Otra Andalucía es posible pese a los fulleros
Algunos partidos son ya invotables por los fulleros que los dirigen o los dirigieron. Veremos qué se nos muestra en el escaparate cuando se abran las urnas.
Ya Cervantes hablaba de fulleros, esa rama genética española que vive de hacer trampas para beneficio propio o sus cercanos. Lamentablemente, el de Lepanto vivió mucho tiempo en Andalucía, preso incluso, y desde el patio de Monipodio hasta otras aventuras chocarreras, dejó señalada a la región como sede fundamental de la tahurería aunque obviamente nunca ha sido el Sur español más peor que el Norte o sus demás puntos cardinales. En España se ha robado y corrompido en todas las regiones.
Pero la historia y la costumbre pesan como un pecado original. Y los trileros andaluces han adquirido fama internacional desde que el PSOE "100 años de honradez" ocupó el poder regional en 1982, etapa que hemos investigado minuciosamente en este diario digital y que ha dado como fruto, con la ayuda de unos pocos, procesos judiciales que van a durar años y años en los tribunales. Acaba de conocerse la segunda sentencia del caso ERE con el resultado principal de 7 años de cárcel para el exconsejero de la Junta, Antonio Fernández, primera figura del cartel desde que murió su compadre Francisco Javier Guerrero, la cabeza de turco imperfecta que no evitó que la marea subiera hasta Manuel Chaves y José Antonio Griñán.
En 2022, año electoral en media España y ya veremos dónde más, tendrán lugar otros varios juicios, el primero de ellos, el consorcio Formades de Almonte (Huelva), con cursos de formación que no se dieron, dineros desviados, contrataciones de familiares a pelú y una reina Melchor roja como la de Alicia en el país de las pesadillas en el banquillo.
Sí, es cierto. En Andalucía se ha abonado delicadamente la fullería en todas partes. Hace sólo un día o dos el todavía vicepresidente Juan Marín, denunciado muchas veces por sus bellaquerías electorales internas en Ciudadanos, se ponía estupendo diciendo que "Vox no va cantar el Cara al Sol mientras que yo esté aquí". O sea que los de Vox son filofalangistas, vamos, algo que no se sostiene por parte alguna. Sin embargo, exfalangistas los hay y los ha habido en todos los partidos, también en Ciudadanos. En el PSOE y en el comunismo, dieron pie al libro de César Alonso de los Ríos, Yo tenía un camarada que lleva por subtítulo "El pasado franquista de los maestros de la izquierda". Incluso en Podemos.
El propio Marín tuvo que tener algunas venas azules cuando aparecía como candidato de Alianza Popular en 1982, cosa que le refregó Juan Manuel Moreno en Canal Sur cuando aún no eran tan amigos ni tan altos cargos. Tanta fullería y tanto torpe, agotan.
Sí, estamos saturados de fulleros pero la inmensa mayoría mira fijamente como un búho y calla como una piedra. La UGT no sólo robó en Andalucía. Lo de cobrar por ERE lo hizo CCOO mucho antes en otras regiones. Lo del fraude de la formación también floreció en Asturias y otras comunidades. Mónica Oltra no nació en estos lares, ni la Armengol, ni el ratero Pujol, ni los meapilas amparadores de la muerte del PNV, ni Rajoy, que no incumplió más sus promesas porque no le dio tiempo. Y así, sucesivamente estaríamos hasta donde quieran llegar, al Falcon de Sánchez o a las trampas ladinas en el asalto al Poder Judicial.
Quién supiera escribir, o pudiera, que en Andalucía no todo está ligado a la mamonería y a la cuquería aunque estas deban denunciarse libremente gobierne quien gobierne. De hecho, me emocioné el otro día cuando supe que dos chaveas de La Línea habían creado unos picosatélites "de las cosas" que acaban de ser lanzados al espacio en Cabo Cañaveral. Recordé entonces mi sueño de una pila eléctrica como las de toda la vida cargadas con energía solar lograda en Andalucía, o al menos, en España. Hay mucha esperanza pendiente si dejamos de ser mirones y hacemos algo para enderezar los entuertos.
Dentro de muy poco, después de Castilla y León, los andaluces iremos a las urnas. Hemos tenido tiempo de fijarnos bien en las fullerías, las tretas insanas y la pastelería de lujo que procura endulzar lo que evidentemente sabe amargo. Algunos partidos son ya invotables por los fulleros que los dirigen o los dirigieron. Veremos qué se nos muestra en el escaparate cuando se abran las urnas. Otra Andalucía es posible a pesar de los fulleros.
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