Hablemos de una alegría y levantemos acta de la tristeza. La alegría nos la ha dado la señora Olona, diputada por Granada, diciéndole cuatro frescas, o sea cuatro verdades, a dos ministras represoras, prohibicionistas y reaccionarias. Quieren censurar a los de Vox por hacer parlamentarismo. El colmo. Hoy ha habido, dicen los plumillas de la democradura (una dictadura revestida de formas democráticas), una sesión agitada en el Parlamento. Falso. Hemos asistido a una sesión normal. Una diputada de Vox ha dicho y hecho cosas de sentido común. Le ha dado un poco de vidilla a una institución secuestrada por el Gobierno. No quieran prohibirla. Al contrario, deberían premiarla, por traerlos al mundo de los vivos. De la realidad.
La tristeza está a la vista de todos. Los beneficiarios del bicho chino predicen que la situación empeorará. Predicen el fin del mundo con una sonrisa de oreja a oreja. Gentuza. Estamos asustados. El país es un infierno. La maldad nos persigue. Los bestias nos asaltan por todas partes. Tenga cuidado que alguien no le eche una filípica por fumar, o caminar por la calle sin mascarilla, o ceder a una señora el paso en una acera… Nadie se priva de decirnos cómo tenemos que actuar, o cómo debemos pensar, o cómo ser mejores ciudadanos… Toda la basura prohibicionista del Gobierno, de las televisiones y los medios de comunicación es copiada sin ningún tipo de pudor por millones de imbéciles. Son los telespectadores de La Sexta, Antena 3, Telecinco y la madre que parió a toda esa gente. Sí, son la policía ideológica de un régimen político que pisotea el sentido común. Esta gentuza no se cansa de decirnos qué es bueno y qué es malo. Estoy del moralismo y la empatía hasta el moño. Déjenme, por favor, vivir un rato tranquilo. Dejen de prohibir, por favor, que no alcanzo a desobedecer todo. Paren, por Dios, de escupir decretos, reglamentaciones, ordenanzas y papeluchos legislativos. Esto es insoportable.
O sea, no nos queda otra que largarnos o enfrentarnos a millones de imbéciles. Yo, de momento, aguanto. Resisto. Por lo tanto, el asunto es cómo encarar el enfrentamiento. Tomándolo a cachondeo a veces; y en otras ocasiones, sospecho que frecuentemente, mandando a tomar por saco al capullo de turno que quiera persuadirnos de la bondad del Gobierno y sus socios golpistas y terroristas. Y, sobre todo, no crean nada de lo que les digan los tipos con poder político. Son resentidos, vanidosos y envidiosos. El peor de todos no hace falta que lo mencione. Lo ha condenado varias veces el Tribunal Constitucional, pero, lejos de dimitir, sigue jodiéndonos la vida. Resistamos, pues, a Sánchez; seamos cínicos e integremos sus conductas desviadas, peligrosas, casi delictivas, en nuestra capacidad comprensiva. Pongámonos en su piel. Cuesta, ya lo sé, pero no queda otra. La única forma de identidad posible en un sistema político enfermo es la defensa de la no identidad. Cinismo del bueno: no se trata de hacer lo contrario de lo que pensamos, sino de pensar por encima de los salvajes que nos gobiernan, o están en los puestos directivos de la sociedad civil, de los periódicos, de los medios de comunicación, etcétera. Ellos se autodenominan élites, pero no pasan de ser pringados, esclavos naturales y voluntarios de un país pobre, inculto y sin apenas futuro.
Seamos nosotros mismos. Tengamos amor propio. Pero, cuidado, no nos creamos los reyes de la fiesta. Elaboremos, pues, listados sobre las cuestiones que no estamos dispuestos a ceder. He aquí unos pocos ejemplos para decir NO. Digan no a quienes digan que el sexo es una cuestión cultural, no admitan argumentos de autoridad, no desprecien jamás la diferencia, no rechacen a nadie con sensibilidad y fantasía, no se dejen guiar por la superstición, no rechacen jamás por destructivas las actitudes críticas, no digan que los fines son más importantes que los medios, no consideren a un ser humano como un medio, no crean en los hombres fuertes y conductores de pueblos, no se complazcan en la descripción de las bajas pasiones, no piensen que el pesimismo es decadente y así hasta mil negaciones que han de comenzar por la primera: "No se crea el más listo de la fiesta". Prepárense, pues, para decir no a las miles de afirmaciones de los imbéciles prohibicionistas. Y, por favor, sean educados. Respondan las cartas y las llamadas de los amigos.