Para liderar la Hispanidad
Es lógico que desde Venezuela se espere más de España.
Las elecciones del 28 de julio de 2024 en Venezuela con el monumental triunfo de la oposición y los graves hechos acontecidos tras la delictiva y obscena reacción del dictador Nicolás Maduro, han revivido un recurrente debate sobre la responsabilidad de España en su política internacional a favor de las libertades y la prosperidad de todos los países hermanos de ultramar.
Este debate ha sido avivado ante el insólito papel del expresidente Rodríguez Zapatero alineándose con Nicolás Maduro. Mientras los españoles conteníamos a duras penas la indignación, la Plataforma por la España Constitucional se dirigía al presidente Sánchez en estos términos: "…resulta inaceptable para millones de españoles y de venezolanos (…) el papel jugado en el conflicto en curso por el expresidente del Gobierno JL Rodríguez Zapatero. Su permanente apoyo al régimen venezolano, su labor de colaboración con Nicolás Maduro pese a la evidencia del carácter autoritario, corrupto y criminal de su ejecutoria y su blanqueamiento servil de semejante tiranía son percibidos en España y fuera de España por amplios sectores de la opinión pública como una vergüenza, una inmoralidad y un grave motivo de desdoro para nuestra patria". Concluyendo "(…) le rogamos desautorice de forma inequívoca este inaceptable comportamiento del expresidente y, en caso de persistir en este camino de ignominia, le sean retirados sus privilegios, tanto institucionales como retributivos y de medios logísticos (…) a cargo del erario. Asimismo, sería procedente abrir una investigación sobre el origen de su notable incremento de patrimonio en los últimos años y su eventual relación con su trabajo al servicio del régimen venezolano".
Sin embargo, es de todos conocida la tibia y ambivalente reacción del presidente Sánchez, así como la de su Ministro de Asuntos Exteriores, JM Albares, que manifestando "respeto y aprecio" al papel de Zapatero, no se considera capacitado para calificar al actual Gobierno de Venezuela como una dictadura. Todo esto agrava el severo desprestigio internacional que padecemos y alejan a nuestra nación del liderazgo que le corresponde por sólidas razones históricas de todos conocidas, aunque tramposamente silenciadas, cuando no deformadas, incluso por miembros del actual Gobierno de Sánchez.
Simultáneamente, esa líder mundial que es María Corina Machado explicaba la imponente respuesta del pueblo venezolano, a pesar de la atroz persecución de Maduro antes y, sobre todo, después de los inesperados resultados electorales del 28 de julio. Mientras Machado se sorprendía de la tibieza de la comunidad internacional en conformarse con pedir al dictador las Actas de los Resultados Electorales (que evidentemente no tiene, porque de tenerlas, no las habría ocultado durante más de 40 días), nuestra admirada lideresa afirmaba: "Quisiera ver a España liderando en Europa el reconocimiento a Edmundo González como presidente electo" y reclamando que Europa "establezca posiciones y acciones muchos más concretas. Necesitamos a Europa con nosotros".
La vieja Europa, olvidando sus raíces, incurre en una omisión inaceptable: la condena rotunda, sin matiz alguno, que merecen aquellos que atacan los derechos humanos fundamentales, propician la confusión de poderes, la negación de la democracia y el encarcelamiento o la eliminación física de sus opositores. Afortunadamente, este viernes 6 de septiembre, 31 expresidentes de España e Hispanoamérica , entre los que se encuentran González, Aznar y Rajoy, han pedido a la Fiscalía de la Corte Penal Internacional "la captura y detención inmediata" de Nicolás Maduro.
Es lógico que desde Venezuela se espere más de España. El peculiar legado español en Hispanoamérica constituye un patrimonio de una riqueza incuestionable, donde la basura vertida por los autores y divulgadores de la llamada "Leyenda Negra" ha quedado, definitivamente, descalificada por la contundencia de los datos históricos y el creciente número de investigadores de prestigio que aportan continuamente una sólida información al respecto.
Uno de los elementos de este legado fue el castellano y su escritura, a la vez que se respetaron las lenguas indígenas. La mayoría de los estudiosos de esta materia afirman rotundamente la ausencia de escritura fonética en América antes de 1492. Además, España no sólo aportó el mestizaje, es decir su sangre y sus apellidos, sino el "Derecho de Indias" por el que la Reina Isabel de Castilla abolió la esclavitud siglos antes que el presidente Lincoln (1863). Nuestra maltratada patria construyó más de mil Hospitales, una treintena de Universidades y centenares de escuelas, transmitió los avances médicos europeos, las técnicas de navegación transoceánicas (la ballestina, la cartografía o la brújula), el hierro y la metalurgia, la arquitectura europea y árabe, la rueda como elemento de transporte y de trabajo, el ganado bovino, ovino y porcino, las armas de fuego (arcabuces y cañones), sin dejar de mencionar los caballos, la vid, el vino y el vinagre o el variado y recíproco intercambio culinario. Pero sin duda, el legado más valioso de España fue una cultura cimentada en el humanismo cristiano: la concepción más sólida del ser humano, de la familia, del trabajo y de la sociedad. De ella surgen unos vínculos indelebles, tan recios y valiosos que perduran a lo largo de los siglos y que resistirán las embestidas de los más aviesos enemigos de la libertad, que los tenemos acechando sin tregua, a saber: el comunismo a la antigua o nueva usanza; el islamismo radical y, más recientemente, el relativismo a ultranza que ha venido en llamarse "ideología o cultura woke". Para todos ellos el enemigo a batir es la Hispanidad: motivos tendrán.
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