El suicidio nuestro de cada día
A los enemigos de España los gobiernos les han facilitado su trabajo e incluso les han premiado, a sus defensores se les ha insultado y demonizado.
Mucho se habla últimamente de la demolición del Estado por Pedro Sánchez, algunos incluso con admiración por considerarle una especie de Sansón derribando él solo el templo de los filisteos. Pero ni Sánchez es un titán ni sería justo cargarle con toda la culpa puesto que la cosa comenzó hace medio siglo. Recuérdese, por ejemplo, cómo se inauguró el régimen sacando a la calle a cientos de terroristas con el argumento de que, según la célebre sentencia de monseñor Setién, "no eran criminales sino víctimas de una espiral de violencia que ellos no comenzaron". Recuérdese que de los mil doscientos beneficiados por la amnistía, unos setecientos, como agradecimiento a la generosidad del Estado, se reintegraron en ETA y asesinaron a otras ochocientas personas. Recuérdese también la infamia paralela de cientos de guardias civiles, policías y militares enterrados con vergüenza y nocturnidad, como si los criminales hubieran sido ellos; y, para cerrar este círculo infernal, recuérdese a sus viudas e hijos acosados, desterrados, despreciados y olvidados.
Recuérdese también que con ETA han negociado todos los gobiernos, tanto del PSOE como del PP. Y que los terroristas han disfrutado de todo tipo de ventajas, rebajas de condena, acercamientos y demás privilegios. Y que, al regresar a sus casas con la satisfacción del deber cumplido, llevan décadas siendo homenajeados con alegría, publicidad y ostentación. Y que, como premio a su actividad limpiadora de opositores en colaboración con el totalitarismo peneuvista, hoy gobiernan en un País Vasco en el que su ideología es hegemónica y cogobiernan en toda España por su alianza con el gobierno social-comunista. Un ejemplo reciente de esta alianza ha sido la unión de los votos del PSOE, Podemos, Esquerra Republicana y Bildu para rechazar la concesión de la Orden del Mérito Policial a los agentes destinados en el País Vasco y Navarra durante los llamados años de plomo. Como resumió recientemente Fernando Savater, "el terrorismo se ejerció para algo y ahora estamos en ese algo".
Tras los terroristas vascos llegaron los golpistas catalanes, igualmente beneficiarios de todo tipo de privilegios, rebajas, inmunidades, excarcelaciones, perdones e indultos. Sólo falta pedirles perdón por no haberles dejado dar el golpe de Estado tranquilos. Hasta se ha borrado de la legislación penal el delito que cometieron. Y en los últimos días, al mismo tiempo que se exonera a los delincuentes, se ha abierto el proceso a cuarenta y cinco policías por su actuación durante el golpe de Estado. Los delincuentes a la calle y los policías a la cárcel. Un Estado sin leyes, sin jueces, sin policías. Un Estado inútil, impotente, indefenso. Un Estado sin instituciones con capacidad y voluntad para defenderlo.
Llevamos medio siglo de desobediencia a los poderes del Estado, de incumplimiento de leyes, de inaplicación de sentencias… de un Estado que se llama de derecho pero que actúa arbitrariamente. Ni el Gobierno, cuando el Tribunal Constitucional ha decretado la inconstitucionalidad de sus acciones, ha sufrido la menor consecuencia e incluso sus integrantes han anunciado, con la valentía que da saberse impunes, que volverían a hacer lo mismo.
Desde hace medio siglo se ha respetado, subvencionado y promovido todo lo que pueda debilitar y destruir España, al mismo tiempo que se ha obstaculizado y atacado todo lo que la defienda y fortalezca. A los enemigos de España los gobiernos españoles les han facilitado su trabajo e incluso les han premiado, mientras que a sus defensores se les ha insultado y demonizado. Un solo ejemplo: los terroristas y los golpistas, que quieren acabar con la Constitución y la nación, son socios de legislatura del Gobierno social-comunista; y el partido que defendió la Constitución y la nación sentando a los golpistas en el banquillo es denunciado por el Gobierno como un peligro para la nación y la Constitución.
Aquel supremo psicólogo que se llamó William Shakespeare ya explicó todo esto cuando hace medio milenio puso en labios de Coriolano esta advertencia a los gobernantes romanos: "Continuad ejerciendo el poder de desterrar a vuestros defensores hasta que acabéis esclavos de unos enemigos que os habrán vencido sin necesidad de combatir".
Y mientras todo se derrumba, Pedro Sánchez toca la lira, sus socios brindan con champán y millones de votantes socialistas aplauden con entusiasmo.
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