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Agapito Maestre

Sánchez contra Sánchez

Nadie, ni siquiera los que le ayudaron a tomar el poder, tomaron en serio o discutieron nada de lo que dijo Sánchez

El espectáculo ofrecido por Sánchez en el Parlamento es para comentar. Para aprender. La defensa de un "programa de gobierno" hubiera tenido algún significado el día que presentó la moción de censura contra el gobierno de Rajoy, pero, por desgracia para Sánchez, hacerlo cuarenta y cinco días después de haber tomado el poder, sin duda alguna, de un modo extraño, ha mostrado el verdadero rostro de este partido. El hueco del "discurso" de Sánchez deja al país al borde del abismo. Es difícil hallar en la historia del parlamentarismo español una sesión plenaria tan vacía y anacrónica como la del 17 de julio. Vacía, sí, porque todo lo que decía Sánchez sonaba a una sarta de frases propagandísticas de un autoinfatuado político sin otro objetivo que mantenerse en La Moncloa buscando clientes para unas próximas elecciones.

No hay absolutamente nada detrás de la determinación y osadía que demostró para tomar el poder con una tramposa moción de censura. Tramposa, en efecto, fue la llegada al poder de Sánchez porque la moción no iba acompañada del necesario programa alternativo de Gobierno que exige la norma constitucional. El PSOE llegó al poder retorciendo la ley y, por supuesto, la legitimidad democrática, pero, después de 45 días en el Poder Ejecutivo, uno podía pensar que había tenido tiempo suficiente para construir un discurso que justificase y diese razones de esa "corajuda" y extraña forma de tomar el poder. Sin embargo, la sesión plenaria del 17 de julio demostró algo inaudito en una primera comparecencia de un presidente del Gobierno en la historia de la democracia española: nadie, ni siquiera los que le ayudaron a tomar el poder, tomaron en serio o discutieron nada de lo que dijo Sánchez, sencillamente, porque la sesión era anacrónica. Una antigualla.

La presentación de un programa de gobierno fuera del tiempo al que correspondía es la falsificación absoluta de la genuina vida democrática. La osadía demostrada por Sánchez para tomar el poder con una moción de censura, que se hubiera retirado si hubiera dimitido Rajoy, quedó reducida a mera fuerza bruta de un político vulgar que lleva al país a la ruina. La audacia que demostró para llegar al poder quedó doblegada en la sesión plenaria por la carencia absoluta de una sola idea para sacar a España del atolladero en el que nos hallamos. Sin una sola idea y sin un solo socio que respalde y asegure su continuidad en el poder. Terrible. Que sus socios en la moción de censura, es decir, los separatistas y populistas, le negarán a Sánchez el día 17 de julio el pan y la sal en la presentación de su programa de gobierno, nos dice que a nivel de corrupción (sic) política ha llegado la democracia española.

Solo queda una salida: ¡elecciones ya! Un imposible, porque hoy por hoy Sánchez no está dispuesto a cumplir la primera condición del régimen democrático, a saber, la autolimitación en el ejercicio del poder.

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