Pablo Iglesias ha aprovechado la ocasión de la visita de Felipe VI a la Unión Europea y le ha regalado una película que yo no he visto. ¿Es eso un acto populista? ¡Quién sabe! Lo cierto es que se ha acercado al monarca y no lo ha despreciado como han hecho otros. Es un lugar común, un tópico, casi un prejuicio, acusar de populismo a Podemos, pero creo que pocos partidos en España renuncian al populismo. Sin duda alguna, hay diferentes tipos de populismo, por ejemplo, Esperanza Aguirre saca un sofá por las calles de Madrid e invita a los ciudadanos a tomar asiento para charlar sosegadamente con ella. Todos intentan, en fin, aprovechar la ocasión de acercarse al pueblo. ¡Será eso populismo! Pero no todos, en España, han aprovechado tan bien como Podemos la ocasión que le ha ofrecido la actual circunstancia histórica de España para montar un partido político.
Podemos ha tenido eso que Maquiavelo, en El Príncipe, llamaba fortuna. La suerte ha sido su principal aliada. Aunque suene a paradoja, la desdicha sufrida por los españoles es la gran fortuna que ha recogido Podemos; las desgracias económicas de millones de seres humanos, el malestar de los ciudadanos ante el funcionamiento del sistema político español, la indignación que nos produce el descubrimiento, casi cotidiano, de casos de corrupción política, en fin, las mil muestras de una crisis profunda del sistema político, surgido en la Transición y apoyado en la Constitución de 1978, ha sido el gran tesoro que ha recibido Podemos. Un sistema político en descomposición, deslegitimado especialmente su fundamento bipartidista, incapaz de regenerarse a través de medidas institucionales y políticas, ha sido el gran hallazgo, la dicha, por la que se ha dejado gobernar este partido político, que estaba concebido como una pieza de un engranaje más amplio, en realidad, de un movimiento popular, que estaría llamado a desbordar, o sea a destruir, el sistema democrático que genera, según los líderes de Podemos, la desdicha de millones de españoles.
Eso es, sin embargo, la mitad de la verdad, porque Podemos ha sabido aprovechar de modo inteligente, casi de manera extraordinaria, esta ocasión que le brindaba la fortuna de un sistema político en descomposición. Eso no lo han conseguido otros partidos, salvo Ciudadanos. Los dirigentes de Podemos aprendieron bien la lección entera de Maquiavelo: "Puede ser verdad que la fortuna sea el árbitro de la mitad de nuestras acciones, pero que también ellas nos dejan gobernar la otra mitad, aproximadamente, a nosotros". La virtud de Podemos ha consistido en saber utilizar su "libre albedrío", noción agustiniana clave del pensamiento occidental, para domar, canalizar, encauzar y dirigir la crisis del sistema político bipartidista hacia su destrucción. Han sabido someter la ocasión terrible por la que atraviesa España, obviamente, en provecho propio, pero no sin antes despertar del letargo en el que la sociedad española vivía este bipartidismo. Las terribles fracturas sociales y políticas, provocadas por un sistema político en descomposición, han sido no sólo visualizadas sino interiorizadas por la población merced a la capacidad de convocatoria que Podemos ha tenido en la calle y en los medios de comunicación.
Podemos ha sabido imponer sus fines políticos: destrucción del bipartidismo para acabar con la corrupción y han elegido como principal "enemigo" al partido que sustenta el gobierno de España, el PP. La violencia generada por el sistema político tiene que ser enfrentada con determinación y fuerza, o sea, Podemos viene para ayudar a derribar la tambaleante democracia, porque, como dijera el secretario general de este partido, "el poder se asalta". Recuerda esa expresión a la utilizada por Hugo Chávez Frías, cuando en su toma de posesión de la Jefatura del Estado de Venezuela, dijo: “Sobre esta moribunda Constitución juro mi cargo”. La destrucción del moribundo sistema político español, dirían los dirigentes de Podemos, es el principal objetivo de la formación liderada por Pablo Iglesias. Por lo tanto, cuanta más miseria, más enfrentamientos, más quiebras, en fin, más violencia genere el sistema, mejor para los objetivos de Podemos. Definidos con precisión sus fines políticos y aceptados, según se desprende de múltiples ensayos sociales (resultados electorales, encuestas de intención de voto, presencia en los medios de comunicación, relación con otros partidos políticos, presencia internacional, etcétera), por una buena parte del cuerpo social, ahora sólo cabe extenderlos a través de una fórmula contundente: “Podemos solo quiere el bien del pueblo”. ¡Eso es populismo!