El sátrapa pierde apoyo
Los pies de barro de Petro van cediendo poco a poco, pero se requiere que su efigie se derrumbe por completo antes de que lo haga toda Colombia.
Se dice que alrededor de un tercio de la población colombiana profesa ideas de izquierda, pero en gran parte se trata de gente ajena a la política que tan solo está a la espera de recibir subsidios y toda clase de ayudas. En realidad, los convencidos de ese espectro político, y los más recalcitrantes, deben estar en cerca de un 15% de la población, no mucho más.
Por eso es que Petro se ha sostenido en las encuestas, colgado de la aprobación de esas personas moderadas que simplemente aguardan alguna ayuda del Estado aunque muchas veces no reciban nada. A menudo, es más la esperanza que mantienen que el auxilio que les otorgan, pero como la esperanza es lo último que se pierde, son muchos los que confían hasta el final, ilusionados y optimistas, con el convencimiento de que el gobierno se apiadará de ellos.
Sin embargo, la más reciente encuesta de Invamer parece revelar que bastantes de los petristas están realmente arrepentidos y no guardan ya muchas esperanzas de verse beneficiados por esta administración sino todo lo contrario. Parece que aumentan los colombianos que consideran que los errores del régimen de Petro terminarán por perjudicarlos aunque en lo personal sigan a la espera de asistencia estatal.
La verdad es que en aquellos sectores de izquierda donde prima algo de sensatez, se reconoce que hay medidas perjudiciales para todos, como esa de meterle 6.000 pesos al precio del galón de diésel. Y que el acto de proveer ayudas realmente útiles para el desarrollo social depende de un ejercicio político estable, que dé tranquilidad y confianza, no de un ambiente perturbado como resultado de estar atacando a todo el mundo, como al insultar a las periodistas llamándolas "muñecas de la mafia" solo por ser críticas, o al hacer comparaciones absurdas entre gobiernos plenamente democráticos como el de Iván Duque y dictaduras oprobiosas como la de Nicolás Maduro.
Es que hasta los petristas de viejo cuño saben y reconocen, a veces en voz baja, que la administración de Petro es un fracaso, que este no es el cambio que esperaban y que la actual gestión gubernamental se debate entre lo ruinoso (como acabar con el negocio de los hidrocarburos), lo penoso (como el nombramiento de personas que no cumplen los requisitos del cargo al que son investidos) o lo delictuoso (como los múltiples hechos de corrupción de este mandato). No hay nada que se destaque por lo alto, por la excelencia, por ser digno de encomio; todo es rastrero, todo es bajo, ruin.
Según Invamer, la desaprobación de Petro alcanzó el 66%, mientras que el 29% aún lo respalda. No obstante, son muy mal calificadas sus políticas de paz total y las reformas que ha tramitado en el Congreso. Muchos creen, además, en la intención de Petro de llamar a una constituyente (65%) y de buscar una reelección (64%).
La gente está preocupada viendo el espejo de Venezuela. No quieren que pase acá algo similar a lo de allá. Nadie quiere verse, a sí y a los suyos, caminando por carreteras y por selvas en busca de un escenario mejor. Ni preocuparse por la hija del Presidente, gozando de la vida en una universidad europea y próxima a aparecer en la portada de Forbes como una de las mujeres más ricas del mundo. Como la hija de Chávez.
Los pies de barro de Petro van cediendo poco a poco, pero se requiere que su efigie se derrumbe por completo antes de que lo haga toda Colombia.
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