Si Errejón fuese cura
La diferencia entre los curas y los estalinistas es que los primeros han acabado asumiendo el coste de sus delitos a nivel corporativo, como un problema de toda la Iglesia, y como tal piden perdón a las víctimas y se hacen responsables.
El 16 de octubre de 2021, Iñigo Errejón posteó algo muy interesante en la ahora cada vez más controvertida (como él) red social X. Haciéndose eco de una noticia de la SER sobre las inquietudes sociales del Papa Francisco, Errejón escribió: "El Papa defiende la reducción de la jornada laboral. Yo era ateo…". Entre las reacciones a este post, ciertamente gracioso, destaca un "Jajajjajjaja" firmado por una tal Elisa Mouliáa. Esto ocurría como unas tres semanas después de esa noche de los pestillos cerrados y los cristales rotos en que la señora Mouliáa asegura y denuncia (transcurridos tres largos años) haber sido agredida sexualmente por el "psicópata narcisista" de Errejón. El mundo al revés: el estalinista defendiendo al Papa, la autoproclamada víctima de una agresión sexual riéndole las gracias a su agresor en caliente.
Sin duda, al Bujarin de Podemos le habría ido mejor con el Papa que con Pablo Iglesias, Irene Montero y Cristina Fallarás. La Iglesia Católica, que impone el celibato a sus sacerdotes (otras religiones no lo hacen) y que históricamente se ha opuesto a la normalización de la homosexualidad incluso de los no creyentes, ha pagado un alto precio por las graves contradicciones de algunos de sus miembros entre sus votos y sus impulsos. Cuando esas contradicciones han entrado de lleno en lo delictivo, con horrendos abusos contra menores, ha costado esclarecerlos y romper la ley del silencio. Pero eso ya ha quedado atrás. Precisamente el Papa Francisco dio la orden de hacer limpieza. La Abadía de Montserrat va a indemnizar con 20.000 euros a la víctima de uno de sus monjes condenado en firme. Hasta en la Iglesia Anglicana ha cundido el ejemplo, y por eso acaba de renunciar a todos sus honores el arzobispo de Canterbury.
Por lo que vamos sabiendo, y a la espera de que el juez determine si lo que denuncia la señora Mouliáa se sostiene o no como delito, lo que está claro es que Errejón llevaba años incurriendo en conductas sexuales que se daban de hostias, y perdón por la expresión, con el discurso que él mismo defendía e imponía a otros desde todas las atalayas de poder imaginables. En ese sentido, lo suyo no es tan distinto de alguien que de cintura para arriba quiere ser cura, pero de cintura para abajo es otra cosa.
La diferencia entre los curas y los estalinistas es que a los primeros, aunque les haya costado mucho, han acabado asumiendo el coste de todo esto a nivel corporativo, como un problema de toda la Iglesia, y como tal piden perdón a las víctimas y se hacen responsables. ¿Que podrían hacerlo más y mejor? Seguro. Pero, a la vista de todo lo que últimamente sucede, no creo que esté por darles lecciones nadie de la ultraizquierda española. Esa que por ejemplo me ponía a parir a mí si colgaba —también en X— una foto mía al lado del abad de Montserrat, cuando en septiembre pasado el Parlamento de Cataluña le dio la medalla de oro de la institución.
Escribí entonces que, si haces balance de la aportación de la Iglesia al mundo, incluso con el espeluznante lado oscuro que estamos comentando, el saldo que queda es, en mi opinión, positivo. A todos los niveles. No todos pueden decir lo mismo. Podemos no es ni ha sido nunca Cáritas. Allá donde gobiernan (por ejemplo en la ciudad de Barcelona, en los últimos años), cualquier persona que no tenga donde vivir antes recibía ayuda de la Iglesia que de los servicios sociales del Ayuntamiento de Ada Colau.
La camada radical del 15M, ¿qué ha aportado, aparte de colocar en puestos de poder a una generación política de una agresividad dogmática y sectaria como en este país no se veía desde el 36? Sus políticas sociales y económicas, un poema. Su antisemitismo, un suicidio moral. Su feminismo hace que la Sección Femenina falangista parezca una canción de Rosalía, y encima no se lo creían ni ellos. Si ahora Errejón se enfrenta a lo que se enfrenta porque tenemos una ley y un marco mental que penaliza el flirteo en una cena de empresa o el mercadeo (todo lo indigno que tú quieras) entre favores sexuales y de otro tipo, mientras permite que condenados por violación sólo tengan que "autopercibirse" mujeres para estar en la misma cárcel que ellas, es gracias a toda este estalinismo made in Lavapiés que hace años que toda la gente sensata ve que es un delirio. Pero al que pocos osan todavía hoy enfrentarse públicamente, so pena de ser mandados al gulag civil por fachas.
La cultura del estigma, de la delación, del cortar cabezas en lugar de repensar las cosas, de purgar en lugar de pedir perdón y asumir colectivas responsabilidades, entronca con la mejor y más arrogante tradición soviética. Todavía hoy te encuentras gente que te dice que vale, que Stalin se pasó un poco, pero que la URSS era un buen invento.
En las mismas están ahora los de Más Madrid, pretendiendo aguantar el tipo como si el caso Errejón no dejara al descubierto que lo que está mal no es una persona concreta, por muy contradictoria y cargada de problemas y de adicciones que esté. Lo que está mal es todo este discurso feroz, toda esta máquina de picar carne.
Una de las cosas más tristes que he visto en mi vida, y en política he visto de todo, ha sido la salida a la palestra de Rita Maestre para renegar de su antiguo novio. Incluso si nos creemos que nunca sospechó lo que ahora se sabe, ¿no le queda ni un resquicio ya no diré de lealtad, sino de compasión, por el que fue su compañero, no sólo ideológico? ¿Era necesario todo este aquelarre, toda esta obscenidad? Me recuerda el caso de Núria Comorera, la hija del que fue fundador y secretario general del PSUC. Caído en desgracia en 1949. Le expulsaron y los suyos propios le delataron a la policía franquista. Falleció en el penal de Burgos. Su hija lo repudió e hizo pública una carta, a la que el partido dio máxima difusión, abominando de su padre.
Miren, pues esto en la Iglesia no pasa. Cuando un monje es condenado en firme por algo tan horrendo como abusar sexualmente de niños —algo de lo que, de momento, nadie ha acusado a Errejón—, la Iglesia le aparta de sus funciones, pero no le echa a los perros. Le mandan a una especie de retiro. Y pagan la multa. Y piden perdón. Será porque quien sabe pedir perdón, también sabe darlo. O porque la Santa Inquisición desapareció hace siglos y no sólo algunas décadas, como la URSS.
A todos los que se regodean ante la ironía kármica de que Errejón haya caído en las fauces del mismo estalinismo que él tanto contribuyó a volver a poner de moda: ojo, que hoy es él y mañana puede ser cualquiera. Cualquiera que haya defraudado expectativas sexuales o de otro tipo se puede ver en el muro de la vergüenza de Cristina Fallarás, en la hoguera de Rita Maestre y en la apisonadora de libertades individuales y de presunción de inocencia cuyos hilos sigue moviendo Pablo Iglesias desde la oscuridad del cálculo político. Desde las tinieblas del alma. Nadie está a salvo de sus purgas. Nadie. Que se preparen por ejemplo los millones de mujeres que en todo el mundo leyeron con gusto un libro como Cincuenta sombras de Grey, o que fueron a ver la película. "Pues a mí me pone", me confesaba hace años una buena amiga. Dudo mucho de que ahora se atreviera a decirlo. Y mientras tanto, si te violan de verdad, aquí o en un kibutz al lado de la frontera de Gaza, silencio, no molestes. Que Stalin trabaja.
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