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Javier Somalo

España: cordura y drama

La clave de bóveda es Madrid, donde la política del PP, sobre todo la de Ayuso, es la que más conecta con la base electoral real de la derecha.

PP Madrid

El problema de Pedro Sánchez —lo es también para España— es que es presidente por accidente. Su ilegitimidad viene de que juró —sin Dios, pero repetidamente y en público— que no pactaría con los que pactó, que son los que ahora llegan al poder en las tierras sin Ley. De haber mantenido su promesa, esa dignidad que no conoce ni le visitará, no habría llegado al Gobierno de la nación.

La gran noticia de este 28 de mayo es que el peor PSOE de los últimos tiempos, con sanchistas y no sanchistas, se va a su casa en casi toda España. Pedro Sánchez se bajará del Falcon en diciembre si no lo hace antes pero de momento, este domingo por la noche no ha salido de su madriguera, muestra inequívoca de su escasa gallardía y de que ya sólo cabe esperar un control de daños personales acorde con su egoísmo.

Que en Madrid queden claras dos mayorías absolutas significa mucho. El PP podrá demostrar sin zancadillas — "en libertad", ha dicho Ayuso con alivio— si el liberalismo es o no mejor que el socialismo y el proteccionismo doctrinario. Además, desaparece Podemos, el populismo más peligroso y con peores intenciones, amén de nulo en cualquier atisbo de gestión administrativa. Los perseguidores, de uno y otro signo, recogen, pues, sus bártulos y se van al rincón de llorar tras las contundentes victorias de Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez Almeida.

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, compareció ante la primera victoria colectiva del partido bajo su mandato. Se ve más cerca de la Moncloa pero sabe que todavía no puede arrogarse los éxitos, como sí hiciera su malogrado antecesor Pablo Casado. De momento, ha mostrado prudencia —le sobraron minutos de intervención, eso sí— al dejar claro que la clave de bóveda es Madrid, donde la política del PP, sobre todo la de Ayuso, es la que más conecta con la base electoral real de la derecha, que sigue suponiendo en torno a once millones de votantes. Es un análisis que requiere pocos matices, ninguno si se tiene en cuenta que quedan seis meses para demostrar si el vuelco de mayo es nacional.

De momento, el cambio es evidente. Los ayuntamientos de Andalucía caen también del lado del PP con especial énfasis en el de Sevilla, de José Luis Sanz, otra conquista de especial valor contra la izquierda. En Valencia (ciudad y Comunidad), en Aragón o en Extremadura (también en Murcia o en Baleares) PP y Vox tendrán que demostrar si son partidos de Estado o prefieren afilar diferencias en contra del centro derecha social.

Los ciudadanos ya han demostrado gran cordura votando contra la corrupción, el clientelismo y el retraso económico del comunismo. El PP, en mayor o menor medida según los escenarios, necesitará a Vox para gobernar y ambos partidos están obligados a hacerlo sin lucimientos estériles. Sus errores y vanidades los pagamos los demás. Madrid debería ser una referencia en caso de dudas o tentaciones.

La cara amarga

El drama del 28-M viene del separatismo. No porque allí voten de otra manera o sean diferentes sino porque han echado a los españoles, a los constitucionalistas. Es el censo de la vergüenza. Los echaron a tiros, a pedradas en los cristales, con insultos, acoso y amenazas. Los mataron también. ¡Fora! ¡Kanpora! Y ahora votan los que se pueden quedar. Engordaron a Pedro Sánchez a cambio de mandar, de quedar impunes, de esconder a los muertos guardando las pistolas, siempre a mano, en la mesita de noche.

Ahora tienen fuerza indiscutible allí donde una vez se les pudo echar para siempre, entre PP y PSOE. Porque se les pudo echar, no eran más. Un drama sin paliativos que puede apuntarse como éxito, sin duda alguna, Pedro Sánchez.

Esta noche y las venideras merecerá sufrir aquel insomnio que fingió antes de abrazar a Pablo Iglesias, el mejor resumen de nuestros peores males. Pedro Sánchez se bajará del Falcon habiendo dejado a ETA metida en los despachos, un golpe de Estado como forma de gobierno en Cataluña y al comunismo creyendo seriamente en el asalto al poder.

El PP no se puede tomar ni un día libre para celebraciones.

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