Aunque llegue tarde por culpa de Pérez Rubalcaba y Rodríguez Zapatero, la ley de Presupuestos Generales del Estado aprobada en el Congreso de los Diputados es ajustada a la realidad y llena de verdades por todas partes. Intenta persuadir, por un lado, con buenos argumentos y cifras, a nuestros acreedores y financiadores para que sigan colaborando con el Reino de España y, por otro lado, trata de convencer a nuestros socios en Bruselas, especialmente a Alemania, de que somos gentes fiables.
Pero, a mi juicio, lo más importante de estos Presupuestos, desde el punto de vista político, es que salen respaldados por una mayoría absoluta del Congreso de los diputados y no porque, como dicen algunos listillos más preocupados de los cambalaches que de la transparencia de los partidos políticos, le sobren unos pocos votos. Del trámite y aprobación de estos Presupuestos pueden sacarse muchas lecciones políticas, destaca una por encima de todas: la importancia de la democracia. Sí, independientemente de sus aciertos o desaciertos, de su tardanza o rapidez a la hora de su presentación, de que sólo serán viables para el segundo semestre de este año, estos Presupuestos nos han enseñando algo que han olvidado muchos "demócratas de boquilla": los españoles, el pasado 20 de Noviembre, han votado mayoritariamente para que gobierne el PP sin tener que recurrir a "pactos" que serían muy mal vistos por los propios electores y, por supuesto, desde el exterior de España; a estas alturas de la crisis, díganme, por favor, quién puede seguir fiándose de los socialistas y nacionalistas que siguen obsesionados con seguir gastando sin controles serios en ninguna administración del Estado.
El ministro de Hacienda ha estado impecable a la hora de defender con contundencia democrática estos Presupuestos, especialmente los recortes del gasto, pero, sobre todo, ha dejado claro la importancia de la democracia. Sus críticos a palos, entre otras cosas, porque no ha conseguido granjearse el respaldo de la oposición, en mi opinión, aún no han asumido, quizá porque tienen inoculados en sus genes las viejas prácticas de la "democracia orgánica" del franquismo, la importancia de la representación política, es decir, de que el acto máximo de la democracia inorgánica, de la genuina democracia, es el voto de cada ciudadano, individual y autónomo, a una fuerza política para que lo represente en la sede de la soberanía nacional.
Sí, sí, ya podemos hablar de mecanismos democráticos y "legitimidades" múltiples en torno a las sociedades abiertas, pero el dominante, se pongan como se pongan los defensores "sociales" y socialistas del Estado Social, es la institución del Parlamento elegida libremente por los ciudadanos. Y ahí, queridos lectores, las cosas son sencillas de ver: el gobierno del PP está respaldado por una amplia mayoría que tiene que ejercer con la misma sabiduría y prudencia que ha demostrado en la tramitación de esta Ley de Presupuestos. La sede parlamentaria, sin duda alguna, sigue siendo clave, entre las instituciones de la democracia, para salir de la ruina económica y social en la que nos han sumido los gobiernos de Rodríguez Zapatero. ¿Acaso por eso, porque aquí no tiene capacidad de persuasión política el PSOE, Pérez Rubalcaba quiere trasladar a otro ámbito que no es el propiamente democrático su acoso y derribo al PP?