiene su lado bueno y su lado malo, está claro que la economía de Irán se encuentra en una trayectoria descendente. Esto ha hecho creer a muchos que el descontento económico de los iraníes hará que el régimen adopte una postura más conciliatoria hacia la comunidad internacional abandonando su programa nuclear. Se argumenta de manera parecida que los problemas económicos de Irán llevarán al poder a los detractores más moderados de Ahmadineyad en las elecciones parlamentarias del año que viene. Además, durante los últimos meses se ha pronosticado que la debilidad económica de Irán eventualmente hará que el régimen se venga abajo y ponga fin por tanto al fantasma de un Irán con armamento nuclear.
Desafortunadamente, la probabilidad de que en un futuro próximo los problemas económicos de Irán hagan que el régimen modere sus políticas o lleven al poder a los detractores del régimen en el parlamento de Irán no es elevada.
Hace unos días, el Consejo de los Guardianes del Régimen nombró a cuatro mulás radicales para formar el panel electoral. Este panel es responsable de dar su aprobación a los candidatos políticos que quieran presentarse y de supervisar el proceso de votación. En el 2004, impidió presentarse a los candidatos moderados y garantizó así que los radicales acabasen controlando el parlamento. El anuncio del Consejo de los Guardianes garantiza que las elecciones del 2008 conservarán de igual manera a los radicales en el poder.
Por otra parte, Ahmadineyad ha respondido a sus errores en materia económica reforzando aún más su control. Los medios iraníes anunciaron que Ahmadineyad había despedido a los ministros de Petróleo e Industria del país. Ambos hombres habían trabajado para evitar que Ahmadineyad coronase su toma de control de la economía. Con estas dos carteras de peso bajo su total control, no hay duda de que intensificará tanto su consolidación en el poder como la represión de sus críticos.
Aunque es posible que la mala gestión económica de Ahmadineyad pueda al final tumbar su régimen al arruinar al país, no hay motivos para creer que esto vaya a ocurrir antes de que Irán adquiera armas nucleares. Irán está hoy enriqueciendo uranio en alrededor de 3000 centrifugadoras en sus instalaciones nucleares de Natanz. Un funcionario iraní afirmó el mes pasado que esto es suficiente para construir una bomba nuclear.
Si Irán adquiere armas nucleares, la deseabilidad de invertir en su sector petrolero podría incrementarse. Los países europeos ansiosos por apaciguar a los iraníes con la esperanza de abandonar la lista de enemigos de unos mulás con armamento nuclear podrían decidir que un 6 y hasta un 3% de beneficio sobre su inversión es un acuerdo a tener en cuenta. Y así, un Irán con armamento nuclear podría ser económicamente más viable que un Irán sin armamento nuclear.
Finalmente, incluso si el régimen colapsa como resultado de su incompetencia económica, no está garantizado en absoluto que el nuevo régimen fuera más amistoso con el mundo exterior o supusiera una amenaza menor para la seguridad global a medio y largo plazo que el presente régimen. Para comprender por qué merece la pena considerar a la Rusia post soviética.
El colapso de la Unión Soviética no hizo que el pueblo ruso revisase las premisas ideológicas y morales básicas sobre las que el régimen soviético se levantaba, ni que vinculase esas premisas a la eventual implosión del imperio soviético. Cómo observó hace poco Reuben Johnson en el Weekly Standard, los rusos atribuyeron la caída de la URSS a la traición de funcionarios desleales y del mundo exterior. Al utilizar a otros como chivo expiatorio por el colapso del régimen, los rusos se ahorraron la necesidad de aceptar el fracaso moral del modelo soviético y trazar un nuevo rumbo.
El hecho de que los rusos no se hayan reconciliado con la naturaleza perversa del comunismo soviético quedó en evidencia en el 2003, cuando el 53% de los rusos afirmaban que Stalin fue un gran líder y otro 36% decía que era más bueno que malo. Como escribió recientemente Boris Nemstov, el ex primer ministro en funciones y actual detractor del régimen, en el diario Vedemosti, el hecho de que "el 40% de los rusos esté dispuesto a votar a cualquiera persona a la que apoye Putin" en las elecciones presidenciales del año que viene es testimonio del hecho de que el propio pueblo ruso se opone a la democracia.
Rusia está desafiando hoy a Estados Unidos a cada nivel imaginable. Está avanzando con violencia en una dirección neo-imperialista. Esto ha quedado claro con mayor claridad en su reclamación de la soberanía sobre el Polo Norte, su trato hacia las repúblicas ex soviéticas, y su objetivo declarado de construir un destacamento naval permanente en Siria. A la luz de la hostilidad de Rusia y su rechazo a la democracia, es evidente que la caída de la Unión Soviética no fomentó un cambio en la mentalidad moral o psicológica de Rusia.
Observando el rechazo de Rusia a asumir la herencia de la Unión Soviética, el académico ruso David Satter advirtió de forma profética en el National Review en el 2002 que "la 'era del buen rollo' en las relaciones ruso-norteamericanas (...) podría acabar teniendo muy poca duración. (...) Dejando a un lado los intereses geopolíticos, la dirección rusa no ha realizado ningún esfuerzo real por adoptarse a los valores occidentales, particularmente el respeto al individuo y el valor de la vida humana."
Lo mismo podría suceder fácilmente en Irán si el fracaso económico, no acompañado de la reprimenda moral, fomenta la caída del régimen. Para evitar que un futuro régimen en Irán tenga el aspecto de una versión iraní de la Rusia de Putin, debilitar la economía de Irán es insuficiente. Estados Unidos, Israel y las demás fuerzas externas deberían estar cultivando, apoyando y organizando activamente una dirección alternativa que pueda tomar el control y orientar a Irán en una nueva dirección moral e ideológica después de que el régimen caiga.
Está claro que aunque el fracaso económico de Irán es un avance positivo que debería ser explotado y aprovechado, por sí solo no es ninguna indicación de que la amenaza de Irán a la seguridad global se esté debilitando. Para evitar que Irán adquiera armas nucleares y amenace al mundo a largo plazo, además de fomentar su fracaso económico se deben tomar políticas militares encaminadas a destruir sus instalaciones nucleares y políticas encaminadas a garantizar que el próximo régimen de Irán sea mejor que el actual.