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Antonio Robles

La maldición de Isabel Díaz Ayuso

Ayuso desenmascara todos los marcos mentales y relatos de casquería política con que el sanchismo la acosa.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. | EFE

Pablo Casado la temió y persiguió como rival, Pablo Iglesias, pretendió barrerla del cielo de Madrid, Juan Lobato la acosó como un Lobo y ha dimitido como un inofensivo lobezno. En la lista apunta maneras el Fiscal General del Sanchismo, Álvaro García Ortiz. Y calienta en la banda, Pedro Sánchez. Todos han cometido el mismo error, tratar de derribarla atribuyendo a su entorno familiar todo tipo de tropelías imaginarias. No podían permitirle que les ganase el "relato", dejó dicho el mafias. Para todos ha sido un reto, para Sánchez, una obsesión. Tanto es así, que ha estado detrás de cada una de esas puñaladas. Pero como la tumba mancillada de Tutankamón, acabará derrotado por su maldición. Más pronto que tarde verá su ataúd pasar por la Puerta del Sol.

Al contrario que la Mantis religiosa que le come la cabeza al macho después de aparearse con ella, Isabel no se deja tocar ni un pelo. Ni se deja intimidar por palabras envenenadas, como ultraderecha o liberalismo salvaje. Pero como la Mantis religiosa degüella a sus amantes en un plis plas, Isabel desenmascara todos los marcos mentales y relatos de casquería política con que el sanchismo la acosa. Sin complejos, sin pelos en la lengua. Como Cayetana Álvarez de Toledo. Esos complejos de los que el PP jamás se ha logrado librar y Feijóo los confunde con la centralidad y la buena educación.

Sería un acto de higiene política, que un día de estos el señor Feijóo dejara en manos de estas dos mujeres libres de complejos y sobrada inteligencia, la respuesta a discursos tóxicos como los que profirió Pedro Sánchez ayer en el Congreso. ¿Para qué contestarle políticamente? ¿Para qué gastar la munición contra sus molinos de viento?

Déjenme que me explique. Todo tiene un límite, y en el último discurso Pedro Sánchez llegó a la degradación más absoluta. Atribuyó las pulsiones inaceptables que anidan en sus entrañas, a los demás. En términos psicoanalíticos sería un mecanismo de defensa freudiano denominado "proyección". Pero lo inaudito es que tal proyección no es inconsciente, sino fruto de un cálculo consciente propio de la propaganda Goebbeliana más abyecta para imponer un relato político, un marco mental a la mayoría social con total descaro, confiando en los medios periodísticos que ceba o controla para sellar a todos sus fieles, e imponer a la mayoría social una verdad política que a todas luces es falsa. Su impunidad y cara dura es repugnante. Puede parecer una locura, pero así está actuando. Él y todo su séquito. Para ellos no existe la verdad y la mentira, sólo el relato que confían en imponer. Se sienten inmunes. Y en buena medida, los 7 millones de ciudadanos que le siguen votando, les reafirma en la maldad.

¿Cómo luchar contra un tipo que miente más que habla, y sin embargo, tiene el morro (iba a escribir arrogancia, pero es demasiado intelectual) de atribuir a los demás sus propias mentiras? No sólo las mentiras, también cualquier actuación, información o responsabilidad manifiestamente tóxicas.

Llegados a esta degradación y desvergüenza, ¿por qué empantanarse en su juego sucio, en lugar de encomendarse a Umberto Eco, y hacer un impecable análisis semiótico de cada una de sus frases, de sus falacias, de su retórica para mostrarlas desnudas a la audiencia? Una verdadera clase de retórica para desenmascarar las trampas de su lenguaje, las armas tóxicas de su poder. Mira que atreverse a dar él, precisamente él, lecciones de ciencia, responsabilidad, y atribuirle a los demás ignorancia y mentiras… Mira que aprovechar la tragedia de la Dana para polarizar entre cambio climático y negacionistas… ¡Jeta tié el tío!

Es tan evidente y grosera la manipulación, como perversa su falta de escrúpulos. Estamos ante un ser sucio, y malvado. No se detendrá ante nada ni ante nadie. No es un psicópata, ni un cínico. Es un ser depravado que sabe lo que hace, por qué lo hace y cómo hacerlo. Con la habilidad suficiente para enrolar en el delito a todos aquellos a quienes asegura un botín. En eso se ha convertido la casta política, en simples cuatreros que viven de ella. Con los nacionalistas como avanzadilla mafiosa.

CODA-1: Reparen en la foto que sacase El Mundo en portada (23/11/2024) de Pedro Sánchez acompañado de Koldo, Ábalos y Santos Cerdán. Fue la tríada conspirativa de la que se rodeó en 2017 para asaltar el poder perdido del PSOE recorriendo sus agrupaciones por toda España apretados en un Peugeot 407. Hoy todos acusados por graves casos de corrupción y nepotismo. Imagínense ¡qué no llegarían a conspirar! para lograr el poder. Y cuántas intimidades inconfesables no habrán urdido. Aseguraba ayer en la COPE Aldama: "Sánchez lo sabía todo. Si no llamaba seis o siete veces al día a Ábalos, no le llamaba ninguna". ¿Cómo imaginar que el cabecilla, este ególatra que ha reducido el PSOE a su santa voluntad, no sabe nada de los delitos ya imputados a los que fueron su banda para lograr el poder? Y cuando se lo imaginen, podrán comprender por qué Santos Cerdán, actual secretario de organización del PSOE y muñidor de todos los pactos con Puigdemont, Bildu, ERC… llevan el sello de una banda de mafiosos, que no han dudado en hacer los negocios más sucios contra su patria, incluida su continuidad como nación. No son políticos, son una banda organizada.

CODA-2: A la luz de la chulería que soltó Pedro Sánchez en el mitin de UGT de Barcelona el pasado domingo: "Tres años y los que vienen después de esos tres años", recuperen aquella cara compungida, casi haciendo pucheritos, cuando se dirigió por carta a los españoles para anunciarles que se retiraba 5 días a unos ejercicios espirituales junto a su esposa para evaluar si merecía seguir o dimitir. Es un fraude con patas, puro chantaje moral. Le ha venido como anillo al dedo la canción Cambalache sanchista, editada por "Coplas del Pueblo". Háganla correr, algún respiro ha de tener la ciudadanía mientras espera a que la maldición de Isabel Díaz Ayuso lo fulmine. Aunque recuerden, está en su voto librarnos de él.

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