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COMER BIEN

Huevo se escribe con hache

Sin duda muchos de ustedes conocerán la frase, seguramente apócrifa, atribuida a un torero de campanillas que, a la pregunta de qué hacía falta para triunfar en el toreo, afirmó que "las tres bes: boluntad, balor y buebos". Miren por dónde el diestro no iba tan descaminado, al menos en lo que a los huevos se refiere. ¿O ustedes nunca se han preguntado por qué 'huevo' se escribe con hache, cuando viene del latín 'ovum'?

Cuestión de confusiones. Durante mucho tiempo, las letras 'u' y 'v' sirvieron para designar esos dos sonidos de modo indistinto. Es normal ver, en inscripciones romanas, que la 'v' representa el sonido 'u'; sería escribir, por ejemplo, 'Caivs Apicivs'. Era muy frecuente.
 
En textos ya en el primitivo español de la Edad Media se da con abundancia el fenómeno inverso, es decir, que la 'u' se lea como 'v', y así se nos hable de un trago de 'uino'. No había, entonces, normas ortográficas, como si nuestros antepasados hubieran previsto la postura de García Márquez, y cada cual escribía un poco como mejor le sonaba.
 
De modo que la palabra 'huevo', entonces sin su hache, pero con su 'u' y su 'v', era susceptible de muy diversas grafías. 'Uevo' era una de ellas, pero también 'ueuo', y 'vevo', y quizá hasta 'veuo'. El cómo se pronunciase... hombre, se supone que siempre se ha dicho 'huevo', con o sin hache, que normalmente no pronunciamos salvo que la aspiremos, cosa nada habitual al decir 'huevo'; en este caso es más frecuente oír 'güevo' que 'juevo'.
 
De modo que cuando, recién creada la Academia, alguien se decide a meterle mano a esto, se decide que 'huevo', como tantas palabras que empiezan por 'u' seguida de otra vocal y vienen de palabras que en latín no empezaban por 'efe', se escriba con hache inicial, para dejar claro que el carácter siguiente es una 'u' y debe leerse como 'u', y no una 'v'. La verdad: yo nunca he visto escribir 'hvevo', de modo que la cosa funcionó.
 
Pero si tenemos en cuenta el lío anterior de la 'v' y la 'u', y a ello le sumamos la incapacidad crónica del español de distinguir la 'v' de la 'b', y no sólo porque sean vecinas en el teclado, sino porque deben de serlo también de neurona, no iba tan descaminado el maestro al apelar a los 'buebos'.
 
Recuerden que esta equivalencia de pronunciación de la 'b' y la 'v' ya era habitual en tiempos de los romanos; se atribuye a Horacio una frase con cierta guasita, pero también con cierta envidia, en la que el poeta latino decía: "beati hispani, quibus ipsum est vivere quam bibere", o sea, felices españoles para quienes es lo mismo vivir (vivere) que beber (bibere).
 
En fin, en cualquier caso lo que más debe importarnos del huevo no es la hache, sino la yema; para mí, el huevo consta de tres partes, dos de ellas protectoras -cáscara y clara- y otra comestible, la yema. Vamos a preparar unas yemas sorprendentes.
 
Lo suyo es usar un artilugio que permite hacer la yema a baja temperatura, largo tiempo -de una hora a una hora y cuarto-, para conseguir que quede cremosa, pero que no se altere su sabor, que sepa como si estuviese cruda. En casa es difícil, pero prueben: pásenlos por agua cuatro minutos, es decir, justo el tiempo de cuajar ligeramente la yema.
 
Cásquenlos con muchísimo cuidado, y con el mismo mimo vayan eliminando la clara, evitando romper la yema, que debe quedar entera. Si lo hemos hecho bien, estará cuajada, pero con una textura muy cremosa.
 
Luego pueden poner esas yemas sobre unos guisantes, unas habitas tiernas... No se desparramarán al romperlas, porque ya no son líquidas; pero el sabor es perfecto, y la textura es, al menos, novedosa. Pueden alegrar la cosa con unas virutillas de buen jamón puestas sobre las verduras cuando éstas están calientes, para que simplemente tomen temperatura, que es lo único que admite, en cocina, un jamón ibérico.
 
Y ya ven el juego que puede dar un simple huevo de gallina, y no me estoy refiriendo ahora al meramente culinario; después de todo, la parte menos comestible del huevo, que es esa hache que parece puesta ahí a modo de cáscara, me ha servido para contarles a ustedes una historia que es, por lo menos, curiosa.
 
Que era, justamente, de lo que se trataba.
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