Valencia: el aliento de una nación ante un Estado desnortado, desastrado y traicionado
El tiempo que tarde en sustanciar sus responsabilidades el PP es lo que tardará en poder reclamar las responsabilidades mucho mayores de Sánchez.
Es obligado comparar la emocionante reaparición de la nación española en forma de inmediata, improvisada y masiva ayuda a los compatriotas valencianos, golpeados por la mayor catástrofe de la historia desde 1957, con la parálisis del Estado desnortado y desastrado que pagamos con nuestros impuestos.
Nunca una nación tan viva tropezó con un Estado tan muerto. Sigue tropezando, diez días después del martes fatídico, Sánchez ("si necesitan ayuda, que la pidan") sigue sin declarar el estado de Alerta y nivel 3 a que obliga la Ley, poniendo todos los recursos militares y civiles bajo control de la UME y del Ministerio del Interior, como ha explicado muy bien en esRadio el creador de esa unidad, general Fulgencio Coll.
Esto es lo esencial: la permanente traición a España de Sánchez ha escrito una de sus páginas más infames negando a los cinco millones de españoles de la Comunidad Valenciana el concurso de sus Fuerzas Armadas cuando más lo necesitaban, porque los separatistas y comunistas que lo mantienen en el Poder no aceptaban que miles de soldados con la bandera española fueran aclamados por los ciudadanos siniestrados. Y encima, por el Rey y la Reina de España, que hicieron frente al barro de la recriminación mientras Sánchez huía cobardemente y luego perseguía con helicópteros y una unidad de élite antiterrorista a los que le atacaron con palos de fregona.
La cadena de errores y responsabilidades políticas
Una catástrofe de esta magnitud es imposible impedirla, ni siquiera con los mejores medios técnicos, pero sí mitigar su daño en vidas y haciendas. El peligro correspondía identificarlo, en primer lugar, a la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) que depende del ministerio de Transición Ecológica de Teresa Ribera, fanática ecologista que odia a los expertos.
Una frase tan infame como la de Sánchez "si necesitan ayuda, que la pidan" es la de cierto jefe de la CTH: "Nosotros no estamos para vigilar barrancos", tan soberbia como falsa, porque la CTH sí está y sí vigila barrancos, en particular el del Poyo, y así lo hizo el martes de la muerte, en el que la soberbia y la incompetencia de políticos y técnicos ha acarreado ya más de 200 muertos, y al final se acercará a los 300 de la riada de 1957. Tuvo puntual información del aumento vertiginoso del caudal de agua que bajaba por el barranco, pero no avisaron como debían haber hecho porque estaban centrados en el desbordamiento del río Magro y la posible ruptura de la presa de Forata. Ese error y la fatal arrogancia exhibida después en la frasecita de los barrancos explica las horas perdidas en avisar a los vecinos.
Esa responsabilidad técnica del Gobierno es, de todas formas, mucho menor que la política, negándose a llamar al Ejército por sucias razones de conveniencia política. Y Robles diciendo que el gobierno tenía 120.000 militares para enviar a Valencia "si era necesario" se puso a la altura del "que lo pidan" de Sánchez. ¿No veía "necesario" la ministra de Defensa, actuar para salvar a las víctimas viendo las atroces imágenes en televisión?
La actuación del Rey y la Reina, precedidas por el gesto de Felipe VI enviando a la Guardia Real a socorrer a los damnificados el primer día se explican en esa clave militar e institucional. Cuando este martes el Rey visite de uniforme las unidades militares que al final mandó Sánchez, se verá gráficamente que la actuación "del Estado en su plenitud", que pidió el monarca junto a Sánchez es algo más que un deseo, una reivindicación institucional.
No todos los cargos públicos han traicionado a la nación. No todas las instituciones del Estado están tan muertas como las autonómicas. El aliento de la nación tiene el respaldo de la Corona y viceversa. La guerra del Gobierno contra el Rey irá a más. La Oposición, ay, ha ido a menos.
El caso Mazón y el almuerzo interminable
Que Sánchez creyó ver desde el principio una oportunidad para acabar con la derecha valenciana en el Poder es evidente. Que Mazón aceptó feliz ese caramelo envenenado, también. Le habría bastado insistir en la necesidad del ejército, que Sánchez nunca hubiera atendido, para endosarle toda la responsabilidad política al Gobierno. ¿Fue sólo incompetencia de Mazón y un equipo de cuarta división o hay una clave personal en esos errores que han permitido a sociatas y comunistas tapar sus culpas y levantar cabeza?
Una semana pasó sin enterarnos de su almuerzo interminable con la ebúrnea Maribel Vilaplana, a la que rinde tan pública admiración que sólo tardó un minuto el sicariato mediático pre-escolar en recuperarla en vídeo. Pero tal rapidez plantea una duda: ¿conocía el Gobierno, socialista "que lo sabe todo de todos", como presumía Rubalcaba, esa cita tan comprometida de explicar, en casa o la calle, que Mazón ocultó? ¿Esa difícil explicación lo echó en brazos de Sánchez? ¿Lo presionó con revelar ese secreto el que llamó "querido presidente" y por eso se ha negado a reclamar el estado de alarma que pedía el PP? Parecerá asunto menor el naked lunch de Mazón —está claro que la izquierda desconoce a Burroughs— pero por minucias menores se han perdido muchos políticos. En todo caso, al aceptar el apoyo del PSOE a sus presupuestos, Mazón deja a Feijóo en una situación imposible para hacerle pagar a Sánchez su culpa en la desatención deliberada a las víctimas de la tragedia, que es infinitamente mayor.
Mazón ha adoptado la misma actitud de tapar su debilidad echándose en brazos del PSOE que, en su día, tuvieron sus padrinos Casado y Teodoro, los que lo pusieron al frente del PP valenciano tras una campaña infame contra la valiosa Isabel Bonig. Lo repitieron con Ayuso: se unieron a Sánchez contra ella, pero, en esa ocasión, ella no se dejó. Como Feijóo no echó a esos infames calumniadores del partido, tal vez por presión de los teodoros y sorayos, ahora está desautorizado y desobedecido por Mazón.
Un partido nacional no puede aceptar que uno de sus barones acepte el abrazo del oso sanchista, como si eso trascendiera el cacicazgo regional.
Decir que "no es el momento de hacer cambios" es aceptar una culpa que no corresponde a una dirección nacional, salvo que sea de la nueva CEDA, la Confederación Española de Derechas Autónomas de Gil Robles, que auspició la Iglesia en la Segunda República, pero nunca llegó a presidir el Gobierno, por los complejos civiles y los enjuagues vaticanos con los nacionalistas vascos y catalanes. A Feijóo es lo que le pide el cuerpo. Ante Sánchez es lo que el PP no se puede permitir. Y se lo está permitiendo.
La ridiculez del cambio climático que adivinó Franco
"El cambio climático" es la última excusa aducida por Sánchez y aceptada por los medios lerdos para explicar la DANA.
En ese caso, Franco habría sido un precursor en la lucha contra el clima, pero, más modesto que el marido de Begoña, se limitó a prever sus efectos. El cauce nuevo del Turia, que Ximo Puig y sus socios catalanistas y comunistas querían anular, "renaturalizar" y volver al viejo hace sólo dos años, evitó decenas de miles de muertos en la capital. Para muchos jóvenes, esa obra faraónica que duró quince años es la primera noticia que tienen sobre las obras públicas de la dictadura, y la democracia no sale muy bien parada de la comparación. Sin embargo, hace quince años que está diseñado y previsto en costes un plan para encauzar el caudal del barranco del Poyo y sus barrancos accesorios. Si no se ha hecho es por la presión de los ecolojetas de la izquierda y los complejos de la Derecha. Hoy estaríamos hablando de la misma ruina económica, porque la riada no se podía frenar, pero no de tantos muertos.
El "cambio climático" es la mayor estafa ideológica del último siglo. Es el caballo de Troya comunista para destruir la competitividad europea frente a China, y bajo el patrocinio de Xi Jinping tuvo lugar el aquelarre de Davos del que salió ungida la Agenda 2030 como diseño de futuro mundial. El empresario que daba credibilidad al tinglado, mientras ocultaba su negocio de compra masiva de tierras para cultivar el césped de las falsas hamburguesas o el polvo de grillo como alternativa proteínica a la ternera era Bill Gates. Los que braman contra Elon Musk por su cercanía a Trump olvidan de que la alianza político-empresarial para llevar a Occidente al rebaño woke —"En 2030 no tendrás nada y serás feliz"— empezó en Davos. En su día le dediqué un largo artículo dominical explicando sus peligros.
Por supuesto, la riada de Valencia no se produce por ningún cambio climático —cuyo alcance excede, para bien y para mal, cualquier capacidad humana—, ni siquiera meteorológico. Las estadísticas desde el siglo XIV hablan de las riadas con una frecuencia media de treinta años, y las más grandes, de setenta. La última, que arrasó Valencia en 1957, sesenta y siete.
Lo que sí puede hacer el hombre es evitar sus efectos negativos mediante presas y otras obras hidráulicas. O sea, lo que se hizo en el franquismo. La izquierda voló más de cien presas el año pasado para que "los ríos fluyan por sus cauces naturales". Con esa descerebrada idea, ni Egipto ni Sumeria hubieran encauzado nunca el Nilo, el Tigris y el Éufrates, y no habríamos llegado aún al Neolítico. Los pijiprogres quieren volver al Paleolítico, pero con calefacción asistida y sueldos sin trabajar. ¡Cómo no va a ganar Trump!
"Per ofrenar noves glories a Espanya"
Los separatistas, mientras el PP se ve atrapado por los líos de Mazón, no han tardado en promover una campaña que en teoría va contra él, pero en realidad ataca el formidable aliento nacional español que ha movilizado a tantos miles de jóvenes para ayudar a sus compatriotas. El cartel que lo resume es "No més glories a Espanya". Porque el comienzo del himno de Valencia resume perfectamente la fuerza oculta de nuestra nación, aunque traicionada por el Gobierno, frente al mezquino abandono de los que sólo ven en la Comunidad Valenciana una colonia de sus "Països Catalans". El tiempo que tarde en sustanciar sus responsabilidades el PP es lo que tardará en poder reclamar las responsabilidades mucho mayores de Sánchez. A esa inacción conducen las taifas políticas y el caciquismo de estas derechas tan felices y satisfechas como ruinosas e ineficientes, del Estado autonómico. Ojalá veamos algún día el "sol novell" del himno valenciano, tan español.
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