Como advierte el físico Robert Parker en su libro Ciencia Vudú: el camino de la locura al fraude, los gazapos sirven de pasto a la ciencia patológica, donde científicos usan su experiencia para engañar o confundir al resto; la pseudociencia, cuyos argumentos falsos, erróneos o sin evidencia se envuelven con el celofán científico; y el fraude comercial. En esta segunda entrega de los errores más sonados de la historia abundan los ejemplos.
Martin Fleischmann y Stanley Pons
El 23 de marzo de 1989, esta pareja de prestigiosos electroquímicos de la Universidad de Utah, en Estados Unidos, convocó a la prensa para hacer el que podría ser el hallazgo científico del siglo: la realización de la fusión nuclear en el laboratorio. Bañados en una emoción incontenible, los investigadores dejaron boquiabiertos a los periodistas presentes: Teníamos una oportunidad sobre un millón de conseguirlo. Pero lo hicimos: ¡hemos logrado aprisionar el sol en una probeta! Fleischmann y Pons habían logrado hacer realidad la fusión fría.. Mediante un sencillo proceso de electrólisis con dos electrodos de deuterio y paladio en una solución de unos cuantos litros de agua pesada eran capaces de producir una reacción en cadena que liberaba una cantidad de energía suficiente, en teoría, para dar electricidad a una ciudad de tamaño medio durante varios siglos. ¡Y todo ello a temperatura ambiente! Tras la emoción, luego se supo que Nature rechazó la validez del experimento. En los siguientes 10 años, muchos científicos intentaron hacer lo mismo que la pareja de UTA, pero sin éxito. Hoy los expertos se preguntan si los resultados de Fleischmann y Pons fueron un mero fruto de un error experimental.
Thomas Watson (1874-1956)
El presidente de la empresa IBM estaba poco convencido sobre el futuro del mercado informático, como muestra esta afirmación que hizo en 1943: "Creo que en el mundo hay mercado para unos cinco ordenadores como mucho." Más recientemente, Bill Gates, fundador junto a su amigo Paul Allen de Microsoft Corporation, tampoco hizo un gran augurio al estimar en 1981 que "64 k de memoria deben bastarle a cualquiera".
Arquímedes (287-212 a de C)
"Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo", dijo con convencimiento el sabio de Siracusa. Lo cierto es que se paso un poco. Aunque en el sentido teórico la frase es correcta, resulta imposible llevarla a la práctica. Utilizando como punto de apoyo la Luna, Arquímedes habría necesitado una palanca casi 10.000 veces mayor que el diámetro conocido del universo para poder levantar nuestro planeta un solo centímetro.
Félix-Archimède Pouchet (1800-1872)
Este médico y biólogo galo fue uno de los peores enemigos de Pasteur. Mientras que este último defendía que los seres microscópicos necesitaban tener progenitores para poder perpetuarse, Pouchet se alineó para llevarle la contraria con los defensores de la generación espontánea. Imitando un ensayo que Pasteur hizo con anterioridad, Pouchet llenó ocho matrices con infusión de heno esterilizado en lugar de caldo de cultivo, hicieron el vacío en todos ellos y se trasladaron a la Maladeta, en los Pirineos. Pouchet ascendió hasta llegar a una altura superior a la alcanzada por Pasteur en el Monte Blanco, y allí destapó los frascos. Para sorpresa de todos, en la infusión de heno se habían generado microorganismos por sí mismos. Años después Tyndall descubriría que el heno contiene pequeñísimas esporas de microbios que resisten durante horas enteras la temperatura del agua hirviendo.
Giovanni Schiaparelli (1835-1910)
Este astrónomo italiano, que se graduó en la universidad de Turín y en 1862 asumió la dirección del observatorio de Brera, informó en 1877 a la comunidad científica de su país de que había observado una extraña red de canales en la superficie de Marte. Después muchos astrónomos confirmaron su existencia e incluso llegaron a sorprendentes conclusiones. Como los canales variaban con la estación marciana, Percival Lowell (1855-1916), matemático de Harvard, interpretó que una civilización traía el agua de los polos para irrigar las tierras del planeta rojo. La euforia ufóloga se vino abajo cuando la sonda espacial Mariner 4, al sobrevolar Marte, no encontró la menor huella de las supuestas canalizaciones.
Trofim Denisovich Lysenko (1898-1976)
Este ingeniero agrónomo, líder de la escuela soviética de genética y padre de la biología proletaria, rechazaba las leyes de Mendel y defendía en su lugar las teorías lamarckianas, según las cuales una especie puede adquirir durante su vida características que pasan a las siguientes generaciones. Rechazó la existencia de los genes y los cromosomas, que los calificó de una invención de Goebbels y los nazis, y, más tarde, cuando tuvo que rendirse a la evidencia, dijo que no jugaban ningún papel destacado en la herencia. Admirado por Stalin, Lysenko llevó a cabo unos costosísimos programas de cultivo de cereales en condiciones extremas: enfriaba semillas con el objetivo de hacerlas resistentes a los fríos siberianos. Su política científica provocó que la investigación biológica rusa quedara atrasada más de un decenio en los años 30 y causó importantes problemas de abastecimiento de cereales en los albores de la Segunda Guerra Mundial.
Charles Edouard Brown-Séquard (1817-1894)
En 1889, este médico y fisiólogo francés con una brillante y reconocida carrera profesional informó a la academia francesa de un revolucionario tratamiento antienvejecimiento que había probado durante más de una década en sus propias carnes. Éste consistía en inyectar por vía subcutánea un extracto de sangre, semen y testículos pulverizados de perros y conejillos de indias recién sacrificados (Comptes rendus de la Société de biologie, 1889; 41: 415-422). A las pocas semanas de haber publicado el informe, los médicos empezaron a recetar este elixir de forma masiva a personas ancianas.
Francis Galton (1822-1911)
El antropólogo inglés Francis Galton fue padre de entre otras cosas de la teoría eugenésica y de los tests de inteligencia. El primo de Darwin creía que la capacidad
intelectual dependía exclusivamente de factores hereditarios. Galton descartó erróneamente que el ambiente pudiera influir en la inteligencia del individuo. Sobre todo al final de su vida, admitió que el entorno podía jugar un discreto papel en la configuración del individuo, pero sólo en el seno de cada estirpe o raza. Galton defendía la existencia de éstas incluso dentro de la sociedad inglesa, pues hacía distinciones raciales entre ingleses honorables, artesanos o trabajadores y miserables. Para este victoriano, la educación o al ambiente únicamente permitía la superación personal, aunque siempre dentro del nivel al que se pertenece. Galton también sostenía que si se incitaba el matrimonio entre los "sobresalientes" de cada clase y se concedían ayudas para que los mejores tuvieran hijos, se mejoraría la sociedad.
Jan Baptista von Helmont (1579-1644)
Este alquimista y químico flamenco proclamaba que para obtener ratones bastaba con mezclar íntimamente una camiseta de mujer, a ser posible sudada y sucia, con trigo en un recipiente. De este modo, al cabo de un tiempo surgía ¡una cría de roedor!
Voltaire (1694-1778)
Aunque era un redomado ateo, el filósofo francés se alió con la Iglesia para condenar y combatir las ideas evolucionistas de Buffon. Éste defendía que la Tierra se formó a partir de un trozo de Sol arrancado por un cometa, hace 6.000 años, y que luego la masa incandescente se enfrío durante un periodo de actividad volcánica y de cataclismos que dieron origen a las montañas. Para el naturalista, una de las pruebas de este accidentado génesis eran los esqueletos de peces y conchas encontrados en las cimas de las montañas. Voltaire, sin embargo, sugirió que estos restos fueron dejados por excursionistas o romeros.
Hipócrates (460-355 a de C)
Para el padre del juramento que lleva su nombre, en el cuerpo humano hay cuatro humores fundamentales: la sangre, la bilis amarilla, la flema y la bilis negra. Durante siglos, este dogma fue la piedra angular de la medicina occidental. Sin embargo, la bilis negra, así como cualquier otro fluido de este color, no existe en nuestro organismo.
Gerolamo Cardano (1501-1576)
Los números negativos no fueron aceptados universalmente hasta finales del siglo XVIII. Por ejemplo, este matemático italiano tildó de falsos los números negativos, aunque los estudiara exhaustivamente en su “Ars Magna” (1545).
Egas Moniz (1874-1955)
En 1935, este psiquiatra portugués llevó a cabo una lobotomía prefrontal, una cruenta y arriesgada operación destinada a curar la agresividad y los estados hiperemocionales. Esta técnica, que consiste en interrumpir el fascículo tálamofrontal que conduce los influjos emocionales hacia la corteza, adquirió gran prestigio en Estados Unidos y, en tan sólo dos décadas, más de 40.000 personas fueron lobotomizadas, convirtiéndose así en auténticos zombis.
Fritz Haber (1868-1934)
Durante la Primera Guerra Mundial, este químico propuso al Estado Mayor alemán la utilización de gas cloro contra el enemigo. Los militares le ofrecieron una compañía de infantería y 5.000 botellas metálicas rellenas del gas. La estrategia de Haber se saldó con 15.000 víctimas en el campo de los aliados y el suicidio de su esposa, que se opuso a la acción. En 1918, Haber recibió el Premio Nobel de Química por la síntesis del amoniaco. Dos científicos franceses premiados aquel mismo año se negaron a recibir la medalla al mismo tiempo que Haber.