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Agapito Maestre

¿Por qué interviene Putin en Kazajistán?

El déspota ruso hará cualquier cosa para que la rebelión de Kazajistán no pase a su país.

El déspota ruso hará cualquier cosa para que la rebelión de Kazajistán no pase a su país.
Vladimir Putin. | EFE

Esta columna no es de geopolítica. Nada tiene que ver con las grandes especulaciones de los teóricos de la política internacional. Es un comentario estrictamente político. Trata de responder brevemente a tres sencillas preguntas sobre la crisis política de Kazajistán. ¿Por qué protestan y se rebelan los kazajos contra su Gobierno? Porque quieren más libertad y mejores salarios. El Gobierno cederá en lo segundo, pero a partir de ahora habrá más represión en todos los órdenes de la sociedad. ¿Por qué han intervenido inmediatamente las fuerzas militares y policiales más represivas de Rusia en Kazajistán, a pesar de no haber sido invadido por ningún otro país? Porque Putin tiene miedo de que los rusos imiten a los manifestantes kazajos. O se sofoca rápidamente el fuego de la revuelta o se extiende por el régimen totalitario ruso. Putin tiene miedo de perder el poder y, sobre todo, de ser descubierto con el rollo y las bravatas sobre Ucrania. Jamás invadirá ese país, porque no tiene talento ni valor para llevarlo a cabo. Es un cobarde. Vive de la amenaza, porque sabe que ucranianos, polacos y otras naciones del Báltico (Lituania, Letonia, Estonia y Finlandia) combatirían hasta la muerte por su independencia. No es el caso del resto de Europa. ¿Por qué la Unión Europea se calla ante las mentiras de Rusia y la represión brutal a que se ha sometido a los kazajos? Por cobardía. No se quiere enfrentar a Rusia ni a su potencia protectora, China; prefiere callar ante la injusticia y la represión que sufren los rusos y los chinos. Repite los mismos comportamientos cobardes que legitimaron el pacto de Hitler y Stalin en los años treinta.

Esas tres cuestiones se dan cita en Kazajistán. Las manifestaciones por el encarecimiento del combustible han dejado decenas de muertos en las calles en pocos días. Putin ha reaccionado como un animal herido. Ha defendido con ferocidad inusitada la principal joya que porta su corona: un pequeño imperio comunista compuesto en las últimas décadas con unas cuantas repúblicas ex soviéticas. Putin matará sin piedad para que no le arrebaten esa joya. El antiguo teniente coronel de la KGB, jamás logró el ascenso a coronel, siente el peligro en sus espaldas y por donde menos lo esperaba. Una vez más ha fracasado como policía político. No se ha enterado de las contradicciones de la sociedad kazaja. Menos todavía de las ansías de autonomía de los kazajos frente a los propios rusos y los chinos. Putin compró a gente como Berlusconi, Blair, Schröder, Chirac, Bush hijo y gente de este pelaje, aún sigue comprando a cobardes e ilusos en Occidente, pero ahora fracasa ante lo que tiene al lado: la rebelión por la libertad. Nadie de Occidente ha patrocinado la rebelión de los kazajos. ¡Callen los bárbaros de la geopolítica de decir imbecilidades! El hambre y, sobre todo, querer ser libres es el detonante de las movilizaciones en Kazajistán. ¡La libertad, sí, es lo que encrespa al teniente coronel Putin!

El déspota ruso hará cualquier cosa para que la rebelión de Kazajistán no pase a Rusia. Es la primera vez, se dice pronto, en la historia de esta ex república soviética que hay una revuelta contra los doce clanes que controlan el poder político con la mediación de Rusia. Kazajistán nunca se había rebelado contra el opresor en su historia. Noticia terrible. Demuestra que la negligencia, la apatía, en fin, la esclavitud de un pueblo es el mejor aliado de sus terroríficos mandatarios. Los kazajos son tan ovejunos como los eslavos. Todos están penetrados por la barbarie comunista. Es importante conocer la historia de Kazajistán para saber de qué estamos hablando. Hasta la revolución soviética, ojo con este dato, nunca fue un país plenamente vertebrado con una población sedentaria. Los comunistas convirtieron, por fin, este territorio con tribus nómadas en una república más de la antigua federación de la Unión Soviética. Creo que ha sido el único progreso político de esta gente en toda su historia. En verdad, Kazajistán era una primera fortificación de la política expansionista soviética. Esta república no tenía otra significación para el viejo comité central del Partido Comunista que proteger a Rusia de China. En este punto las políticas expansionistas de los nazis y los comunistas siempre fueron idénticas: se protegían poniendo por medio otros territorios.

Pues bien, durante la existencia de la Unión Soviética, Kazajistán fue la república más fiel y entregada a las órdenes del Kremlin; y así siguió después del desmoronamiento de la federación. Kazajistán fue siempre protegida por Rusia. Recibió todo tipo de ayudas e incentivos, incluso sigue contando todavía con una de las mayores bases militares rusas en el mundo, Baikonur. Kazajistán fue siempre la niña bonita de la Rusia comunista y de la actual Rusia neosovietizada. Sin duda alguna, a todo ello ha contribuido, en los últimos cuarenta años, una figura política fundamental: Nursultán Nazarbayev, vínculo clave entre el antiguo régimen soviético y la nueva sovietización impuesta por Putin, desde el año 2004, cuando accede al poder por segunda vez en unas elecciones fraudulentas. Los rusos, sí, han sido los grandes mediadores entre los doce clanes que se reparte este inmenso territorio con Uranio para parar un tren y todo tipo de metales preciosos, sin contar que es la mayor potencia en Asia del mundo del Bitcoin, pero las contradicciones de esa sociedad son de tal envergadura que se les ha ido de las manos. No saben cómo controlar la revuelta, salvo matando.

Recurrirán a la propaganda, a las mentiras de que desean parar la acción de los terroristas, 20.000 según ellos, retorcerán todas las leyes habidas y por haber, gritarán que están cumpliendo el mandato surgido de la Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva (CSTO), liderada por Rusia y de la que forman parte Kazajistán, Bielorrusia, Armenia, Kirguistán y Tayikistán –es la primera intervención desde que fuera creada en 1992–, en fin, el Kremlin dirá que es una "misión de paz" pese a no tener el amparo de la ONU, pero lo único cierto es que Putin quiere detener como sea el fuego de la rebelión de los kazajos, porque está muerto de miedo. Su poder, sí, se tambalea. Solo Occidente, la tradicional esclavitud del pueblo eslavo y el apoyo del régimen criminal chino son sus aliados.

A Putin le queda el olfato propio del animal. El teniente coronel de la antigua KGB, con todos los vicios sanguinarios de la policía secreta, no esperaba la revuelta por el pan y la libertad de su joya de la corona. Le ha entrado el pánico, porque él mejor que nadie sabe lo pequeña que es hoy Rusia y su imperio. Todo pende de un hilo. Tiene miedo de que la protesta se extienda al centro de su pequeño imperio. Por eso ha intervenido con la mayor ferocidad posible para aplacar la revuelta. Putin, sí, ha entrado en pánico. Ni siquiera ha hallado al tipo que le sustituirá en el poder. Otra vez, como en el año 1991, el neocomunismo de Putin se desmoronará por su propia ineptitud y torpeza. Y Occidente sin hacer nada. ¡Qué vergüenza de democracias de boquilla! Pero nadie se engañe. Nadie crea que esto se acaba de la noche a la mañana. El comunismo en Rusia está tan vivo como en las épocas más represivas de la antigua Unión Soviética. Putin ha conseguido fortalecer lo peor del pueblo eslavo: su gusto por la esclavitud. Millones de seres humanos viven en la miseria. Los salarios son ínfimos. Escasean los alimentos. Las tasas de alcoholismo y suicidio son para abochornar a cualquier persona decente. San Petersburgo y Moscú son las únicas ciudades con servicios y equipamientos mínimos, aunque malos y atrasados, pero el resto del país se muere de asco… La sociedad rusa no existe. Domina el populacho. La plebe esclava se adapta a todo. La oposición política es inexistente, y si aparece alguien, como es el caso de Navalni, se le mata o se le deporta. Putin lo ocupa todo. Rusia no es un régimen autoritario sino una dictadura terrible encubierta con propaganda y el silencio cómplice de los países de la Unión Europea.

En fin, Kazajistán es el primer aviso de la ineficacia e ineptitud del régimen neosoviético de Putin. Akaki Akakievich Putin, antiguo guardaespaldas del nivel vigésimo quinto en la escala militar de la KGB, ha iniciado el descenso a sus orígenes políticos por la revuelta de Kazajistán: o los mata o va cediendo con propaganda a las exigencias de los manifestantes kazajos.

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