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Agapito Maestre

Gobierno simulado

Nadie en la democracia española ha tenido tan poco poder concentrado como este Gobierno.

La debilidad de la presidencia del Gobierno desconcierta porque no estábamos acostumbrados. Nadie en la democracia española ha tenido tan poco poder concentrado como este Gobierno. Los mesogobiernos regionales han puesto en ridículo al Gobierno de coalición cien veces desde que accedió al poder. Otro tanto podría decirse de los Gobiernos municipales, que han ninguneado al Gobierno de Sánchez-Iglesias siempre que ha habido ocasión, por ejemplo, el acuerdo del Gobierno de coalición para tomar prestados 14.000 millones de remanente de los ayuntamientos con la condición de devolver esa cantidad en los próximos 10 años e inyectar 5.000 millones en los municipios entre 2020 y 2021 no sólo ha fracasado, sino que ha puesto en pie de guerra a los municipios, incluidos los socialistas, contra Sánchez-Iglesias. Ha habido Gobiernos débiles en la democracia española, pero ninguno de ellos puede compararse con esta coalición de aventureros y separatistas, de gente sin escrúpulos ideológicos ni políticos.

Estamos ante un Gobierno de coalición soldado solo y exclusivamente por su afán de poder. Poder por el poder. No hay proyecto bueno ni malo que no sea mantenerse a cualquier precio en el poder. Por eso, precisamente, no hay día que no aparezca un nuevo dato, una mala práctica, en fin, una decisión equivocada de este Ejecutivo que lo haga aún más frágil. Es indudable que el procesamiento de un juzgado de instrucción de Madrid a Podemos por delitos de malversación y administración desleal, atribuidos al tesorero, al gerente y al secretario de comunicación, hace mucho daño a la coalición gubernamental de Sánchez-Iglesias, aunque ellos digan lo contrario. Es realmente llamativo que un Gobierno que apenas lleva ocho meses en el poder esté tan acorralado por todas partes, aunque asombra aún más que todavía haya gente dispuesta a decir, o mejor, a repetir la consigna del presidente Sánchez: "Estaremos los cuatro años de legislatura".

Y, sin embargo, creo que Sánchez aguantará un poco más en el poder. Sospecho que no mucho, incluso aunque le aprobaran los Presupuestos Generales del Estado. Me parece que esperará hasta las elecciones de Cataluña, que seguramente se convocarán para octubre. Entonces hará un reajuste en el Consejo de Ministros. Aplacará un poco los ánimos de todos, pero no conseguirá sacar ley alguna adelante. De fracaso en fracaso, aunque España se desplome totalmente, seguirá aferrado al poder; se resistirá hasta el final a pactar con el PP, pero nadie descarte que acceda a una componenda, por sombría que sea para él, si la UE se lo exige.

Ante esta panorama, nadie con sentido político dejará de reconocer que la coalición gubernamental está en vías de extinción, aunque todavía le sacará provecho Sánchez, y su desprestigio político es total en el mundo y en España. Si la debilidad de este Gobierno es, en verdad, tan grande y evidente, ¿cuáles son las fuerzas que lo mantienen en el poder? Aparte del propio manejo de los aparatos del poder, especialmente los mediáticos, y el estrechamiento del campo de juego de la oposición por su estulticia y cobardía, creo que hay un factor, en realidad, un arma que nadie maneja con tanta destreza como Sánchez. Tan bien utiliza ese instrumento de represión que lo ha convertido ya en una forma de gobierno. Hacen mal los analistas políticos, los economistas y los ciudadanos en ignorar, y a veces en despreciar, como si se tratara de una vulgar inmoralidad, que sin duda alguna lo es, la utilización de la mentira.

No se trata de que Sánchez mienta al mismo ritmo de su respiración, sino de algo más grave y profundo para todo el sistema político. Sánchez ha logrado llevar hasta sus últimas consecuencias la mentira. Ha hecho de ella no tanto el instrumento político dominante sino la razón de ser del régimen democrático. La mentira es la forma de gobierno en España. Mientras no nos detengamos en el análisis de la mentira como una realidad política fundamental de España, mientras la oposición y los medios de comunicación, en fin, mientras los ciudadanos no asumamos que vivimos en la mentira como forma de gobierno, esto seguirá siendo más o menos el estercolero político que es ahora. No es la fuerza bruta, la triquiñuela y la concreta mentira que hoy utiliza el poder para salvar una situación comprometida, y que mañana cambiará por otra similar, su principal baza política, sino el haberse apoderado de la verdad. Parece que aquí solo rige la verdad oficial. ¡A quien se hace dueño de la verdad, sin duda, se le facilita el camino para adueñarse de todo lo demás!

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