¿Todavía hay partido?
La noche del 23 de julio, PP y Vox se verán completamente solos y aislados. ¿Todavía hay partido? Quizá sí.
En Andalucía, y desde hace 30 años, una ley promovida por el PSOE prohíbe de forma expresa convocar elecciones autonómicas durante los meses de julio y agosto. El Gobierno de la Junta temía, con razón, que el efecto combinado de las altas temperaturas y el periodo vacacional disparase la abstención. Andalucía, por cierto, aporta 61 diputados nacionales al Congreso. En política, la racionalidad de una decisión viene siempre determinada por el objetivo último que se persigue con su adopción. Establecida esa premisa mayor, ¿ha sido racional por parte del presidente convocar a los españoles a las urnas un 23 de julio?
Si el propósito —inconfesable, huelga decir— de la elección de esa fecha hubiera sido lograr la mínima participación posible, su decisión habría sido, sin duda, racional, impecablemente racional. Cuando el adversario se muestra movilizado mientras que los propios, por el contrario, semejan abatidos y reticentes, lo más conveniente remite a tratar de contagiar en los otros ese desinterés de los nuestros. Hasta ahí, y contemplada desde la más estricta y maquiavélica de las indiferencias morales, un 23 de julio constituye la mejor fecha imaginable hoy para la izquierda.
Y no terminan en ese capítulo las virtudes objetivas del 23 de julio a ojos del Gobierno. Porque mínima participación y máxima fragmentación constituyen un sinónimo en el sistema electoral español. El Huesca, en Soria, en Lugo, en tantas y tantas pequeñas circunscripciones como hay en la España vacía e interior, casi la única carta que pueden jugar los terceros partidos para arrebatar el último escaño en juego a PP o PSOE es justo esa, que se vote poco. Y a más fragmentación, más Frankenstein. El estigma de Vox le sale carísimo al PP. Carísimo. Como caro le sale también el 23 de julio al PNV, que ayer echaba chispas. Con Bildu normalizado en el País Vasco y pisándole los talones, el PNV no puede ahora, a menos de un año de sus propias elecciones, investir a Feijóo. La noche del 23 de julio, PP y Vox se verán completamente solos y aislados. ¿Todavía hay partido? Quizá sí.
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