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Agapito Maestre

Rajoy en Onda Cero

El presidente en funciones volvió a tener un encontronazo con Carlos Alsina.

Rajoy protagonizó ayer un pequeño episodio con un periodista que podía haberse ahorrado, pero es revelador de la personalidad de este político. Fue en Onda Cero, una de las radios amiga de Rajoy. Onda Cero es una empresa periodística digna de todos mis respetos. Mantiene cierta autonomía respecto al Gobierno en funciones de Mariano Rajoy. Parece una radio tan independiente del poder como cualquier otro medio de comunicación, o sea, quizá tenga más autonomía que independencia. No creo que en España, hoy por hoy, haya una empresa periodística capaz de actuar con absoluta independencia del poder del Gobierno; por aquí, nuestra democracia es mucho más débil que en los años de la Transición. En todo caso, aunque los vínculos de Onda Cero con el Gobierno de Mariano Rajoy son complejos, dominan los cariños mutuos, las buenas maneras y, en fin, la coincidencia editorial entre los profesionales de Onda Cero y el Gobierno de España.

Pero, ayer, se produjo una quiebra notable en esa sintonía, cuando un periodista, un locutor de la mañana, Carlos Alsina, quiso ilustrar, hacer un poco de pedagogía política, aclarándole al presidente del Gobierno en funciones que nuestro sistema político es parlamentario, o sea, que es el Parlamento y no los electores por vía directa quien elige al presidente del Gobierno. El enfrentamiento tuvo que ver, pues, con el latiguillo, principal arma de todo demagogo, más utilizado por Rajoy en esta campaña electoral. Lo utilizó el día del debate a cuatro y lo repite, desde el día 20-D, venga o no a cuento, a todas horas: "Dejen gobernar al líder de la lista más votada". Alsina le objetó a Rajoy que ese latiguillo dista mucho de responder a la verdad en nuestro sistema político y que, según la ley, el parlamento puede votar a cualquier persona para la investidura, independientemente de que sea la lista más votada o no, y que el resultado de la investidura puede ser factible en función de los apoyos con los que cuente el candidato. Fue entonces, cuando Rajoy arremetió con irritación contra Alsina: "Lo normal" es que gobierne el partido que más votos tiene y que "no tiene ningún sentido" cualquier otra cosa pero que "si quiere podemos votarle e investirle a usted [a Alsina] también".

El tono displicente de Rajoy llegó al grado de exigirle al periodista que cambiara de tema: "Si ya conoce mi posición, que es la misma que la del 20 de diciembre y que mantengo, no entiendo por qué no pasamos a otro asunto". No sólo despreció al periodista, porque quisiera aclararle lo que dice la ley, sino que además le marcaba la línea de su trabajo. Esta actitud de Rajoy no sólo queda lejos de una genuina política democrática, que tiene que ser por encima de todo educación y enseñanza del pueblo, sino que olvida la dignidad de la política que nace en la época moderna. Me refiero a ese momento crucial de la historia donde la política es algo más que el arte de alcanzar o conservar el poder, o imponerlo por la fuerza, y aparece como un juego o actividad donde los seres humanos se juegan su porvenir. Es una actividad colectiva, algo en lo que participamos todos, y que exige un mínimo de libertad para realizarse, exactamente la que él le estaba negando al periodista al reprimirlo por sus preguntas. El espacio donde se extiende ese juego, en realidad, donde se desarrolla la libertad política es múltiple y variado, parlamento, comité, partido, tribunal, locutorio de radio, etcétera, y, a veces, es todo eso junto. La política, en fin, se transforma en el dominio de todos, pero sin un propietario único. De ahí le viene la dignidad a la política. Pues eso, ni más ni menos, es lo que negó ayer Rajoy al despreciar las preguntas de Alsina.

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