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José García Domínguez

Si mis pisos valieran tu chalet

El olfato privilegiado de Iglesias le indica que la escena política española ha comenzado a convertirse en un remake del último felipismo. Habrá sangre entre la izquierda.

Pablo Iglesas, en una imagen de archivo. | Cordon Press

"Si mi pluma valiera tu pistola, contento moriría", espetó en poema célebre don Antonio Machado al general Lister, quien después también lo sería de la Unión Soviética, cuando la carnicería del 36. Y parafraseando a don Antonio, aunque con seguridad sin poseer ni la más remota conciencia de ello, la ministra Rodríguez, de Vivienda, le acaba de vociferar a la locuaz Belarra algo no tan épico ni tan lírico, lo de que sus tres pisos de propiedad valen menos que el chaletón del matrimonio Ceaucescu en Galapagar. Sigue existiendo una España, la más elemental, primaria y tosca, convencida de que para poder decirse de izquierdas hay que ser pobre o, al menos, parecerlo.

Aunque lo más deprimente es que esa España tan básica, resentida, lerda e inferior, en gran medida, forma parte militante de la propia izquierda. La estampa marujil de dos comadres de corrala echándose en cara, a gritos y ante el vecindario, el valor catastral de las propiedades inmobiliarias registradas a nombre de sus respectivos clanes familiares, en fin, daba algo más que vergüenza ajena: daba pena. Pablo Iglesias, el tutor oficioso de la actual dirección de Podemos, solo posee una única virtud política, pero nada desdeñable, el olfato. Y ese olfato privilegiado le indica que, por un inopinado azar, la escena política española ha comenzado a convertirse, y de modo acelerado, en un remake del último felipismo.

Hablamos de cuando Anguita accedió a convertirse en el complemento ético desde la izquierda a las diatribas formuladas por el aspirante Aznar contra el clima de corrupción general que retrató aquel final de época. La famosa pinza, recuérdese. Sánchez tiene cogidos a sus socios de Sumar por los sillones, lo que los fuerza a convertirse en silentes cómplices por omisión de todo cuanto aparezca registrado en los discos duros en poder de la UCO. Asunto que promete. Anguita logró salvar a Izquierda Unida de la muerte vegetativa gracias a aquel acto reflejo en el último minuto. E Iglesias, su discípulo póstumo, se apresta a repetir ahora la jugada. Habrá sangre entre la izquierda. Mucha.

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