Informándome acerca de testigos de lo ocurrido, me enteré que los insultos intolerables se resumían en que se les había tratado a Bono y a sus amigos de hipócritas. Yo les hubiera tratado de cobardes.
En Afganistán ha habido dos accidentes aéreos, uno de avión, el otro de helicóptero, y en ambos casos murieron militares españoles. No se trató de acciones heroicas, sino de desgraciados accidentes, que sufrió el mismo ejército, el nuestro, y en el mismo país, Afganistán. Sin embargo, se les ha presentado como totalmente diferentes, porque el primero sucedió mientras José María Aznar era presidente del Gobierno, y la presencia de tropas españolas en Afganistán, como en Irak, desde luego, eran consideradas crímenes contra la Humanidad, y ahora se convierten en misiones de paz. Es la misma guerra, en el mismo país, es el mismo ejército que actúa, ayer como hoy, en el marco de la OTAN, pero nada tienen que ver porque Rodríguez Zapatero es presidente de Gobierno, y Bono, por lo tanto, ya no es ministro de Defensa, sino jefe de la Cruz Roja, y la OTAN, debido al carisma de Zapatero, ya no es una organización militar, sino una asociación caritativa.
Todo por igual o aún más repugnante: los verdaderos culpables de los atentados de Atocha, no fueron los etarras, ni siquiera los terroristas islámicos; los verdaderos culpables fueron Aznar y su gobierno, y el voto no fue un voto del miedo, al revés, fue un voto cívico y valiente. No se crean que tan burda y maloliente propaganda, de la que sólo he dado algún ejemplo, sea inocua, ni muchísimo menos. Cala hondo en la opinión, no sólo por tontería y conformismo, no sólo por ingenuo egoísmo –a mí que me dejen en paz; con tal de que no le pase nada a mi familia, lo demás, a mí ¡plin!–, se da también el conocido fenómeno de que a los cobardes les chifla recibir condecoraciones de heroísmo. Zapatero, por ejemplo, con su tapavergüenzas de la “alianza de las civilizaciones”, sólo exige recibir el Premio Nobel de la Paz, junto a Barenboïm.
Tomemos el caso de Antonio Elorza. Siempre ecuánime y tolerante, yo había señalado que en un artículo suyo en su habitual basurero (El País, 20 de julio de 2005) decía cosas que no estaban en la línea de su Comité Central y, como ejemplo, citaba esta frase: “... lo que está en marcha es una nueva guerra mundial de tipo radicalmente nuevo (por los medios) y al mismo tiempo arcaica (por los fines) declarada por el integrismo islámico contra Occidente”. No podía no estar de acuerdo sobre esa guerra que nos ha declarado el integrismo islámico, ya que no paro de decir lo mismo. Y, bondadoso, consideraba que sus ataques ridículos a Bush y otras memeces en ese mismo artículo constituían el obligado peaje que debía pagar para seguir escribiendo.
Pues resulta que, o bien le han dado en los nudillos y en la nuca, para que rectifique, o es tan imbécil que ni siquiera se da cuenta de que se contradice. El caso es que este 22 de agosto publica otro artículo, “Romper el miedo”, totalmente opuesto al anterior, en el que defiende tesis más parecidas a las de nuestra hurí nacional, Gema Martín Muñoz, que a las suyas propias de hace un mes. Comienza denunciando la “islamofobia” de Cervantes, algo que no tiene ni pies ni cabeza si no es para presumir de que él también lo ha leído, pero sin indicar siquiera que el ilustre escritor fue raptado y detenido como rehén en Argel. Aquí la guerra que nos han declarado los “moriscos” desaparece y la única guerra es la de Bush, impulsada por el miedo, miedo que utiliza como último recurso que le queda para “justificar la catastrófica invasión de Irak. El miedo permite aún hoy sostener lo insostenible”. Y para dar más peso a sus miserables sandeces nos dice que eso es lo que opina Carlos Fuentes, el titiritero mayor de la progresía. Pero se hunde en el ridículo más absoluto cuando afirma que Hollywood es una máquina de propaganda a favor de Bush, sin enterarse de que la “Meca del cine” hizo campaña contra él en las últimas presidenciales y que en ningún país, ninguno, han salido en las pantallas tantos presidentes borrachos, ladrones, asesinos o incapaces. Unos cineastas que no sólo no dejan de rasgarse las vestiduras con motivo de la guerra de Vietman, sino que no cesan de presentar a la CIA y al FBI como organismos criminales, al lado de los cuales el KGB y la GESTAPO se componían de honestos funcionarios. Las películas de signo contrario, digamos patrióticas, constituyen una ínfima minoría, que no reciben el menor Oscar desde la II Guerra Mundial. Este señor no va al cine.
He notado también que, en su búsqueda de argumentos para complacer a sus señoritos, utiliza los más apolillados. Como siempre, nos dice, la reacción multinacional tiene su chivo expiatorio, el “otro”, presentado como infrahumano. Para Cervantes fueron los moriscos, ayer fue el Satán comunista y hoy son los infelices musulmanes. Dejemos a Cervantes tranquilo, que bien se lo merece, después de tanta algarabía, y le regalo a Satán por si las moscas; pero resulta, señor catedrático de Ciencia Política, que el comunismo fue efectivamente el peor enemigo de la democracia y el más peligroso. ¿O se ha olvidado del Gulag, de la inquisición dogmática, de la represión, de las masacres en aras del “hombre nuevo” en Camboya como en todos los países comunistas? Y si él condena la consigna de “guerra antiterrorista a escala mundial”, yo la hago mía. Pero esta “guerra mundial de tipo radicalmente nuevo”, como escribía ayer el propio Elorza, no se limita a una batalla, a tres discursos, ni a la propaganda derrotista; es, como dice y repite George W. Bush, una guerra larga, difícil, con derrotas y victorias parciales, en la que para vencer hay que demostrar valor, voluntad, paciencia e inteligencia. Tratándose de Afganistán y de Irak, las intervenciones militares aliadas nada tienen de “catastróficas”; se han tumbado a las tiranías, la de los talibanes, como la de Sadam Hussein; se han celebrado elecciones; se está discutiendo en Bagdag la Constitución, por primera vez en su historia, pese a los atentados diarios y a todas las dificultades de sobre conocidas y tan torpemente utilizadas por los “antiyanquis” de derecha e izquierda; se han dado pasos importantes hacia la democratización. Pero la guerra mundial continúa, y no se ganará desertando los campos de batalla. A menudo se hace referencia a los años treinta y a la amenaza nazi, pues recordaré a todos los Elorza del redil, que también por aquellos tiempos se acusaba a Churchill de sembrar y utilizar el miedo, se afirmaba que era monstruoso “satanizar” a Hitler, y que la paz, el bien supremo, era posible, con algo de buena voluntad mutua y de “respeto al otro”. El miedo utiliza siempre los mismos argumentos. El miedo asusta...