No hay peor director de organizaciones humanas que aquél que, no obstante haberse demostrado su error, insiste en él para probar que tiene razón. Las elecciones de Castilla y León se adelantaron para librarse del tostón de tener que gobernar en coalición y poder hacerlo en solitario gracias a una mayoría suficiente, que es lo que auguraban las encuestas cuando se disolvieron las Cortes. Y también para liquidar a Ciudadanos y ningunear a Vox. La campaña ha sido tan mala que el PP se ve nuevamente obligado a gobernar en coalición, pero en vez de con aquéllos, con éstos. Pero, para no admitir que se equivocaron, Casado, García Egea y Mañueco insisten en querer gobernar en solitario con el imposible respaldo gratuito de Vox.
Y aunque Abascal estuviera dispuesto a darlo, Mañueco se niega a negociar la derogación de la ley autonómica de violencia de género, que él dice que consagra la igualdad entre hombres y mujeres. La verdad es que las normas españolas sobre violencia de género constituyen precisamente un atentado contra esa igualdad y su derogación sería la mejor forma de defenderla. Puede discutirse si la verdadera igualdad consiste en tratar desigualmente a los desiguales, pero eso no es lo que dice la Constitución y en cualquier caso habría que ver el grado de desigualdad existente en cada caso para justificar que por el mismo delito un hombre tenga que recibir mayor castigo que una mujer.
Casado quiere llegar a las elecciones generales transmitiendo al electorado de derechas que Vox tan sólo logrará una presencia testimonial y que votar al partido de Abascal no servirá más que para perpetuar al PSOE en el poder. No es mal objetivo porque es sabido que el sistema electoral español premia, quizá en exceso, la concentración del voto. Lo que ocurre es que persigue tal fin mediante la adhesión a la ideología socialista por el mero hecho de ser la que Vox critica. El error es grueso. La ideología que combate Vox es la misma a la que se oponen los electores del PP, al menos en su mayoría. Si varios de ellos votan a Vox, a pesar de lo que eso perjudica a los resultados de la derecha en su conjunto, es porque ven que el PP no sólo no se enfrenta a ella, sino que la asume como propia. Y poner como premisa para una negociación con Vox la conservación de la legislación fundada en esa ideología no sirve más que para convencer a algunos votantes del PP de lo acertados que quizá estén los que huyeron a Vox y de lo equivocados que a lo mejor están los que no lo han hecho.
A este paso, tenemos Sánchez hasta 2028, por lo menos. Y si para entonces y para nuestra desgracia el que ha de sucederle es Casado, que dejará en vigor todos los dislates que socialistas y comunistas vayan aprobando, tendremos encima que aguantarle que nos sermonee reafirmándose en la mucha razón que tenía cuando aplicó la equivocada estrategia que hoy tiene.
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