La alineación suplente del PSOE
M mientras que el PSOE es la izquierda evidente, el PP es la izquierda disfrazada.
Olvidémonos de los incumplimientos de lo propuesto en las campañas electorales por todos los partidos, puesto que con ellos podríamos redactar voluminosas enciclopedias. Recuérdese simplemente aquel desprecio a sus votantes que salió de labios de Mariano Rajoy, con motivo de sus contundentes incumplimientos fiscales, al declarar, citando a Churchill, que "la mejor dieta para un político es comerse sus propias palabras". Moríase de risa el expresidente Rajoy junto al expresidente González, colega en incumplimientos y coprotagonista de aquella conversación televisada.
Otra cosa son los giros de ciento ochenta grados en principios y convicciones, materia en la que hay que reconocerle al PSOE el mérito de que, salvo excepciones –alguna bastante sonada, como la de la OTAN–, se ha distinguido por una admirable coherencia. Pero no sucede lo mismo con el PP, partido caracterizado por el continuo engaño a sus votantes defendiendo lo contrario de lo propuesto poco antes, y no precisamente en materias de importancia menor.
Podríamos empezar hablando de numerosas cuestiones constitucionales, autonómicas y estatutarias que tanta desconfianza provocaron tanto en las UCD y AP de entonces como en su sucesor el PP y que tanto entusiasmo despiertan hoy.
Podríamos continuar con asuntos lesbianogays, transexuales y otros relacionados con la reciente moda de la ideología de género, en los que han sido memorables los bandazos del PP para acabar obedeciendo las órdenes de la izquierda globalista o el globalismo izquierdista, tanto monta. También podríamos recordar su claudicación ante el totalitarismo anticonstitucional del PSOE al resucitar rencores, dictar versiones oficiales de la historia, amordazar a los disidentes e insultar a media España. El PP pasó de prometer la derogación de la Ley de Memoria Histórica a no tocarla cuando dispuso de mayoría absoluta. Y Rafael Catalá, ministro de Justicia en aquel gobierno de Mariano Rajoy, declaró en el Congreso estar "muy orgulloso" de dicha ley zapateriana. Las consecuencias posteriores, materializadas en la nueva Ley de Memoria Democrática, son tan conocidas que no merecen más comentarios.
Parecía que la guinda de la rendición ante la izquierda la había puesto Isabel Díaz Ayuso al declarar hace un par de años en una entrevista con Federico Jiménez Losantos que las leyes ideológicas del PSOE son irreversibles. Pero la sentencia triquinquenal del Tribunal Constitucional sobre el recurso del PP contra la ley de plazos de Zapatero nos ha demostrado que la carrera de dicho partido hacia la nada está lejos de concluir. Núñez Feijóo ha declarado que la sentencia contra su propio partido le parece correcta y que el aborto es un derecho, lo que ha molestado a algunos de sus compañeros, que le han recordado que eso es contrario al ideario del PP aprobado en sus congresos y propuesto en sus campañas electorales. Y la portavoz Cuca Gamarra ha declarado que su partido apoya ahora la ley de plazos que recurrió en su día "porque la sociedad ha evolucionado".
Los dirigentes del partido aparentemente de derechas no han podido demostrar mejor que, mientras que el PSOE es la izquierda evidente, el PP es la izquierda disfrazada. O, si se prefiere, que el PP es la alineación suplente del PSOE, creada para engañar durante medio siglo a los votantes que se suponen derechistas y así consolidar poco a poco, sin que se note ni duela, todo lo que decida la izquierda.
Lo mejor que le podría pasar al PSOE es que tras las próximas elecciones generales, a las que probablemente llegue con demasiadas goteras como para ganarlas, le toque a Núñez Feijóo gobernar en solitario. De ese modo, el PP volvería a conservar, como buen conservador, todas las medidas adoptadas en la legislatura Sánchez-Iglesias. Con ello los diseños de largo alcance de la izquierda quedarían incorporados, una vez más, al intocable mínimo común denominador del régimen. Y daría la oportunidad para que un nuevo candidato del PSOE, dentro de algunos años, olvidados los desmanes de Sánchez igual que fueron olvidados los de Zapatero, vuelva a alcanzar el poder para dar un nuevo impulso izquierdista, nuevo impulso que sería conservado y afianzado por otro posterior gobierno del PP. Y así hasta el infinito.
Hace ya tiempo que explicó todo esto Groucho Marx, aquel gran ideólogo fundacional del PP: "Estos son mis principios. Y si no les gustan, tengo otros".
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