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Cristina Losada

Pero el asno era Trump

El nuevo avance ruso hacia Ucrania, y contra Ucrania, hay que ponerlo en relación con el fiasco afgano de Biden.

Joe Biden, en un acto público en Washington. | EFE

Aún no había despegado el último avión militar norteamericano de Afganistán, cuando uno de los asesores de política exterior de Putin declaró: "No se le puede reprochar a Rusia que se sienta un poquito satisfecha por lo que está pasando en Kabul". Y Fyodor Lukyanov no se refería tanto al viejo y fatal episodio de la ocupación soviética en Afganistán como a la impresión de incompetencia, imprevisión y debilidad que estaba dando la potencia norteamericana en las semanas caóticas que siguieron al anuncio de la retirada. Todo lo que podía salir mal salió mal, empezando por la previsión de que las fuerzas afganas iban a aguantar durante meses la ofensiva de los talibán.

Las imágenes de afganos desesperados subiendo a las alas de los aviones que marchaban y cayendo después al vacío sentenciaron la operación a ojos de la opinión pública. Pero, tal como se advirtió entonces, aquella retirada no sólo suponía el abandono a su suerte de tantos afganos. Representaba también el abandono de una posición, e implicaba que el vacío que dejaba EEUU lo iban a llenar otros. Dos eran las potencias que se presentaban dispuestas a ocupar la vacante, y ya habían dado pasos para ello. Una era China, la otra Rusia.

La retirada de Afganistán fue un desastre sin paliativos, que obligó a organizar a toda prisa una gigantesca evacuación aérea para sacar a una parte de los afganos que necesitaban o querían salir antes de que los talibán se adueñaran de todo. Pero haber salvado mínimamente la cara con la evacuación no convirtió en aciertos los errores de Biden y su equipo. Tal vez el descubrimiento más inquietante que se hizo aquellas semanas fue que el hombre al que todo el mundo tenía por un experto en política internacional resultó que se desempeñaba como un inepto. El mundo se quedó estupefacto. Y acto seguido tomó nota. Parece lógico que en Moscú extrajeran ciertas conclusiones sobre el estado intelectual y muscular de la gran potencia rival, y obraran en consecuencia.

El nuevo avance ruso hacia Ucrania, y contra Ucrania, hay que ponerlo en relación con el fiasco afgano de Biden. La torpeza y la incapacidad del presidente norteamericano en la retirada de Afganistán han tenido que animar a Putin a arrojar el guante. El último lapsus (o lo que fuera) de Biden mostrando que no está claro qué hacer ante una "incursión menor" le habrán reafirmado. Pero, eso sí, el asno era Trump.

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