Larga y profunda es la crisis de la universidad en el mundo. Quizá el caso de la universidad pública española sea uno de los más graves de Europa, porque su nivel de ideologización es tan grave como su perverso proceso de selección del profesorado; los mejores expertos en esa crisis han llegado a decir que "no pasaría nada, absolutamente nada, si se cerrase la institución universitaria"; el país seguiría funcionando como siempre y nadie notaría su ausencia. Según estos estudiosos de la crisis universitaria, la llamada eufemísticamente alma mater, el templo del saber universal, la universidad es la institución más inservible de España, porque casi todas su funciones estarían ya cubiertas por otros organismos.
No comparto ese demoledor diagnóstico sobre las quiebras de nuestra universidad, pero, habría que tomarlo muy en serio, sobre todo si tenemos en cuenta noticias, como la desarrollada en este periódico por Diego Sánchez de la Cruz, acerca de la ruptura casi definitiva entre las grandes empresas y la universidad, entre otros motivos porque la oferta formativa de los centros universitarios no es capaz de cubrir las necesidades reales de empleo del mercado de trabajo. La universidad estaría al margen de la sociedad, o sea, hay un abismo entre lo que se enseña en las aulas y lo que demanda el mundo profesional. Esa distancia abismal habría llevado al mundo empresarial a crear sus propios centros de formación o "universidades corporativas"; según Sánchez de la Cruz, en España ya existen hasta 55 centros de formación que vendrían a sustituir, aunque sería mejor decir destruir, la universidad pública y quizá también la privada, nadie piense que en España las universidades privadas son mejores que las públicas. En fin, Ferrovial, FNAC, Unión Fenosa, BBVA, Banco de Santander, Endesa, Caixanova, McDonals, etcétera, vendrían a satisfacer a través de la creación de "universidades corporativas" lo que es incapaz de cubrir la universidad pública...
¿Tiene solución la crisis de la universidad española? Sin duda que la tiene. Pero, antes de hacer pronóstico alguno, sería menester reconocer su terrible falta de horizontes. La incapacidad de sus dirigentes, o sea de sus "Rectores", para proponer planes de reformas, por no decir nada de la estulticia de los políticos que, en todas las Comunidades Autónomas, han querido poner la universidad a su servicio. Mientras que los partidos políticos no reconozcan el catastrófico nivel de ideologización de la universidad, es decir, de una absoluta ausencia de voluntad para hacerse cargo de los problemas que tiene la nación, será imposible introducir medidas viables de carácter reformista. La universidad española funciona al margen de lo real. Y esto no sólo lo digo porque no sea capaz de satisfacer las necesidades del mercado, pues al fin ésta es una mínima función de la institución y, en mi opinión, no la más importante, sino porque ha conseguido expulsar a los mejores y más preparados de su ámbito de acción.
Las universidades españolas ya no valen lo que cuestan. Son casi inservibles para los fines que fueron creadas. Aparte de los problemas específicos que deberían abordar para su reforma, la universidad española tiene tres problemas que son ya universales. El primero distinguir que una cosa es educar y otra expender un título para entrar en el mercado de trabajo. Muere la universidad porque ha queda reducida a la certificación de títulos. El segundo gran asunto es que la educación no es solo una etapa previa de integración en el mundo del trabajo, sino que es cuestión de toda la vida. Y, finalmente, en la época de Internet es menester potenciar la enseñanza en línea para abaratar los costos que acarrean las clases presenciales.