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Aldo Mariátegui

Colombia: Pablo Iglesias contra Jesús Gil

¿Por qué un país puede optar por los dos peores candidatos desde una oferta presidencial variada?

Simpatizantes del candidato presidencial Rodolfo Hernández, en la noche electoral del pasado fin de semana. | EFE

¿Por qué un país puede optar por los dos peores candidatos desde una oferta presidencial variada? ¿Por qué Colombia optó por un chavista (Gustavo Petro) y un outsider populista excéntrico (Rodolfo Hernández), por Pablo Iglesias contra Jesús Gil y Gil, cuando pudieron haber pasado a la segunda vuelta dos candidatos razonables y moderados, como Federico Fico Gutiérrez y Sergio Fajardo (en Perú sucedió algo similar el año pasado: el electorado pudo haber escogido entre De Soto y López Aliaga en lugar de entre un comunista silvestre como Pedro Castillo y un imán de odios como Keiko Fujimori)? ¿Por qué el electorado iberoamericano se comporta casi siempre como un "electarado", tal como lo apodó el humorista Heduardo, en lugar de como un votante medianamente racional e inteligente? Colombia alberga unos dos millones de refugiados venezolanos, humanidad que vaga en condiciones miserables por sus calles al tener que salir del infierno chavista, y aun así ocho millones y pico de colombianos votaron por un… ¡chavistoide! ¡Es imperdonable tanta necedad! ¿Qué parte de la película de terror venezolana, que ven a diario, no han entendido estos colombianos? ¿Por qué los iberoamericanos suelen ser tan suicidas como los lemmings, esos pequeños roedores escandinavos que se precipitan sin motivo aparente al mar?

Siendo sincero, yo ya tiré la toalla de cualquier esperanza con Iberoamérica tras lo sucedido con Chile. Este país era el mejor de la clase. Por décadas había aplicado la política económica más coherente de la región y había fortalecido una institucionalidad envidiable, dentro de una democracia impecable. Considerados ya de Segundo Mundo, los chilenos estaban por arañar las puertas de ingreso al Primero; eran la envidia de la zona por ser tan excepcionales. De pronto estallaron una furias irracionales y Chile se ha dedicado a desmontar todo lo trabajosamente obtenido, eligiendo a una manga de orates e inexpertos para una nueva Constitución y a un eterno activista universitario como mandatario. Entonces, si Chile no la hizo, ya creo que no la hace ninguno más en Iberoamérica, y a resignarse nomás a seguir siendo un rosario de inestables paisitos periféricos de Occidente, unas irrelevantes naciones perdidas abajo en el mapa, que no pasarán de ser exportadores básicamente de mano de obra barata no cualificada y de materias primas (salvo Brasil y México, que por tamaño, industrialización relativa y demografía van a tener siempre otro peso, a pesar de sus vicios y defectos. En cuanto a Argentina, este país hace rato que ya perdió el tren de la Historia por culpa del peronismo).

Regresemos a Colombia. Es cierto que ya muchos estaban hartos del establishment y que Fico y Fajardo eran parte de él. Es cierto que la mejor receta para que venga la izquierda más irracional es tener antes un muy débil presidente de derecha que no gobierna como si fuera de derecha, como Duque en Colombia, Piñera en Chile, Rajoy en España, Macri en Argentina y Kuczynski en Perú. Es cierto que el covid-19 ha devastado mucho económica y psicológicamente a Iberoamérica y que ha dejado arruinada, amargada, confundida e irritada a mucha gente. Es cierto que en Colombia se ha reproducido ese odio polarizador extremo peruano entre fujimoristas y antifujimoristas o brasileño entre lulistas y antilulistas, en su versión uribistas-antiuribistas (curiosamente, los votantes más jóvenes, los que no vivieron bajo el uribismo o el fujimorismo, esos son los odiadores más rabiosos de estos. Eso es producto de una eficaz y pertinaz labor de lavado de cerebro hecho por las izquierdas locales durante años. Ni Uribe ni Fujimori son ciertamente unos santos, pero los niveles de satanización a los que ambos han sido sometidos son absurdos y ahora son un par de Hitlers para muchos jóvenes). Pero nada excusa que se vote tan mal, que ni el 50% no vaya a votar. Van a tener lo que se merecen.

Pero creo que ganará Hernández: Petro ya llegó a su techo de siempre con ese 40% y es difícil que suba mucho más. Además, el outsider a menudo es imparable (si no, pregúntenle al entonces archifavorito Mario Vargas Llosa por Fujimori en 1992 o vean a Correa, Bukele y Bolsonaro). Keiko Fujimori ganó la primera vuelta peruana del 2016 con casi el 40%, a mucha distancia del segundo Kuczynsky (21%), y perdió la segunda vuelta porque sufrió el "todos contra el puntero". Intuyo que a Petro le pasará lo mismo.

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