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EDITORIAL

Malinche en Caracas

El asunto es que un ciudadano ha sido perseguido y acosado ¡por la Policía! y su única culpa era haberse posicionado políticamente en contra del poder político.

No había nada. La inspección de Trabajo de Yolanda Díaz, nada sospechosa de intentar favorecer al artista madrileño, ha certificado que los becados del musical de Nacho Cano eran exactamente eso: becados, aprendices disfrutando de una oportunidad única para formarse y no trabajadores encubiertos ni mucho menos explotados.

Una inspección sorpresa de Trabajo certifica que los becarios de Malinche son legales

El caso se acaba, game over, jaque mate para la comisaría de Leganitos y sus prácticas matonescas e intimidatorias. Nacho Cano es completamente inocente.

La cosa acaba bien para el artista, pero eso no hace menos grave el asunto: esta odisea sufrida por el equipo de Malinche, y en especial por los propios becarios que se han visto sometidos a unas vejaciones y una presión insólitas, pone encima de la mesa la verdadera situación de las libertades en España y el estado calamitoso de una parte de la Policía, convertida por obra del ministro Grande-Marlaska en una auténtica banda de la porra al servicio del poder político.

Afortunadamente para él y para todos nosotros, Nacho Cano cuenta con los recursos y el valor para defenderse, pero el asunto es que un ciudadano ha sido perseguido y acosado ¡por la Policía! y su única culpa era haberse posicionado políticamente en contra del poder político.

Lo relevante aquí es que hay ¡policías! españoles dispuestos a atropellar los derechos de un empresario y de un grupo de desprotegidos becarios para seguir las consignas políticas del ministro del Interior, convertido en un ministro de la Represión que no se siente, ni él ni sus hombres de confianza, obligado por las restricciones que marcan las leyes.

Sí, son las cosas que pasan en las dictaduras, ni más ni menos.

Y no se les ocurra pensar que eso sólo les ocurre a los personajes relevantes como Nacho Cano, cuyo nombre tiene impacto en la opinión pública. No crean ustedes que están a salvo porque son personas anónimas y eso sólo les pasa a los famosos. Al contrario: tal y como ya hemos dicho más de una vez en estas páginas, sobre todo hablando del terror fiscal en el que vivimos, es justo al revés: si se atreven con un empresario y músico archiconocido, qué no harán con un ciudadano cualquiera que no tenga ni el dinero, ni la experiencia vital, ni el respaldo mediático necesarios para intentar defenderse.

Por mucho que acabe bien, el caso de Nacho Cano no es una anécdota, es la medida exacta de cómo se están destruyendo las libertades públicas bajo el gobierno con ínfulas de dictadura de Pedro Sánchez y de la importantísima contribución que está haciendo Fernando Grande-Marlaska a ello. Caiga la ignominia para siempre sobre ese hombre cuyo comportamiento es una vergüenza para la que fue su profesión y que jamás en lo que le quede de vida debería volver a ponerse una toga.

Sólo queda felicitar a Nacho Cano y, ya que estamos, darle una idea: quizá cuando acaben las exitosas representaciones de su musical, esperamos que dentro de mucho tiempo, puede hacer una segunda parte contando esta epopeya y llamarlo Malinche en Caracas. Seguro que sería un éxito.

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