Sánchez culpa a Mazón de que Bildu no le deje sacar al Ejército
Nunca ha habido un miserable así en el Poder en tantos siglos de historia de España. Nunca más necesario echarlo.
A los cinco días, que es su unidad de medida para engañar a la masa, Sánchez se ha dirigido a los españoles para decirles cómo va la tragedia en la Comunidad Valenciana. Podría haber dicho que su estrategia para cargar a Mazón con todas las deficiencias del desastre y recuperar Valencia para la izquierda comunista y catalanista no va mal. También podría haber culpado al "cambio climático", que ahora llama "emergencia climática", y que es tan novedoso que Franco le hizo frente tras la riada de 1957 y la obra faraónica del nuevo cauce del Turia ha evitado decenas de miles de muertos en la tercera ciudad de España. Anticipación climática, supongo. Y si fuera otro, menos mentiroso y más sensible al mal ajeno, también podría haber dicho, por una vez, la verdad: que no puede sacar el Ejército a la calle porque sus socios, desde Bildu a Sumar, pasando por la Esquerra y Junts, no se lo permiten. Pero se ha atenido al guion que desde el principio siguió su gobierno y el equipo de opinión sincronizada: si hay culpa, será de la Autonomía, que para eso es del PP. Que la próxima me voten a mí.
Que "si quiere ayuda, que la pida", dice el Déspota
La frase más infame del marido de la imputada Begoña, hermano del imputado David, padrino del imputado García Ortiz y responsable de todos los imputados o imputables por corrupción del consejo de ministros, que de momento son once, fue la que dirigió a Mazón: "Si necesita ayuda, que la pida". Le faltó decir: "porque lo que es yo, no pienso ayudarle en nada". Pero se le entendió perfectamente. Como a la ministra más hipócrita, Margarita Robles, que dijo tras mandar setecientos militares, que había 120.000 preparados "por si era necesario". ¡Por si era necesario! ¡Y llevaban incomunicados, conviviendo con sus muertos, casi tres días! ¿Son humnos, Sánchez y Robles? Sí, pero como El Arropiero o el Caníbal de Rottemburgo, para demostrar que el ser humano puede ser muy criminal. Ya lo demostraron en la pandemia, cuando subordinaron la prevención a los intereses ideológicos, como en el 8M, políticos, como el asalto a la Comunidad de Madrid, o directamente crematísticos, como el monopolio de la compra de mascarillas para el que los koldos y aldamas, los abalos, illas , robles y, claro, Sánchez tejieron una inmensa trama de corrupción.
Para echar a Mazón, el obstáculo era el Estado de Alarma
Desde el primer momento, el Gobierno y sus sicarios mintieron sobre las alarmas a la población. Incluso sobre algo tan supuestamente respetable como el envío de la UME se tergiversó la hora en que se solicitó, las 3 de la tarde, y el canario flauta amigo del Tito Berni dijo que había esperado a las 8.30. La propia delegada del Gobierno, del PSOE, tuvo que desmentirlo. Pero para esta gente sin sentimientos ni vergüenza, la verdad es un engorro molesto, y siempre descargan en los demás las responsabilidades propias.
Sabe el tirano en ciernes, con más poder que nunca y con menos capacidad de ejercerlo que nadie antes en su cargo, que sólo él, Pedro Sánchez, tiene la capacidad de proclamar el estado de alarma, excepción y sitio, las tres fórmulas constitucionales que permiten hacer frente a una situación que necesita un mando unificado, necesario para movilizar a las fuerzas armadas, jerárquicamente ordenadas para ser de inmediato eficaces. Ni Mazón podía proclamar el Estado de alarma ni él podía dejar de hacerlo, de tener algún respeto por los españoles y la institución que enfanga a diario. Mientras mira sin ver la agonía de una región de cinco millones de habitantes, de conciudadanos si tuviera la menor noción de ciudadanía, calcula qué le conviene más o cómo arruinar mejor al PP valenciano.
Cuando ve que el relato de la incompetencia de Mazón se viene abajo, porque la gente del común pide a gritos la asistencia del ejército, de su ejército, de sus soldados, que a su vez llenan las redes sociales con notas de indignación, explicando todos los recursos que podrían ser enviados de inmediato, hace un quiebro, manda unos pocos soldados, no demasiados y de noche, para que no se vean demasiado, y sigue dejando que Mazón haga frente solo o, lo que es peor, con Marlaska, a las terribles ruedas de prensa de un poder sin poder, una responsabilidad sin medios, una situación que no se arreglará en muchos meses ni se podrá reparar en bastantes años.
Pero el déspota de Bollywood tiene un problema de guion: se presenta como salvador de una situación que él la ha hecho casi insalvable para su adversario político, aunque destruyendo las vidas de los valencianos. Y sería fácil si proclama el estado de alarma y manda, aunque tarde, a miles de soldados a ayudar, aunque sea cinco días tarde. Pero ¿cómo puede proclamar un estado de emergencia nacional quien niega a la nación? El gang plurinacional errejonil no lo admitirá. El partido de la ETA, menos.
Prohibida también la "emergencia nacional"
Sus socios catalanistas, empezando por Illa, jamás. Y Junts, para qué contar. Así que, mientras miles de personas de toda España iban andando a Valencia a ayudar a quienes son, como ellos, simplemente españoles, y ante esa explosión de sentimiento nacional de hermandad, el déspota iba a seguir culpando a Mazón, a Feijóo, o a un Rey excesivamente maniatado. Mientras miles morían sin ayuda y España veía la agonía de Valencia, él se apresuraba a multiplicar el sueldo de sus sicarios en TVE, lo único urgente. Sólo confía en dominar el relato, la propaganda, el sicariato de la mentira, el argumentario de la alta traición. Nunca ha habido un miserable así en el Poder en tantos siglos de historia de España. Nunca más necesario echarlo.
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