Tsunami republicano: Trump ha vuelto
La claridad del resultado es buena para la estabilidad del país.
Cuando todavía hay colegios abiertos, los datos son definitivos: solo una remontada espectacular en tres estados podría revertir la victoria de Trump, pero ya nadie lo cree. Seguramente cuando lean este articulo Harris ya habrá reconocido la victoria de su oponente.
Lo más sorprendente es la clara victoria en votos: los republicanos han ganado en voto popular por primera en veinte años, han recuperado el Senado y el Congreso, una situación que no se daba hace muchas décadas y esta claridad es buena para la estabilidad del país.
Las razones de esta victoria se asientan, a mi juicio, en tres factores.
El primero, es que apenas un 30% de la población creía que el país iba en la dirección correcta bajo la actual administración, es decir, ha sido Biden el que ha arruinado las opciones de Kamala, que claramente se equivocó al no coger a Shapiro como vicepresidente. Ahora echará en falta esos votos de Pensilvania.
Trump ha sido capaz de convencer a la mayoría del pueblo norteamericano de que es él el que puede solucionar los problemas que la gente percibe, y poco le preocupa al pueblo que su salvador sea un delincuente, aunque la gran mayoría de sus votantes estarán convencidos de la tesis de la conspiración.
Finalmente, Trump ha sabido poner el acento en los temas claves de la sociedad americana, que no son los de los periodistas o los analistas, sino lo que piensa una gran parte del pueblo norteamericano, mientras Kamala ha centrado su discurso en los derechos reproductivos por muy legítimos que puedan ser, y que no ha tenido otro discurso que advertir de la llegada del diablo. Solamente a última hora comenzó a hablar de los problemas reales pero ya era tarde.
Los tres cuestiones claves que han determinado la tremenda victoria de la derecha conservadora en Estados Unidos son perfectamente trasladables a los europeos.
Que la economía vaya bien no es suficiente si una parte de la población no lo percibe así, si dejas fuera del éxito a la clase media que levantó durante generaciones el país y pones el acento en políticas que favorecen a minorías o la inmigración, esta parte de la sociedad se comienza a sentir fuera del sistema político. La clase media trabajadora con sueldo no llega a fin de mes, no puede comprar una casa y aquí se resume el problema: la clase media maltratada es la que más vota y, además, Trump les ha identificado las causas de sus problema y ha hecho bandera de que terminará con las amenazas a su modo de vida.
Los latinos tienen gran parte de responsabilidad en la victoria. Son los mismos que han votado por Bukele o Milei. Un voto conservador muy influido por sus convicciones religiosas ve en los demócratas una ofensa sus creencias. Un latino que ha emigrado solo y ha triunfado en Estados Unidos es un republicano evidente que ve ahora, en la inmigración irregular de sus padres o abuelos una amenaza a su nuevo modo de vida, ya que consideran que ellos llegaron para trabajar y los nuevos no. Algo así siente la comunidad cubana en Miami entre los que llegaron huyendo del comunismo y los que salieron alentados por Castro en los ochenta y noventa.
El tercer aspecto es la incomprensión de una sociedad mayoritariamente conservadora por una revolución progresista o woke, en su denominación, que ven como una amenaza a sus valores, que no comprenden y que están convencidos que socavarán la moral y el futuro de sus hijos. Los americanos han percibido en esta activa política gubernamental en favor de determinados derechos que por muy legítimos que sean son minoritarios, una amenaza a la familia tradicional, que en Estados Unidos sigue siendo el núcleo de la sociedad americana.
Trump ha sabido leer la realidad. Los americanos se sentían seguros con sus armas y ahora ven sus ciudades con delincuencia y que les quieren quitar sus armas, no basta con que el país sea seguro, es necesario trasladar esa percepción y las imágenes diarias de los estragos del fentanilo son terribles para una sociedad que ha ignorado los problemas aislándolos en guetos que ahora ya no existen. Los americanos, que se creen la primera potencia del mundo, perciben que los chinos o los europeos les roban su papel, que les empobrece, y perciben que en general las instituciones están más preocupadas de lo que pasa fuera de sus fronteras que de los problemas reales. Entendamos que los que ahora nos preocupa a los europeos, a ellos les da igual, nunca tuvieron una conciencia de solidaridad con Occidente. De hecho, solo vinieron a salvar a Europa del nazismo cuando fueron atacados por Japón después de haber centrado su campaña Roosevelt en 1940 en que nunca entraría en guerra.
Trump es un pragmático con ochenta años, que ya hoy comienza a andar como presidente, como Biden, el peso del poder le ha caído de golpe y ya no le van a valer los discursos, sus votantes esperan hechos y habrá que ver si pueden acometer su política lo que no será fácil en una sociedad tan dividida que en dos años volverá a votar.
Los europeos tenemos la oportunidad de leer la situación y comprender que debemos tomar un protagonismo mayor en la defensa de nuestros intereses porque es justo lo que va a hacer Trump con los suyos. Seguramente un nuevo orden mundial está naciendo hoy, aunque todavía es difícil entender cuál es su dirección, pero algo tengamos claro: hoy hay una ola que puede hacer tambalear muchas de las creencias y principios que damos por sólidos y comprendamos la nueva situación. Los gobiernos socialdemócratas europeos deben leer bien estas conclusiones y comenzar a ejecutar políticas que protejan a la clase media trabajadora que comienza a desconfiar en el sistema.
De lo que no cabe duda es de que Trump ha conseguido una de las victorias personales más impresionantes de la historia, contra todo, y todos. Ha convencido al pueblo, sin medios de comunicación, tildado de fascista por muchos de sus colaboradores, condenado por numerosos delitos, ha enviado su voz al pueblo y este le ha comprendido. Nadie puede discutir que Trump ha ganado con claridad, con mensajes inequívocos y esto es lo más importante para el futuro de los Estados Unidos, que nadie puede discutir su legitimidad.
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