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EDITORIAL

Casado, el estadista preferido de Sánchez, sigue en la moción de censura contra Abascal

Casado, como otrora Rajoy, ha querido convertirse en la mejor razón para que los votantes del PP que todavía no se han pasado a Vox lo hagan.

Si en las palabras que pronunció el lunes Alfonso Fernández Mañueco no hubo un solo guiño a Vox para lograr que apoye su reelección como presidente de Castilla y León, la delirante soflama que telepredicó Pablo Casado este martes es, directamente, un ataque a la formación que lidera Santiago Abascal como no se recordaba desde el funesto e insultante discurso que le asestó en la moción de investidura contra Pedro Sánchez, en la que el cada vez menos popular líder del PP optó por dar la espalda a su examigo y alinearse con el peor presidente de la etapa democrática.

No contento con reafirmarse en su ridícula pretensión de que el PP, que ha seguido perdiendo votos y de hecho ha cosechado su peor porcentaje en unas autonómicas castellano-leonesas, gobierne "en solitario" la región –como si la pírrica victoria de Mañueco fuese equiparable a la holgada mayoría casi absoluta obtenida por Isabel Díaz Ayuso en Madrid–, Pablo Casado, con la pueril cuquería cobarde de no nombrar a Vox en ningún momento, se dedicó a basurear al partido de Abascal como lo hace no ya el PSOE, sino la extrema izquierda chavista, la extrema izquierda proetarra, la extrema izquierda golpista y las extremas derechas supremacistas vasca y catalana.

Casado pintó a Vox poco menos que como un movimiento fascista que pretende juzgar a los españoles "en función de su piel, su género, su acento o su orientación sexual"; así como vulnerar la "cohesión territorial", la "integridad autonómica" y la "integración en Europa". Como si Vox fuera uno de los aliados de ese Sánchez ante el que el estadista popular se deshace, en vez de su más señalado opositor.

¿Acaso considera Casado que el PP incurrió en un execrable "revisionismo constitucional" cuando decidió, junto al PSOE, reformar el artículo 135 de la Carta Magna? ¿Incurre en ello ahora, al abogar por una reforma encaminada a eliminar la prelación del varón sobre la mujer en el orden de sucesión a la Corona? ¿Incurre Ciudadanos en tal pecado al plantear la eliminación de las diputaciones provinciales, que ya tenían cabida en la Constitución de Cadiz? ¿Lo hace acaso el PSOE al proponer una reforma territorial de tipo (con)federal? Lo que hace a un partido ser anticonstitucional no es su deseo de reformar la Constitución, sino su pretensión de hacerlo violando las normas procedimentales que dicta la propia Constitución. Es decir, cuando procede como proceden los aliados del Sánchez con el que busca afanosamente pactar el increíble estadista Casado.

¿Es que peca Vox de "colectivismo" fascistoide por oponerse, tal y como hace Cayetana Álvarez de Toledo, a ese engendro jurídico antiliberal conocido como Ley contra la Violencia de Género, que ha dinamitado el principio de igualdad ante la ley? ¿Constituye una muestra de "colectivismo populista" la reivindicación que hace Vox de la independencia del Poder Judicial, tal y como hacía Casado antes de pactar –todo un hombre de Estado– con el PSOE de Sánchez (y Dolores Delgado) la renovación del Tribunal Constitucional y el Tribunal de Cuentas –y cualquiera descarta que acabe haciendo lo mismo con el CGPJ–?

¿Qué lecciones de liberalismo puede dar a Vox el PP de Casado, que es el del Mariano Rajoy que enseñó pública y chulescamente la puerta de salida a los liberales, que infligió a los españoles la mayor subida de impuestos de la historia reciente, que mantuvo en vigor leyes aberrantemente liberticidas como la de Memoria Histórica y que siguió cumpliendo los compromisos a que llegó Zapatero con ETA?

Qué bochorno delirante: ofrecen al PP la llave del Gobierno en su feudo de Castilla y León, y Casado y Mañueco no tienen nada mejor que hacer que ponerse a ningunear primero y demonizar después a quien presenta la oferta. Este apuñalamiento grotesco a Vox por parte del PP es en realidad un harakiri –pero sin rastro de honor– que Mañueco hoy y Casado mañana se hacen a sí mismos.

Salvo que fuese Vox el que cometiera el suicidio político de entregar gratis et amore el Gobierno de Castilla y León a un partido como el de Casado, que lo trata con tan indignante e indigno desprecio, la única opción que le queda a este PP desesperante e insufrible es llegar a un acuerdo con los socialistas que pactan sin el menor reparo con chavistas, golpistas y supremacistas o repetir las elecciones. Menudo panorama... y menuda manera imperdonable de volver a salvar a la izquierda... y de poner el sorpasso en bandeja a su denostado y envidiado enemigo autoasignado, ese Vox que, por boca de Abascal, ya ha dicho que tiene "el derecho y el deber" de conformar Gobierno con el PP...

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