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José García Domínguez

Confesiones inconfesables de un funcionario

El absentismo institucionalizado son los mandos de la consejería, tanto los de designación política como los funcionarios, según me expone, los primeros en poner en práctica.

Como siempre que vuelvo a Barcelona, agradable velada con uno de los pocos amigos de juventud que todavía conservo en la que una vez fue mi ciudad. Alto cargo funcionarial de la Generalitat, estatus al que accedió por oposición, ahora ya a punto de jubilarse, me describe el estado de apatía, ineficiencia y ausencia de control interno que hoy rige en la Administración catalana, un paisaje laboral que él cree compartido por el resto de las instituciones autonómicas españolas. "Es igual en todas partes", apostilla. Y me lo ilustra con un ejemplo extraído de ese mismo día en su propio puesto de trabajo.

De las cincuenta mesas de trabajo que hay en la planta donde tiene su despacho —me explica—, aquel jueves laborable únicamente habían sido ocupadas seis. Los otros cuarenta y cuatro funcionarios adscritos a su servicio estaban ausentes, disfrutando todos de unos de los dos días semanales de libre elección que pueden destinar a "teletrabajar" (añada el lector todas las comillas adicionales que considere oportunas) desde sus domicilios. Un absentismo institucionalizado que los mandos de la consejería, tanto los de designación política como los funcionarios son, según me sigue exponiendo, los primeros en poner en práctica de modo sistemático, acaso para dar ejemplo. "Sólo los ves por allí de vez en cuando". Intentar reunirte con alguien para tratar asuntos complejos que requieren desplegar papeles encima de una mesa puede llevar semanas de espera, añade.

Me confiesa que, a estas alturas, ya ha tirado la toalla; que le resulta imposible controlar la supuesta labor de sus subordinados cuando no están presentes; que la Generalitat cuenta con 250.000 empleados en plantilla, o sea en torno a un millón de votantes si añadimos a sus familiares más directos, un segmento fundamental para ganar las elecciones al que ningún partido se atreve a enfrentarse; y que, como todo el mundo allí, también ha optado por hacer la vista gorda mientras cuenta los meses que le quedan para la jubilación. "Mira, Pepe, estoy seguro de que lo que ha pasado en Valencia ha sido por eso", concluye.

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