Habían venido a tomar té en casa. Mi mujer es así de rara y a veces invita amigos al Five o’clock. Estaban discutiendo de compraventa de cuadros. A Nina le sigue entusiasmando la pintura, yo no bebo té y tenía trabajo, pero pasé a saludar, cuando Anita me hizo esa extraña pregunta. Bueno, no tan extraña, ya que El País es el único periódico español que los franceses conocen y no es la primera vez que me hacen esa pregunta; puesto que digo que escribo artículos en español (más o menos) para la prensa española, sólo puede ser en El País, puesto que es el único. Los franchutes tienen una visión muy realista de España.
Además, y a esto iba, a la mayoría de mis amigos no les entra en la cabeza que yo no siga siendo "de izquierdas". Como no me censuro en mis artículos, no voy a censurarme en mis conversaciones privadas. Y pese a haberme declarado en ellas partidario de la intervención militar en Irak, satisfecho de la victoria electoral de Bush, muy crítico con la política cobarde y oportunista de Rodríguez Zeta (hasta tienen miedo a enviar tropas al Líbano, por lo visto) y partidario incondicional de Israel; pese a todo, para muchos, sigo siendo "de izquierdas". ¿Por qué? Por ser ateo, haber sido antifranquista, ser antirracista y odiar el antisemitismo.
No todos mis amigos –y amigas– son tan apolíticos como Anita, la cual se cree exactamente lo contrario, claro. Yo la definiría como de izquierda sentimental, rebosante de buenismo y, tratándose de Israel y de la guerra actual, su preocupación esencial es que Israel no sufra, que sus amigos y familia israelíes no resulten heridos o muertos. Se pregunta –me pregunta– si Israel no "ha caído en una trampa" y sueña con que Israel pueda vivir en paz. Entiende, pero sin comprenderlo realmente, que Israel tiene que defenderse porque su existencia está en peligro pero, ¿no se podría encontrar una solución para obtener la paz? Muchos judíos franceses opinan, más o menos, lo mismo. Como yo, para explicarla a ella y a sus amigos mi desprecio por El País, le citaba Le Monde, me recordó que lo leía todas las tardes y que no se había portado tan mal como yo decía porque habían publicado un largo artículo de Bernard-Henri Levy sobre esta guerra. Como no lo tenía, me lo envió y lo leí: es una mierda.
Bueno, en ese periódico despreciable, un reportaje que no sea anti israelí, desde luego, llama la atención, pero es el típico artículo del intelectual "bailarín" que aprovecha cualquier ocasión para lucirse él, citar a Malraux sin que venga a cuento, sólo para demostrar su admiración por su modelo de "escritor aventurero", y presumir de que conoce a todos los dirigentes israelíes desde el año de la nana. Cuidando, como siempre, su imagen de intelectual de izquierdas, intenta defender Israel con argumentos "de izquierdas", insistiendo en que hay que lograr la paz. ¿La paz, o el cuento de nunca acabar? Porque desde 1948 la guerra nunca termina y actualmente se agrava, con la presencia de Hezbolá en el norte y Hamás en el sur y, sobre todo, Irán y Siria, cada vez más agresivos.
¡No me habléis más de paz! Todo el mundo quiere la paz, empezando por los israelíes, pero resulta que estamos en guerra y que hay que ganarla. Desde luego, Israel está en primera fila, es el país más amenazado, la democracia más expuesta y más necesitada de solidaridad internacional, y no puede decirse que ésta abunde. Pero la guerra de defensa de las democracias, contra el terrorismo islámico y los estados asimismo terroristas, es una guerra mundial que va para largo y que durará decenios; cosa que nadie quiere meterse en la cabeza.
En este sentido, yo lamento que la aviación israelí no haya destruido las bases nucleares iraníes donde se han construido y se siguen construyendo armas nucleares. No estoy loco del todo; sé perfectamente que sería una acción políticamente muy delicada y hasta peligrosa, pero también sé que mañana o dentro de un año o dos, los cohetes de Hezbolá podrán tener "cabezas" nucleares y arrasar Haifa y Tel Aviv, cuando menos. Esa es la realidad, y el resto son voeux pieux.
Yo no soy experto militar, ni puedo presumir, como Levy, de tutearme con la plana mayor del ejército y del gobierno israelíes, pero he seguido atentamente las informaciones (no de El País, claro, hablo de informaciones) y creo poder afirmar que algo no ha funcionado del todo bien en esta operación militar contra Hezbolá. En una de mis pasadas crónicas me felicitaba de la unidad demostrada por el gobierno de coalición israelí durante el conflicto. Bien, pero unidad no es siempre sinónimo de inteligencia, y cabe preguntarse si el ejército israelí estaba lo suficientemente preparado para este tipo de guerra. Una guerra contra "civiles" armados, y muy bien armados, que se rodean y se protegen en medio de civiles de verdad, en medio de niños, mujeres y ancianos, para que sean víctimas de los bombardeos y aprovechar sus muertes programadas en su propaganda, lo cual hacen con rotundo éxito. Pero hacen lo mismo en Gaza y en Cisjordania, es una antigua y cínica astucia de los terroristas palestinos y musulmanes en general: sacrifican su población civil en aras de su "guerra psicológica" y funciona. Claro que con la complicidad de tantos "pacifistas" y antisionistas occidentales que han mentido obscenamente sobre las "atrocidades israelíes".
Lo cual no impide que dar prioridad a la aviación no fue el método más inteligente y más eficaz para este tipo de guerra y que cuando al fin los israelíes se decidieron a intervenir por tierra ya era demasiado tarde. Sus enemigos se apresuraron a imponer un alto el fuego interrumpiendo así la ofensiva terrestre israelí que tuvo un éxito relativo pero insuficiente porque, si ha asestado duros golpes al Hezbolá, no ha tenido tiempo para destruirlo. La guerra de Hezbolá, las cosas como son, y con Irán detrás, es una guerra cínica y cruel para con su propia población civil. Para una guerra inteligente se necesita, pues, ser más inteligentes que ellos, pero siendo siempre menos crueles. Testimonios de militares israelíes lo dicen: "Empezábamos a obtener resultados contra Hezbolá, que son más escurridizos y mucho mejor armados de lo que creíamos, y tenemos que interrumpir nuestra ofensiva". Yo, claro, no sé si los fallos han sido del estado mayor, del ministro de Defensa, del conjunto del Gobierno o de quién, pero espero que esta experiencia sirva a Israel para no repetir mañana, porque será mañana, los mismos errores.
– ¿Qué piensa usted de la confesión de Günter Grass? Me interrumpe uno de los amigos de Anita, probablemente harto –y molesto– de mi discurso pro israelí.
– Es una de esas operaciones comerciales que sólo los famosos de izquierdas saben montar con tanto éxito. Prueba de ello es que su "cebolla" se está vendiendo muy bien.
– Pero ¡Waffen-SS! Y ¿por qué lo ha ocultado durante tantos años?
– Para que esas operaciones publicitarias tengan éxito es necesario algún elemento de sorpresa. Si confiesa que lleva bigote sería un chasco. ¿Qué no ha dicho aún, que podría servir para vender libros? Pues eso. Si mañana confiesa que se ha acostado con su hija, ¡no hablemos! Todo el mundo sabe que los nazis, en los últimos momentos de la guerra que estaban perdiendo, movilizaron a los que podían movilizar, de los 14 a los 60 años, aceptando, incluso, niños de doce o adultos de 65. Recuerdo haber leído en ABC un artículo de Helmut Kohl sobre su última batalla como niño-soldado. Se sabe que el Papa actual también fue movilizado y algunos, muy de izquierdas, lo han aprovechado para tratarle de nazi. La diferencia con Günter Grass es, tal vez, que haya elegido los Waffen-SS, un cuerpo de élite particularmente sanguinario. Pero seamos sinceros, en la óptica de un muchacho el puesto más peligroso tiene su atractivo. Pero no se preocupen, Herren und Damen, como Grass es de izquierdas, algo de escándalo le será rentable.
A lo que iba, ¿cuándo se enterarán mis amigos de que si Grass es de izquierdas y también lo son el antisionismo, la "alianza de civilizaciones", la destrucción sistemática de España, ese antifranquismo que nace veinticinco años después de la muerte del dictador y del fin de la dictadura, yo, desde luego, no lo soy? Pero como no me gusta la derecha, timorata, fofa, centrista, ¿qué soy? La suite au prochain numero.