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Pablo Planas

Sánchez, el fiscal y una piraña en el bidé

¿Qué hace un fiscal, el jefe de los fiscales más concretamente, preocupado por el "relato" en un caso con obvias derivadas políticas?

El presidente del gobierno, Pedro Sánchez (2d), su esposa, Begoña Gómez (d), el fiscal general del Estado de España, Álvaro García Ortiz (2i), y la presidenta del Consejo de Estado, Carmen Calvo (i), antes de los saludos en el palacio Real durante el décimo aniversario del reinado de Felipe VI. | EFE

Últimas noticias del sanchismo. El fiscal general del Estado, imputado en el Supremo por revelación de secretos. Pero Álvaro García Ortiz no dimite y pisotea la dignidad del cargo en un desesperado intento por defender su posición, la de Pedro Sánchez, en el caso de la filtración de datos personales de un investigado, la pareja de la presidenta de Madrid. La chapucera gestión de ese asunto no sólo mostró a las claras que el fiscal es una marioneta de Sánchez sino su insondable incompetencia, su nula comprensión de las circunstancias del puesto y un desprecio abrumador por la Justicia y por los ciudadanos. A las órdenes de su amo, Álvaro García Ortiz no tuvo el más mínimo inconveniente en utilizar información confidencial para ganar un "relato", el de la cacería contra Isabel Díaz Ayuso, enfermiza obsesión que puede determinar el fin del sanchismo. ¿Y qué hace un fiscal, el jefe de los fiscales más concretamente, preocupado por el "relato" en un caso con obvias derivadas políticas? Según el triministro Bolaños, defender "la verdad". Démonos por jodidos.
El daño reputacional infligido por Pedro Sánchez a la Fiscalía es incalculable. Por primera vez en la historia de la democracia en España se imputa al fiscal general. Y en vez de dimitir inmediatamente se parapeta en el fuero, a la sombra de Sánchez, el elemento detonante de una colección de casos de corrupción cuya enumeración resulta sencillamente insoportable.

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He ahí un presidente del Gobierno con un hermano que reclama que se anule su sumario porque "el absentismo laboral no es delito". Recuerden, el director de orquesta enchufado en la diputación de Badajoz y con residencia fiscal en Elvas, la misma ciudad portuguesa donde fija sus empresas "el conseguidor" Víctor de Aldama, personaje casi tan importante en el árbol sintáctico de la corrupción como Sánchez.

He ahí un presidente del Gobierno con una esposa que se vende como experta en la captación de fondos. Y, no contenta con semejante desfachatez, se monta una cátedra en la Complutense sobre la materia (pedir dinero) cuando no es ni siquiera licenciada. Sólo con eso Sánchez, "autor" de una tesis doctoral y dos libros de autoayuda que ni siquiera se ha leído, debería haber dimitido ya siete veces.
He ahí un presidente del Gobierno cuyo número dos, Ábalos, se rodeó de una corte de personajes insostenibles en una trama de pelotazos apoteósicos traficando con mascarillas, rescatando empresas de colegas, adjudicando contratos públicos a amigos con cartas de recomendación de Begoña Sánchez, alias "la pichona". La banda de Barajas con la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, y sus cuarenta maletas. Eso más la Jésica, novia de Ábalos con apartamento, gastos y viajes pagados. Experiencia de auxiliar administrativa en empresas públicas. O Koldo García, exportero de prostíbulo que alcanzó la categoría de asesor plenipotenciario del segundo de Pedro Sánchez. Sí, sí, sopla de Ábalos, el mismo que tendió la mano a Sánchez para reconquistar el PSOE, el tipo que recoge y recompone los restos de ese cadáver político que era Pedro Sánchez cuando lo echaron de su propio partido. Porque sin Ábalos, Adriana Lastra y Manuel Castells (entre algunos otros irresponsables y arrepentidos) Sánchez sería una anécdota menor en la fecunda historia negra del PSOE.

Y he ahí un presidente del Gobierno que utiliza a la Fiscalía y a la Abogacía del Estado para amenazar al juez que investiga a su mujer, que se ha valido del fiscal general del Estado en la loca persecución de la presidenta de la Comunidad de Madrid y que ha puesto al jefe de los fiscales a los pies de los caballos, imputado y convertido en un pobre guiñapo. Un presidente del Gobierno dispuesto a todo porque está absolutamente acorralado. Lo suyo no es un fangal, chapotea en arenas movedizas. Es más peligroso que una piraña en un bidé.

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