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Jesús Laínz

Bolívar y la leyenda negra

Catorce monumentos en homenaje a Bolívar han sido erigidos en España durante todo tipo de regímenes, franquismo incluido. Blas de Lezo y otros héroes de la historia de España no han tenido tal honor.

El imponente busto de Simón Bolivar preside la sala del mismo nombre. | David Alonso Rincón

Mucho podría decirse sobre este cotilleo veraniego con el que se nos castiga acerca de si el Rey de España debió o no debió quedarse sentado cuando los escenógrafos del nuevo gobierno izquierdista de Colombia, con evidentes intenciones simbólicas, sacaron a desfilar la espada de aquel criollo sangriento al que llaman libertador. Y también sobre el protocolo seguido en este tipo de actos, en los que los jefes de Estado se levantan ante el paso de las banderas, símbolos de la nación, no ante fetiches patrióticos. Y sobre los cursis aspavientos de separatistas y pseudocomunistas, esos aprendices de indigenistas que nos han salido en la metrópoli y que vomitarían más verde que la niña del exorcista si alguna vez se le ocurriera a alguien sacar la Tizona en un desfile de las Fuerzas Armadas. Y sobre la vida y hechos del propietario de la espada de marras, personaje muy cuestionable, escasamente ejemplar y poco merecedor de homenajes ni en esta orilla del Atlántico ni en la otra, por no emplear otros adjetivos cuya contundencia exigiría una explicación que desborda el espacio de estos breves párrafos. Así que nos limitaremos a señalar una faceta de su figura de singular importancia en la historia de España y sobre la que quizá conviniese reflexionar.

Pero comencemos por el principio, es decir, por fray Bartolomé de las Casas. Porque con su loable defensa de las poblaciones indígenas frente a los abusos cometidos por algunos conquistadores y gobernantes españoles, aportó una piedra clave del edificio de la hispanofobia universal: la Brevísima relación de la destrucción de las Indias. Junto a denuncias acertadas, el escrito lascasiano, lleno de vaguedades y carente de datos concretos sobre hechos, fechas y personas, acumuló una cantidad notable de exageraciones hábilmente aprovechadas por los enemigos religiosos y políticos de España para socavar su hegemonía.

Hasta uno de los mayores hagiógrafos de Las Casas, el escritor y político liberal Manuel José Quintana, se vio obligado a admitir que el obispo de Chiapas había defendido una buena causa "con las artes de la exageración y la falsedad". Más contundente sería un siglo más tarde Ramón Menéndez Pidal al calificar la Brevísima como un "libro difamatorio, engendrado en plena anormalidad" y a su autor como una víctima de "delirio paranoico" que había acusado "como destructora de las razas indígenas a la única nación que se preocupó de conservarlas".

Como en tantos otros casos de obras disparatadas que han disfrutado de influencia inmerecida –pensemos, por ejemplo, en Sabino Arana–, la indudable importancia del librito de Las Casas no descansa en su veracidad histórica sino en su duradero peso propagandístico. No fue por casualidad que la segunda edición de la obra en lengua española, un siglo después de la primera, apareciese en la Barcelona ocupada por el ejército de Luis XIV en 1646, editada por la imprenta de Antonio Lacavallería, barcelonés de origen francés. No hará falta explicar los motivos de tan oportuna edición.

Diez años más tarde volvió a resucitar por la necesidad ante la que se encontró Inglaterra de justificar moralmente la conquista de Jamaica, esta vez con el expresivo título de Las lágrimas de los indios: un relato histórico y verdadero de las crueles masacres y matanzas de más de veinte millones de personas inocentes, cometidas por los españoles.

De mucha mayor transcendencia histórica fue la ola de reediciones de la Brevísima en los años iniciales del siglo XIX con el objetivo de legitimar los movimientos de emancipación hispanoamericanos que habían comenzado a aparecer durante la invasión napoleónica. Inglaterra y Francia fueron el refugio de numerosos dirigentes de las rebeliones criollas, San Martín y Bolivar entre ellos, por lo que tampoco fueron casualidad las reediciones del texto lascasiano en Londres en 1812 y en París en 1822, ambas en lengua española. Y tras las ediciones inglesas y francesas llegaron las producidas en suelo americano, como las de México, Santa Fe, Guadalajara y Filadelfia.

También fue la Brevísima uno de los textos de cabecera del venezolano Francisco de Miranda, participante en la Revolución francesa, precursor de la lucha contra el imperio español a sueldo de Inglaterra, padre fundador de la masonería hispanoamericana y Dictador Plenipotenciario y Jefe Supremo de la Primera República de Venezuela.

La alargada sombra de fray Bartolomé alcanzó las declaraciones de independencia, los manifiestos y otros textos empleados por los caudillos emancipadores para justificar sus aspiraciones. Y aquí entra Bolívar. Porque en su célebre Carta de Jamaica, escrita en 1815 para explicar el motivo de la rebelión contra España, el libertador demostró el peso que sobre él había ejercido la propaganda hispanófoba esparcida desde Londres y París sobre todo a través de las logias masónicas.

"Tres siglos ha que empezaron las barbaridades que los españoles cometieron en el grande hemisferio de Colón. Barbaridades que la presente edad ha rechazado como fabulosas porque parecen superiores a la perversidad humana; y jamás serían creídas por los críticos modernos si constantes y repetidos documentos no testificasen estas infaustas verdades. El filantrópico obispo de Chiapas, el apóstol de América, Las Casas, ha dejado a la posteridad una breve relación de ellas (…) Todos los imparciales han hecho justicia al celo, verdad y virtudes de aquel amigo de la humanidad que con tanto fervor y firmeza denunció ante su gobierno y contemporáneos los actos más horrorosos de un frenesí sanguinario".

Con textos como éste y otros muchos de contenido similar se azuzó a millones de personas a rebelarse contra España. Y la consecuencia fue la siembra del suelo americano con la sangre y las cabezas cortadas en las matanzas de civiles españoles ordenadas por el propio Bolívar sin distinción de condición, sexo ni edad.

Catorce monumentos en homenaje a Bolívar han sido erigidos en España durante todo tipo de regímenes, franquismo incluido. Blas de Lezo y otros héroes de la historia de España no han merecido tanto honor. Con detalles como éste se mide la estatura y el pulso de una nación. No nos extrañe después que España sea tan débil.

www.jesuslainz.es

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