El 23 de abril, día en que dieron cristiana sepultura a Cervantes en 1616, celebramos los españoles la fiesta de la lengua española y del Quijote. También este jueves, 23 de abril, es un buen día para honrar a todos los muertos y muertas por el covid-19. Aprovechemos, sí, este día de celebración para recordarle al Gobierno de España sus responsabilidades y culpas en muchas de esas muertes. No sé si alguna vez la Justicia de España logrará procesar a esa gente. Lo dudo, porque el mundo del Derecho en España está sometido, como el del periodismo, la ciencia y la cultura, al poder omnímodo de un Gobierno sin autolimitación alguna a la hora de ejercer su fuerza, su terrible violencia verbal y sus modos represores para que nadie se mueva en un Estado de Excepción sin parangón en la historia de Europa. Pero no pierdo la esperanza de que alguna vez respondan ante los tribunales internacionales de justicia sobre sus tropelías. En todo caso, a ojos de las víctimas y de sus familiares y, por supuesto, de sus conciudadanos, esta gente jamás limpiará su maldad moral.
Presididos por una bandera de España con crespón negro, que tanto odian los comunistas y los socialistas, los separatistas y los nacionalistas, los titiriteros y los falsos escritores de naderías, honremos a nuestros muertos por el covid-19 en el día en que deberíamos celebrar también la fiesta de la lengua española y del Quijote. Compartamos nuestro dolor con todos cuantos hayan sufrido el desgarro de la enfermedad y alguna muerte inesperada. Y reconozcamos nuestra paradoja: en un tiempo de sufrimiento, de dolor y vergüenza ajena por el comportamiento de un presidente del Gobierno que no se atreve a ponerse una corbata negra por los caídos, tenemos que celebrar la obra más grande de la literatura universal. Tristeza es hoy el nombre de España y Alegría la de su mayor obra literaria. El Quijote es un canto tan grande a la Alegría que la cosa de Beethoven, su famoso himno, parece solo un ejercicio musical para gente dura de oído. Nadie muere en el Quijote, salvo su protagonista al final del libro para abrirnos a otro mundo. Quizá el de la inmortalidad del alma.
La maestría de un genio sencillo y austero en su expresión para crear alegría en sus lectores no ha encontrado todavía parangón en la historia de la literatura universal. Alegría y verdad, genuinamente humana, son los fundamentos de esta obra. Nadie como Cervantes ha conseguido dramatizar la cuestión clave de la identidad del ser humano: verdad contra mentira, realidad o utopía, normalidad frente a paranoia. Nadie ha estudiado mejor que Cervantes la verdad frente a cualquiera de sus falsificaciones. Nadie ha puesto sobre la mesa de la literatura crítica, de la literatura, la estrecha relación entre el el misterio de lo real y la lengua, lo auténtico y lo aparente, en fin, la realidad y su representación cultural. Artística.
Y, además, no existe en la literatura universal un autor tan crítico con su propia obra como Cervantes. Pocos autores hallaremos en la literatura universal que puedan compararse al de Alcalá de Henares a la hora de reflexionar sobre el ejercicio de la escritura. Las tres primeras líneas del Prólogo primero del Quijote son ya un estudio de eso que los cursis del siglo XX llamaron "metaliteratura": "Quisiera que este libro, como hijo del entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse. Pero no he podido yo contravenir al orden de naturaleza". No es el rasgo menos relevante que ha legado Cervantes a la cultura española: para leer, entender y disfrutar el Quijote no se necesita a nadie. Entra en vena directamente, no requiere de mediadores. Mas, una vez leído, o sea sentido y disfrutado por cada uno de nosotros, no está mal recurrir a la llamada ‘crítica’, es decir, a los cervantistas. Pueden ser de gran utilidad para seguir disfrutando de la lectura. Algunos de ellos tienen dotes especiales para desplegar la infinita condensación de arte que contiene el Quijote. Entre todos esos cervantistas, me atrevo a recomendarles la lectura de las obras de Ciriaco Morón Arroyo, especialmente su Para entender el Quijote. Este gran humanista español, catedrático de Estudios Hispánicos y Literatura Comparada en la Universidad de Cornell (USA), ha mostrado con precisión filosófica que Cervantes funde genialmente la historia de don Quijote y Sancho, personajes más pasivos que activos, con los "episodios", así llamados por Cervantes, o historias de otros personajes dentro de la obra, por ejemplo, la de Marcela y Grisóstomo, y la de Cardenio, Luscinda, don Fernando y Dorotea, y con la historia del autor, uno de los personajes principales de la novela. En fin, el Quijote sigue siendo la mayor meditación española sobre cómo se hace un libro de ficción. Novela original y canon de la novela de todos los tiempos.
Celebremos el Quijote y honremos a nuestros muertos del covid-19.