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Santiago Navajas

La auténtica catástrofe

Si a una catástrofe natural le sumas un estado autonómico disfuncional y unas clases políticas mediocres entonces la catástrofe deja de ser natural para convertirse en artificial.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Comité de crisis para el seguimiento de los efectos de la dana, este sábado. | EFE/Pool Moncloa/ Borja Puig De La Bellacasa

La Transición fue un éxito que permitió pasar de una dictadura a una democracia de la manera menos mala posible. Sus calumniadores se equivocan al considerarla el peor modelo posible, porque creen que sirvió para dejar todo lo que había sido atado y bien atado, todavía mejor atado y, además, invisibilizado. Pero también se equivocan lo que la sacralizan, convirtiéndola en objeto de dogma y genuflexión. En particular, una de sus facetas tenía en su diseño los huevos de la serpiente. Uno de ellos ha eclosionado en Valencia.

Como trabajo en el mundo editorial soy consciente de las disfuncionalidades del sistema autonómico. Si hay una parcela de la política y la administración que debería haberse mantenido centralizada esa es la educativa. Sin embargo, fue la primera que se compartimentó porque los nacionalistas querían sobre todas las cosas hacer un lavado de cerebro de sus respectivas ciudadanías para construir naciones culturales con un fuerte sentimiento de identidad. O dicho de otro modo, cuanto más se sintieran catalanes y vascos, menos españoles.

Cada vez que llega una ley educativa nueva, hay que rehacer los libros de texto. Pero como hay que tener en cuenta las particularidades introducidas por cada comunidad autónoma, resulta imposible elaborar un texto común. Para el caso que me afecta, en unas comunidades es obligatorio Aristóteles, pero en otras lo es Santo Tomás de Aquino. En unas comunidades, se plantea el examen de Selectividad con unas preguntas, pero en la comunidad limítrofe se plantean otras, a veces muy parecidas pero lo suficientemente diversas para que no sirva un solo texto para todas. Entonces, todo el proceso se eterniza, se hace más costoso y repercute en una subida de precios, en esfuerzos inútiles y, lo que es peor, en una desvertebración artificial de España y lo que significa ser español. Que es precisamente lo que buscaban los nacionalistas. Cada vez más ocurre en Andalucía, y ocurre a más tempranas edades, que los ciudadanos se consideran más andaluces que españoles. Y el argentino Papa Francisco publica un tuit en el que se lamenta por "los pueblos de la península ibérica", porque al parecer en el Vaticano y Buenos Aires son tan incapaces de pronunciar el nombre de España como en la sede de Bildu o en el Camp Nou.

Si el sistema educativo es una farsa, la DANA en Valencia ha sido una tragedia. Si a una catástrofe natural le sumas un estado autonómico disfuncional y unas clases políticas mediocres entonces la catástrofe deja de ser natural para convertirse en artificial. Y la culpa ya no es de la naturaleza, sino de todos nosotros por haberlo permitido y votado. Lo que seguiremos haciendo porque ni el PP ni el PSOE, el mismo perro con distintos collares, van a hacer lo más mínimo para cambiar una dinámica autonómica en la que están enfangados hasta las cejas. Como muestra, lo que fuera de Madrid opina la derecha genuflexa al estado mental socialdemócrata de Isabel Díaz Ayuso, la única con la lucidez y el coraje necesario para enfrentarse a los grupos de interés mafiosos y el rebaño mediático que dictan lo que está bien y lo que está mal en este reino de taifas regidos por incompetentes, mediocres y lacayos en el que ha degenerado la monarquía constitucional. En Twitter planteaba el novelista Lorenzo Silva que acontecimientos como la ineficiente respuesta de la Generalidad valenciana y la Moncloa obligan a repensar el estado de las autonomías, lo que le valió un alud de descalificaciones tildándolo de franquista. Hemos llegado a un punto tal de idiocia y vileza que como es fama que Franco hacía presas y centrales nucleares, lo políticamente correcto, técnicamente aconsejable y periodísticamente aplaudido es derribar presas y cerrar plantas nucleares. Habrá cientos de muertos y miles de damnificados, pero nos habremos vengado de la política industrial franquista.

La catástrofe de 2004 no nos hizo mejores. La catástrofe de 2020 tampoco nos hizo mejores. La catástrofe de 2024 no nos va a hacer mejores. Y esta es la peor catástrofe.

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