No es fácil parar la maquinaria política de Podemos. Su sencillez le permite trabajar permanentemente a pleno rendimiento sin apenas desgaste. Es complicado detener el invento. Podemos mantendrá su electorado. No es poco. ¿Conseguirán mantener sus respectivos electorados el PP, el PSOE e IU? Lo dudo. Podemos tratará por todos los medios a su alcance igualar los dos millones y medio de votos que consiguió el PCE en la mejor época de Carrillo. Los hijos de esos votantes tratarán de imitar a sus padres y, de paso, incorporar a otros nuevos procedentes de una sociedad aún más fragmentada, dispersa y variada que la de los años ochenta. Podemos, le guste o no a la derecha política y a la socialdemocracia, está marcando tendencia. Se ha adelantado a todos. Su invención política, aunque tiene origen en fórmulas oscuras del pasado, es sencilla de entender: por un lado, tienen mejor y mayor capacidad de adaptación a las transformaciones operadas en las llamadas tradicionalmente clases sociales, especialmente en las nuevas clases medias y en un proletariado que se resiste a perder su nombre, y una mejor comprensión de las nuevas de formas de trabajo en las sociedades postindustriales. Y, por otro lado, su capacidad en la toma de decisiones y la rapidez de sus actuaciones son infinitamente superiores al resto de fuerzas políticas existentes en España. Ahí está el secreto de su invención política. Podemos es, sobre todo, una maquinaria electoral tan liviana que se diría etérea. Pero real. Eficaz.
Si comparamos las actuaciones de Podemos con las de otros partidos políticos fundados recientemente, casos de UPyD y Ciudadanos, respecto a la toma de decisiones, salen ganando los de la formación de Iglesias, repárese, por ejemplo, cuánto les ha costado a estos dos últimos negociar su posible colaboración, han necesitado Dios y ayuda para reunirse, e incluso al primero la mala gestión de ese asunto puede llevarle al precipicio electoral. También Ciudadanos debería aprender de Podemos a la hora de adaptarse al terreno y moverse con mayor rapidez. Siguen siendo lentas y demasiado pesadas algunas de sus propuestas electorales, por ejemplo, quieren imponer otra vez el Impuesto de Sucesiones Patrimoniales en la Comunidad de Madrid, a pesar de que su economista de cabecera, Garitano, plúmbeo científico que presentaron felizmente en el Bellas Artes como un accesible divulgador de los secretos de la economía española, propuso hace tiempo eliminarlo.
La agilidad, la levedad, la desenvoltura y, sobre todo, la velocidad son la salvación para estos nuevos partidos. La pesadez, la premiosidad y la lentitud en la adaptación a las nuevas circunstancias están llevando a los partidos clásicos al descalabro. El PP no ha sido capaz ni de provocar una crisis de su propio Gobierno, quemado por todas partes, para intentar levantar el vuelo en las encuestas. El PSOE aún no tiene claro, o peor, la lucha entre dos líderes, le impide saber si el secretario general será o no el candidato a la presidencia del Gobierno. De IU para qué hablar…, ha desaparecido, sí, porque los Llamazares y compañía repetían los mismos esquemas cansinos y torpes de las maquinarias del PP y el PSOE. Por lo tanto, si los nuevos partidos surgidos en España copian la lentitud en la toma de decisiones del PP, PSOE e IU, su deriva electoral está asegurada.
Podemos, sin duda alguna, es el que mejor ha aprendido la lección del fracaso al que nos conducen las pesadas maquinarias electorales de los grandes partidos. Parecen oxidadas, o peor, obsoletas para las llamadas sociedades liquidas, sí, esas sociedades que, como dijera Bauman, les cuesta mantenerse inmóviles y no conservan mucho tiempo su forma. Podemos se mueve mucho mejor que otros partidos en la peligrosa circunstancia española, dicho sea de paso, demasiado lábil y resbaladiza, como toda la política europea. También España forma parte de ese terreno líquido de una Europa que no termina de mostrar su forma definitiva. Los de Podemos, seguramente, no lo sepan, incluso quizá nunca hayan oído su nombre, pero la gente de Podemos hace patinaje, como quería el fino ensayista norteamericano Ralph Waldo Emerson, a gran velocidad; cuando se patina sobre una capa fina de hielo, decía Emerson, la salvación está en la velocidad. Podemos ha adelantado ya a muchos otros partidos, pero todavía los conductores de los partidos sobrepasados se preguntan cómo ha sido. Torpes.
Estamos ante un partido de nuevo cuño, que combina las tácticas clásicas del viejo Partido Comunista de España, el mismo partido que pactó con el franquismo la Transición que tanto alaban algunos, con una ocupación del espacio público político a través de redes sociales y otras iniciativas ciudadanas, que lo disimulan y lo hacen invisible ante los adversarios políticos. Están emboscados, como le gustaba decir y practicar a Ernst Jünger, aparecen y desaparecen a su antojo, especialmente en los medios de comunicación que manejan con mucho más desparpajo que los grandes partidos. El centralismo del partido, la toma de decisiones de unos pocos dirigentes, esos mismos que aparecen abrazados en los mítines, como si fueran la réplica perfecta de las cúpulas del PP y el PSOE, cuando se exhiben en días de domingo, es complementado con unas formas de actuar que se parecen no tanto a la guerra de guerrillas cuanto a la forma de moverse el ser más primario de la creación: la ameba. Ésta se adapta inmediatamente a todo porque carece casi de estructura. Se extiende con la velocidad endiablada de una mancha de aceite. Pero de esto hablamos otro día.